Extremófilos. Vida al filo de lo posible.
Por loinexplicable
  
Miercoles, 21/09/2011
Nuestro conocimiento actual sobre la plasticidad y resistencia de la vida a los entornos más duros, así como el descubrimiento de planetas extrasolares, son dos de los puntales de la astrobiología.

Esta nueva ciencia estudia la posibilidad de que haya vida fuera de la Tierra y sugiere que los alienígenas a buscar son organismos unicelulares. La vida tal vez sea un imperativo cósmico. Y la simple supervivencia conlleva la generación de variantes capaces de colonizar ambientes aledaños distintos. Muy distintos, como ya sabemos. Los límites a la adaptación los pone nuestra incapacidad de imaginar soluciones creativas, eso mismo que la evolución ha hecho de forma tan eficiente desde que la vida es vida. Aquí, en nuestro Sistema Solar, o 'más arriba', en esos nuevos mundos que estamos descubriendo.

En las últimas décadas del siglo XX hemos asistido al descubrimiento y caracterización de formas de vida excepcionales: los organismos extremófilos. Algunos soportan la alta presión de las fosas oceánicas, el frío permanente de los desiertos de hielo o la sequía de las zonas más áridas de la Tierra. Su hallazgo ha derrumbado nuestra concepción de lo habitable y ha obligado a replantear cuáles son los requerimientos ambientales mínimos que la vida precisa. Agua líquida, nutrientes y una fuente de energía bastan. Aunque quizá un disolvente apropiado pueda sustituir al agua, y la química de los nutrientes o la forma de energía que la vida utiliza son de origen diverso.

Los organismos psicrófilos medran en minúsculos granos de polvo atrapados en el hielo, alrededor de los cuales hay pequeñas cantidades de agua líquida. Algunos hipertermófilos habitan las proximidades de chimeneas submarinas, zonas donde el calor del interior de la tierra y la alta presión mantienen el agua líquida por encima de los 100ºC. El rango de temperaturas que tolera la vida abarca desde unos -20ºC hasta 120ºC. En superficie, los termófilos colorean zonas de aguas termales, donde al lodo en ebullición se unen compuestos de azufre que son su fuente de energía. Los microorganismos halófilos necesitan altas concentraciones de sales en el agua y resisten la desecación. Otros se han adaptado a una dosis de radiación miles de veces superior a la letal para un ser humano. La vida florece en ambientes ácidos, semejantes a ríos de vinagre, y en lagos alcalinos de aguas comparables a disoluciones jabonosas.

Incluso el interior de las rocas hierve de vida: existe una biosfera cálida y profunda, con una biomasa total superior a la de todas las plantas y animales que pueblan la superficie terrestre. El subsuelo es uno de los ambientes prioritarios en la exploración de otros mundos, puesto que protege eficazmente de la radiación.

Radiación, gravedad inferior a la terrestre y bajas temperaturas son tres situaciones habituales fuera de la Tierra. La vida tolera grandes variaciones en todas ellas. Por el momento, tenemos un conocimiento demasiado escaso sobre planetas extrasolares como para determinar su habitabilidad. Pero las características de algunos cuerpos de nuestro Sistema Solar sí podrían resultar suficientemente acogedoras.

Bajo la helada superficie de Europa, uno de los satélites de Júpiter, puede haber un océano de agua líquida que cubra todo el planeta antes de llegar a su litosfera. La alternancia de las estaciones en Marte lo sume en períodos de oscuridad durante medio año marciano. Con la llegada de la primavera la temperatura aumenta y una gran cantidad de hielo de agua queda parcialmente expuesta en superficie. En los períodos más cálidos del año, la temperatura supera localmente los 0ºC.

Estas condiciones bastarían para algunos organismos terrestres capaces de alternar un estado de crecimiento y reproducción durante los períodos de bonanza con un estado aletargado, inactivo, el resto del año. Algunos extremófilos podrían habitar microambientes actuales de Europa, o Marte sin necesidad de ulteriores adaptaciones. ¿De qué no será capaz la vida si le damos tiempo?


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