Un hecho que marco para siempre la valentía y el coraje del soldado argentino.
Por rikydk
  
Martes, 29/03/2011
"Dedicado a los Capitanes Hugo Ángel del Valle Palaver y Jorge Osvaldo García"

Nota del autor:
Los hechos y personajes involucrados en ésta historia son absolutamente reales, cualquier intento de ficción sería inútil, pues, la realidad la supera por mucho. Solo me he tomado la libertad de sugerir con mi pluma, algunos detalles que puedan dar al lector, una imagen del entorno en el que estos hechos se desencadenaron.

Mis disculpas a aquellos que allí estuvieron, si estás palabras resultan escasas para describir lo que sus ojos percibieron.

"...Habrán de burlar la muerte cuatro veces en cada misión: una al cruzar el charco, sabiendo que si caen después de los 300 kilómetros nadie ira a buscarlos; la segunda en el tramo al blanco, acechados por los Harriers; la tercera en el ataque, con el fuego enemigo buscándolos para borrarlos del cielo; y la última al regreso, de seguro con averías y otra vez sobre ese solitario mar..."
Ataque a fragatas inglesas HSM Coventry & HMS Broadsword el 25-5-1982

EL INICIO
Es 25 de mayo de 1982, muy temprano por la mañana y aún reina la noche fría del otoño patagónico. El parte meteorológico es escupido por las teletipos llegando a las salas de alerta de todas las bases del sur. En todos los casos se repite la misma situación, un somnoliento oficial de operaciones de turno, recibe de manos del suboficial de comunicaciones el trozo de delgado papel arrancado de la máquina. Con el pasar de sus ojos el mensaje sinóptico es develado.

En el continente, sin fenómenos de relevancia en Santa Cruz y Chubut, cielo claro a poco nuboso, con vientos moderados del oeste... Buen tiempo. En Tierra del Fuego, la aparición de una vaguada de superficie, débil, está generando nubosidad media, cielo cubierto con precipitaciones dispersas, aunque con buena visibilidad y techos no inferiores a 2000 pies. El viento moderado del sector Noroeste.

¿Y cómo están allá en las islas?

Una cuña de alta presión, produce bancos de estrato cúmulus entre los 1000 y 2000 pies. La visibilidad es buena, ocasionalmente reducida durante la mañana en algunos kilómetros por neblina, pero esto ya no es novedad y mejora rápidamente, conforme pasan las horas. El viento moderado del cuadrante sudoeste. No se registran precipitaciones.

SITUACION
La Fuerza Aérea Sur (FAS) está empeñada en sus objetivos, que son las unidades navales británicas que pululan, con dudosa impunidad, por la zona del estrecho y bahía San Carlos.

Aún están frescas en todos las impresiones acerca de los últimos días, en los que se había lanzado todo contra el enemigo.

Todo avión en condiciones de volar es puesto en el aire, y el que no, es inmediatamente asediado por nubes de mecánicos que, trabajando en turnos interminables, con un cansancio atroz y el frío quemándoles la piel, a veces sin comer y casi siempre sin dormir corrido más que un par de horas, logran reparar los terribles daños que traen aquellos afortunados que vuelven. Instrumentos que fallan, sistemas que se averían, motores que entregan todo y más, granizadas de fuego antiaéreo que rasgan el metal como si fuera el envoltorio de una golosina e incluso impactos de aves marinas, que pueden ser tan dañinos como una granada. Estos son los enemigos del mecánico, ese incansable de buzo azul.

En la BAM Río Gallegos, aún pesa el dolor de la caída de Luciano Guadagnini el 23 pasado, quien pagó el precio de haber mandado a la Antelope al fondo de Bahía San Carlos.

Sin embargo hoy saldrán otra vez, igual que lo hicieron ayer y como lo harán mañana. Quizás el que hoy sea 25 de mayo sea un motivo más. ¡Por Dios qué día para volar!. (NdE)

AMANECE
Los Skyhawk del Grupo 5 de Caza, desplegados en Gallegos, esperan en sus refugios. Algunos tenuemente iluminados por el mortecino resplandor de una portátil, mientras dos mecánicos terminan de cerrar una tapa de inspección. La humedad condensada rueda perezosa sobre el plexiglás de la cabina y cae en pequeñas gotas del borde de ataque y los tanques suplementarios de las alas.

