Los clavos en la puerta: Adaptación de un cuento tradicional.
Por devotional0ve
  
Jueves, 31/03/2011
Espacio de reflexión
Esta es la historia de un niño llamado Joaquín. Todos los días este niño, se peleaba con su hermano, con sus padres, vecinos, con los compañeros de la escuela... y no se le pasaba fácilmente la bronca, al contrario, a la noche cuando se iba a acostar, recordaba lo sucedido.
Una tarde, su padre le entregó un paquete. El niño muy curisoso lo desenvolvió rápidamente y se sorprendió muchísimo al ver ese extraño regalo: era una caja de clavos.
El padre lo miró muy fijo y le dijo:
- Hijo mío, te voy a dar un consejo: cada vez que pierdas el control, cada vez que contestes mal a alguien y discutas, clava un clavo en la puerta de tu habitación.
El primer día clavó 35 clavos en la puerta. Los días pasaban y fue aprendiendo a controlar su rabia. Por lo tanto, la cantidad de clavos comenzó a disminuir...
Descubrió que era más fácil controlar su temperamento, que clavar los clavos en la puerta.
Finalmente llegó el día, en el que el niño, no discutió con nadie. Enseguida fue a contarle a su padre, quien le dijo que por cada día que pudiera controlar su enojo, sacara un clavo de la puerta.
los días transcurrieron y Joaquín logró quitarlos todos. El padre, muy conmovido por ello, tomó a su hijo de la mano y lo llevó hasta la puerta. Comentó: "Lo hiciste muy bien, hijo mío, pero observá cómo quedó la puerta, mirá los agujeros... la puerta de tu habitación, nunca volverá aser la misma".


Cuando te enojás con alguien y le decís cosas con rabia, dejás cicatrices iguales que éstas. Podés pedir perdón más tarde, no importa cuántas veces, pero las palabras que dijiste ya provocaron una herida Recordá hijo mío, una herida verbal, es tan dañina como una física. Por eso aprendé a respetar a todos, jamás lastimes ni digas cosas hirientes, ya que hay daños que son irreversibles y no hay perdón que los sane.

Joaquín comprendió la enseñanza de su padre y le agredció profundamente; se dio cuenta de que al enojarse no sólo causaba daño a los demás, sino que también se daña a sí mismo. a partir de ese momento jamás volvió a tener que controlar su ira, porque decidió actuar siempre guiado por el amor


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