2011-05-03
La era digital corre el riesgo de ser olvidada
Vivimos en la era digital. Las fotos de momentos importantes de nuestras vidas pasan de la cámara digital a la computadora para ser archivadas, mandadas a amigos y familiares, todo sin salir de estos aparatos. Ni siquiera tenemos que imprimirlas, porque ahora hasta tenemos portarretratos digitales.
Sin embargo, con el avance tecnológico crece la sensación de lo efímero. Quizás porque un mail se parece más a una conversación que a una carta, pero también y sobre todo, porque no podemos acceder a nuestros archivos sin alguna tecnología, que pronto será obsoleta o puede dañarse fácilmente (a quién un virus no le hizo desaparecer horas y horas de trabajo).
La desaparición de estos archivos personales son pequeñas tragedias cotidianas similares a los antiguos incendios que arrasaban con documentos y cartas, pero también puede ser una tragedia para la humanidad que necesita guardar su patrimonio histórico, su memoria. Este es el trabajo de archivos y bibliotecas, y lo que desvela a profesionales como Fernando Boro del Conicet.
Boro trabaja en la preservación de largo plazo de colecciones digitales con alto valor histórico, cultural y científico, desde la digitalización inicial hasta la gestión sustentable del patrimonio digital a lo largo del tiempo. El experto del Conicet dio una charla sobre este tema en la Sala Alfonsina Storni de la Feria de Libro.
Dentro de los beneficios que destaca Boro, la revolución digital nos permite acceder a información remota casi al instante. Sólo pensemos cuántas conversaciones o cosas podemos hacer al acudir a un buscador de internet. Pero, ¿dónde se almacena toda esa información?, ¿de qué forma está almacenada? y, por último, ¿podemos leerla o acceder a ella directamente, así como está?
La información digital son ceros y unos, datos sin sentido que se guardan en algún soporte tecnológico, y al que sólo podemos acceder con algún programa que nos traduzca esas montañas de 0 y 1 en algo inteligible para nosotros. La dependencia es doble, del soporte y del programa. Ambos, elementos que duran lo que el mercado necesita: meses o a lo sumo, años.
Por el contrario, los archivos analógicos nos permiten acceder directamente a la información, la cual dura lo que dura el soporte en el que está, sea papel u otro material. Si se controla el mantenimiento de estos materiales con un buen manejo de sus propiedades físicas y químicas, la información estará ahí para ser vista, leída o escuchada. Además, en este ámbito, la humanidad corre con ventaja y cuenta con protocolos mundialmente aceptados sobre su preservación.
Actualmente, archivos y bibliotecas tienen el desafío de digitalizar el materia para hacerlo accesible a millones de personas en todo el mundo, pero también debe velar por el conocimiento que se produce y circula digitalmente, en esas cadenas interminables de 01. Todo esto, con la dificultad de que la tecnología, los soportes y los programas avanzan a pasos agigantados y pertenecen a empresas que se rigen por las leyes del mercado. Estos desafíos están siendo enfrentados con diversas estrategias, como la migración constante de formato o la emulación, por la cual se conserva el original y se accede a él imitando el programa que le dio origen.
Sin embargo, para Fernando Boro el problema es organizativo y la solución debería venir generando instituciones que garanticen la universalización de los formatos. Algo se ha avanzado a través de programas como el open office, pero el camino recién empieza si no queremos correr el riesgo de que nuestra época quede olvidada por la historia.