Cuatro pilotos emergen de las habitaciones del Casino de Oficiales y con el traqueteo de sus pesadas botas de vuelo, que repercute en los pasillos, se dirigen al comedor donde un soldado silencioso está sirviendo el desayuno. Más de uno, que cuenta con el raro privilegio de poder dormir un poco más, se despierta y se persigna al paso de sus hermanos que van a buscar la verdad.

El tintineo de las cucharas en las tazas de mate cocido o café con leche, el crujir de las tostadas y algunas palabras leves o una risa contenida. Se oyen tonadas y acentos diferentes entre los cuatro comensales.
La Ranger azul ya está en la puerta, con un soldado aterido por el frío que espera al volante y con el motor en marcha para poder calentarla.

Bolso de vuelo en una mano y con la otra tomándose el birrete para que no se lo lleve el viento emergen y con grandes zancadas se zambullen en la camioneta.

"Que frío de la ostia ¿no pibe?"

Y el soldado que le contesta con una leve sonrisa.

Al llegar a la sala de pre vuelo todo está listo para dar lugar al briefing. Rápido parte del meteorólogo de turno, indicaciones sobre el lugar del objetivo que ya es cantado y los datos inherentes a la navegación, frecuencias, cursos, niveles de vuelo y el punto aquel en medio del Atlántico Sur en el que una solitaria Chancha, con indicativo París, les dará de mamar para que puedan seguir viaje hacia las islas. Cuatro Skyhawk con indicativo Marte saldrán a golpear la cabeza de playa de San Carlos.

Todas las mentes del escuadrón trabajan febriles en la solución de los problemas, que surgen con cada día y el de las Patrullas Aéreas de Combate (PAC) es de prioridad.

Han notado que en días anteriores las escuadrillas que atacaban con las primeras luces del día no sufrían el asedio de los Harrier, y también arribaron a la conclusión que el uso del Controlador Aéreo Avanzado (aviones ejecutivos ligeros como el Lear Jet, que volaban en altura coordinando a los aviones en vuelo) delataba un ataque.

Todo listo. Los pilotos vuelven a subir a la chata y se encaminan a la plataforma de despliegue donde los halcones esperan a sus amos. Una bomba Mk-17 de quinientos kilos retardada por paracaídas ya pende del vientre de cada avión, con las cintas rojas prendidas a las espoletas. Los cañones repletos de munición y los tanques de combustibles colmados.

Al llegar junto a los refugios los hombres saltan del vehículo, despidiendo con una palmada al soldado que devuelve un "No deje una en pie señor" al Capitán Palaver.

Al fondo se escuchan los inconfundibles motores de un Hércules que comienza el decolaje, es París que sale para anticiparse a los Marte y ponerse en espera para el reabastecimiento.

Último chocar de manos y algún abrazo fraternal entre los cuatro que ya se separan, caminando cada uno a su máquina. El Teniente Autiero llega a su C-221 mientras le pregunta al mecánico como anda. El Alférez Gómez está caminando en torno al C-209 ayudándose con la linterna para ver que todo esté en orden. El Teniente Gálvez se agacha pasando bajo el vientre del C-250 y retira la cinta roja con la leyenda "Remove before flight" dejando viva a la bomba que asegura. El Capitán Palaver pone un pie en la escalerilla y mira una vez más al cielo antes de trepar respirando hondo el aire frío.

Escucha al mecánico exclamar a sus espaldas "Viva la Patria Jefe" y el "Viva" de respuesta se lo lleva el viento del oeste, como queriendo dar el mensaje al enemigo que espera alerta al otro lado del mar.

Luego de la puesta en marcha y tras regular el régimen de las turbinas, uno a uno desfilan rodando por la plataforma, mientras aquel puñado de mecánicos los despiden con su ya conocida bandera que trepida al viento.

A las 08:00 las cuatro siluetas se hunden en la noche, ascendiendo hacia el nivel de crucero. Las dos secciones vuelan por separado y no tienen visual entre sí. A los 25 minutos el Teniente Autiero acusa una falla y se ve obligado a retornar, el numeral 4 (Alférez Gómez) duda un instante ya que no sabe donde están el 1 y el 2, corre el riesgo de no alcanzarlos en el reabastecedor y estos no pueden esperarlo consumiendo valiosos minutos de combustible. Aprieta los dientes por la frustración e inicia el viraje para retornar a Gallegos detrás de su jefe de sección.

La bronca se transmite a los mecánicos que reciben al C-221 que ha retornado, y furiosos se ponen a trabajar en el desperfecto. Los dos pilotos retornan a la sala de pre vuelo donde ya son varios los que se agolpan a escuchar por radio la evolución de los que siguen en vuelo. Palmadas en la espalda y palabras de consuelo surgen de inmediato.

"Ya está no te calentés, que le vas hacer... Dame el antiexposición que yo salgo en un rato."

Palaver y Gálvez siguen adelante. Alcanzan al Hércules y logran empupar con sus lanzas de reabastecimiento a las mangueras que oscilan en el aire. Atenta mirada al liquidómetro que va marcando el llenado de los tanques y al finalizar se desprenden y siguen adelante.

Sólo un tripulante de Hércules sabe lo angustioso que puede ser ver esas siluetas perderse hacia el naciente, es una sensación de sobrecogimiento y de profunda humildad.

"Que chiquitos que se ven ¿no señor?"

"Hasta la vuelta hermanos"

Es hora de bajar y los Marte inclinan sus morros pinchando la capa de stratus hasta alcanzar los mil pies, confiando a muerte en la indicación de sus altímetros ya que está brumoso y la visibilidad es cero.

Las nueve y diez marca el reloj. Es la hora estimada de arribo y no encuentran la bahía. Vuelven al punto inicial en Roca Negra a sabiendas de que están consumiendo más combustible del previsto. Rumbo 1-8-0, al cabo de un tiempo que parece eterno divisan el Estrecho de San Carlos y en él ven un enorme buque blanco que se destaca en el fondo oscuro del agua. Se preparan para el ataque, alistan el panel de armamento, máxima potencia y pegados al agua se aproximan. La mente trabaja rápida calculando el momento de lanzar, el sudor corre como un río helado desde la sien y la nuca bajando hasta empapar el cuello.

"Cruces rojas... ¡Guarda Jefe cruces rojas!"

A bordo del Uganda los que están de guardia en cubierta aprietan los dientes esperando los impactos. Los dos Halcones amenazantes se deslizan sigilosos con un viraje amplio por derecha en busca de Puerto San Carlos y dejando atrás al afortunado Elefante Blanco.

Siguiendo el contorno de la costa divisan unas construcciones recostadas en una caleta bastante amplia.
Ahora si hay blanco, verificar otra vez el panel de armamento, la altura, la velocidad, vistazo al indicador de combustible que sigue bajando, listos...

La artillería antiaérea abre fuego sobre los atacantes. Los pilotos de Pucará y artilleros de Goose Green no pueden dar crédito a sus ojos, han identificado las siluetas de los Skyhawk que se le vienen encima y les gritan desesperados entre insultos de impotencia.

"¡Mierda, es Darwin!" Gritó Gálvez alertando a su líder del error. Viraron por derecha y se alejaron para alivio de los que están en tierra.

Los nervios aumentan y se hacen difíciles de controlar, dos pifies y el tiempo sigue pasando y el combustible se sigue agotando... ¡Y dónde está San Carlos!

Divisan un buque color verde y casco negro, lo que, sumado al fuego antiaéreo, les hace pensar que no se han equivocado. Palaver abre fuego con cañones y lanza su bomba al buque mientras Gálvez hace lo propio sobre las instalaciones del establecimiento.


El escape con rumbo al estrecho y a máxima potencia. A Palaver lo preocupa cada vez más lo escaso de su combustible, pero no hay alternativa, hay que seguir hacia el oeste, de vuelta a casa.

Sobrevuelan la Isla Elefante Marino a cinco mil pies, solos en medio de la inmensidad. El indicador de Palaver marca cero (sus tanques habían sido perforados durante el ataque), en cualquier momento la turbina dejará de entregar potencia, ahogada por la falta de combustible. Palaver quiebra el silencio de radio e informa a su numeral de lo que ocurre.

"Me marca cero así que voy a eyectar, fijáte y anotá mi posición"

"Ok Jefe, suerte"


El Skyhawk de Palaver rompe la formación y comienza a ascender en busca de más altura para asegurar la eyección.

El Destructor HMS Coventry, que navega junto a la fragata HMS Broadsword, al norte de la Gran Malvina, entra en estado de conmoción cuando el operador de radar avisa tener un eco en el lóbulo. Un oficial se acerca a la pantalla y luego de verificar lo que acaba de oír pide confirmación para no atacar aviones propios. Negativo, no hay PAC en la zona.

De la proa del Coventry brota una nube blanca que la envuelve y de ella surgen las estelas de sendos misiles Sea Dart que ascienden a gran velocidad.

Palaver revisa los correajes que lo unen a la balsa inflable, el equipo de supervivencia, la pistola de señales. Mira el reloj una vez más, las 09:10, entonces respira profundo por la mascarilla. Suelta los comandos para llevar las manos a la manija de eyección sobre su cabeza.

Debajo, las islas parcialmente veladas por el manto de nubes bajas, entre cuyos cúmulos los rayos del sol juguetean y realzan su brillo, encima de todo la inmensa bóveda azul. ¡Que extrañamente pacífico que es todo esto!

Gálvez lo está viendo, y ve sin poder creer como las dos estelas blancas marcan el trayecto hacia su jefe de escuadrilla, un resplandor, una nube negra que lanza despojos incendiados que se arremolinan en su caída al mar.

A bordo de la Coventry, el compás de espera se quiebra cuando el operador de radar confirma que el eco se diluye con cada barrido de la antena, hasta desaparecer por completo.

Por los altoparlantes del buque la voz corre confirmando el derribo y la nerviosa algarabía dura apenas tres hurras, luego la nave queda envuelta en el silencio. El capitán se restriega las manos, mientras observa a proa los lanzadores que aún humean.

A las 11:40 de la mañana, las cubiertas del A-4B del Teniente Galvez chillan al tocar la pista de Gallegos.


* * *

Al mismo tiempo que el Marte restante regresaba a su nido sendas secciones de Dagger (Rango y Bingo), las míticas "Avutardas" de Río Grande, salían a buscar lo que se creía era un emplazamiento radar o un director de tiro instalado en alguna parte de las islas Beaucheme, un conjunto de islotes próximos al extremo norte del Estrecho de San Carlos.

La redada no arrojó mayores resultados y las salidas continuaron a pesar de ello.

SAN JULIAN
Nerviosos y expectantes, enfundados en los trajes anti-exposición, caminando de un lado a otro de la sala de pilotos y fumando cigarrillos, a la espera de ese algo que, por instinto, ya se tiene la certeza que se está gestando. Es la espera del repicar estridente del teléfono, que ordenará a los pilotos en alerta prepararse para salir. Y sonó.

La reunión prevuelo se ejecuta con una calma total. Se hace especial hincapié en el silencio de radio, el cual deberá ser respetado a rajatabla hasta el último instante.

Las instrucciones son claras y atendidas por todos, a la vez que el relato de los camaradas que ya habían estado allí se evocan en la mente.

Los ingleses han intensificado la actividad en la cabeza de playa de Puerto San Carlos, un estuario natural y de aguas mas o menos profundas, que penetra hondo en la isla Soledad, y que permite a los buques de gran calado aproximarse a la costa, desde donde decenas de barcazas mantienen un tráfico incesante desde y hacia la playa. Un constante trajinar de helicópteros también ayuda en la tarea.

En el fondo del estrecho corredor se encuentra el Establecimiento San Carlos, un conjunto de galpones de esquila y depósitos de la FIC (Falkland Island Company), en donde los Royal Marines y Para's han establecido su punto de partida para el asalto terrestre.

El terreno se desliza hacia las aguas en suaves pendientes tapizadas de verde turba y salpicadas por manchones blancuzcos y grises de las piedras. Sobre esas laderas y como respuesta a la amenaza latente de la aviación Argentina, numerosas baterías antiaéreas y lanzadores tierra aire Rapier han sido apostados.

Sobre todo los buques se ha reforzado la defensa montando ametralladoras, emplazadas sobre pasarelas y cubiertas. Miles de ojos escudriñan el cielo de sol a sol.

11:03
Gálvez aún vuela solitario recién desprendido del reabastecedor, cuando de San Julián despegan los Toro, son cuatro A-4C, liderados por el Capitán Jorge O. García, el Teniente Lucero como numeral dos, el Teniente Paredi al mando de la segunda sección y su numeral el Alférez Isaac. Un quinto aparato aborta la salida por humo en la cabina.

Tres bombas Mk-82 BRP penden de los vientres. Los halcones ascienden en el cielo de nubosidad fragmentada y con una visibilidad relativamente buena. Van en busca de Berlín que se haya en espera sobre el Meridiano 65° Oeste, al que alcanzan a las 11:45.

Completados los tanques tras la difícil tarea de empupar, los cuatro halcones dejan atrás a la venerable Chancha, que les ha dado de mamar, y descienden al ras de las olas 40 millas antes del blanco para iniciar la pierna final de aproximación al archipiélago.

Al bajar, la alfombra azul oscuro comienza a mostrar las crestas de un mar picado; sobre las cabezas un cielo hermoso.

Verificar panel de armamento, flujómetro de combustible, tacómetro sin oscilaciones. Las siluetas verde y gris se confunden con los penachos de espuma de las olas que chocan contra los primeros peñascos, preludio de la Gran Malvina. Van bordeando la margen norte de Bahía 9 de Julio, con rumbo 1-0-5° y ven, sobre la cima de los montes, como se enredan deshilachadas nubes estratiformes, que son el resabio de la neblina matinal que se ha levantado.

Por fin el Estrecho. Están seguros de no haber sido detectados, o al menos es preferible pensar eso porque de todas formas no pueden saberlo.

Ya sobre la isla Soledad, viraje por izquierda para rumbo 3-5-0°, formación cerrada con 50 metros de separación entre las aeronaves. Lucero mira por última vez su instrumental y ve que faltan cuarenta segundos para el blanco.

Ascienden para superar la última elevación del terreno, tras la cual se encuentra el objetivo y al saltar la cima se presenta ante ellos el gran espectáculo.

Ese segundo luego que el velo fuera corrido, el lapso entre el silencio de radio mantenido durante todo el vuelo y la orden dada por el jefe de escuadrilla, el instante en el que las imágenes se agolpan y ordenan a velocidad espeluznante en la mente del piloto. 500 pies sobre el terreno, 340 nudos, panel de armamento conectado, el dedo en el disparador, el chorro de adrenalina que fluye por todo el cuerpo, y cada bocanada de aire que llena los pulmones, y el cielo, y el mar y que pequeños que son entre tantas naves, y todo va a estallar ahora, y a donde va el jefe, y donde voy yo.

Media docena de buques se encuentran en la bahía desperdigados caprichosamente.
El reloj da las 12:25.

-¡Ahí están, al frente!... ¡Vamos!-

Grita García y los A-4 se pegan a la superficie y descienden por la ladera hasta caer sobre las aguas.

Lucero sigue al líder a su lado y ve una fragata a la derecha, con su proa amenazante apuntando hacia él. Un taconazo al pedal y desliza para poder centrarlo en su mira. Cuidado con el agua, un poco de inclinación de más y los planos tocarían la superficie, desintegrándose en un segundo.

Hunde el disparador, apenas unos disparos y los cañones se traban. Como si hubiera soltado el gancho de una caja de Pandora, la fragata abre fuego y al momento la bahía se llena de destellos y explosiones.

En la costa, los Royal Marines se incorporan y observan detenidamente lo que está por ocurrir. Un grupo de periodistas de la BBC que se encuentra allí, se afana en montar su cámara para poder seguir la evolución de los hechos. A la distancia el silbido de las turbinas llega tardío, ven las cuatro siluetas que se deslizan entre los buques y el valle entero revienta en explosiones y fuegos artificiales.

La dotación de un emplazamiento de misiles Rapier se alista velozmente. Las dos flechas que apuntaban hacia abajo se elevan y comienzan a oscilar, cuando el apuntador busca adquirir un blanco. Señal sonora, hay enganche.

-Target Locked... ¡Fire!-
Los dos misíles parten con un rugido de trueno y se suman al fuego de las naves.

Lucero ya está próximo al blanco, pulsa el disparador repetidas veces y las bombas se desprenden del vientre siguiendo su vuelo final al blanco, palanca todo atrás para saltar la obra viva del buque, instintivamente ladea el aparato para pasar entre los mástiles que cree están a su nivel. Ahora a salir de ahí, y en el preciso instante en el que sobrevuela la nave un terrible impacto bajo la nariz del A-4 lo sacude. Trozos de lo que fuera el radome pasan volando a los lados de la cabina y la brusca sacudida aumenta con cada fracción de segundo.

Los otros tres ya se alejan en espantada, balanceándose entre los busques y buscando la brecha para salir fuera del alcance del enemigo, seguidos de cerca por surtidores de espuma que marca su rumbo en el alejamiento, todos los cañones parecen apuntarles. Se alejan de Lucero pese a que éste trae potencia aplicada al máximo.

-¡Me la pegaron, me la pegaron Jefe!-

Inútil, pues el VHF se ha resentido con el impacto y no emite, no hay manera que García sepa que pasa con su numeral.

Las agujas del altímetro comienzan a trajinar marcando un perezoso descenso, el horizonte ladeado y manteniéndose recto a duras penas con la palanca toda atrás y a la derecha.

-...Esto es un flan...-

Es la mejor descripción de lo que sus comandos son ahora.
Humo en la cabina, el motor tironea como dudando el entregar potencia y el tacómetro pendulea tenebrosamente. Y esas vibraciones...

-...Se me van a soltar todos los alabes...-

El velocímetro marca una velocidad excesiva para la eyección segura, pero no hay opción. Aspira profundo, contrae cada músculo, aprieta la mandíbula, cierra los ojos y lleva las manos a la manija de eyección sobre su cabeza.

-...Chau amigazo de fierro...-

La presión del aire que inunda la cabina, el ruido y el cohete del asiento que se enciende y una sensación de estar girando dentro de un lavarropas.

-...No funcionó... Esto se la está pegando y yo me estoy muriendo...-

El Skyhawk envuelto en humo cae y se estrella en el agua y el silencio reina.

-...No hay dolor... Gracias Dios y decile a los míos que me perdonen...-

Sacudón, golpe de viento helado y ruido otra vez lo obligan a abrir los ojos y se da cuenta que está vivo, colgando del velamen del paracaídas que lo sostiene a menos de cien metros del agua.

Adiós paz y silencio, otra vez dentro del caldero, con el rugir del fuego antiaéreo y cayendo entre los buques, de los cuales el viento trae gritos y ordenes en lengua sajona.

La Avenger y la Fearless sangran sus heridas recién recibidas.

Sumergido en el agua. Con esfuerzo lucha por emerger y las aguas heladas comienzan a carcomerlo. Alcanza la superficie justo cuando la reserva de oxigeno se acaba y se desprende la mascarilla. Con las manos congeladas al primer contacto con el aire intenta inflar el chaleco y la balsa aunque sólo consigue lo primero.

-...Morir ahogado... Eso si que no...-

Lucero clama por ayuda pero su grito es absorbido por el entorno y siente que no es escuchado, para peor el grito se lleva su aliento y el frío que le contrae los pulmones no lo deja volver a recuperarlo.

Con un golpe en el casco de vuelo, un bote anuncia su llegada y con él el cañón de un fusil que amenazante lo apunta.

Lucero sanaría sus heridas y volvería al continente, a sus hermanos del Escuadrón, mas no a casa, pues nunca salió de ella realmente.

Los tres Toros restantes se alejan hacia el noroeste buscando las aguas abiertas de la boca norte del Estrecho de San Carlos. En principio separados, el jefe comienza a llamarlos pero solo Isaac y Paredi responden. A García lo escuchan pero no lo ven. De a poco se van reagrupando y entonces notan la ausencia de Lucero.

García, que iba algo más adelante del resto sale por frecuencia e informa:

-¡Tengo la luz de hidráulica de utilidad prendida... pero no importa, tengo el avión controlado, sigamos adelante!.-

La Coventry vuelve a entrar en conmoción, cuando el operador confirma tener un eco a la vista. Confirman libre de PAC la zona, no es propio el eco.

El trueno vuelve a rugir sobre la cubierta a proa del buque y las estelas blancas marcan la trayectoria de los misiles que van en busca de su destino final.

Isaac y Paredi no volvieron a escuchar a García y tuvieron que seguir adelante. Ya sobre el norte de la Gran Malvina, el vuelo comienza a ser tenso por otro motivo, el combustible. Isaac observa su indicador y le restan 1500 libras, deben llegar a la chancha.

En el instante en que Paredi es rebasado por Isaac le nota una cinta de color blanco que se desprende del plano izquierdo.

-Estás pinchado Turca.-

Le indica Paredi llamándolo por su indicativo y eso inquieta a más a Isaac.

El enlace radial con Berlín se produce cuando aún median 120 millas entre ambos.

-1200... No voy a llegar...-

-Turca a Berlín.-

-Adelante para Berlín.-

-Venga a mí jefe porque no me da el jugo.-


El contacto visual a 15 millas de distancia y con apenas 500 libras de remanente en los tanques, emociona al piloto que corre al mejor empupe de su carrera. El Hércules lo lleva así, en su regazo hasta dejarlo en la final de pista de San Julián.

RIO GALLEGOS
La sala de prevuelo bulle ininterrumpidamente desde la salida de los Marte, seis horas atrás. Dos escuadrillas inician la planificación en base a lo recibido en las ordenes fragmentarias 1236 y 1237. Se ha podido determinar la posición estimada de al menos dos buques enemigos que pululan en cercanías de la isla Borbón (al norte de la Gran Malvina) y próximos a la boca del Estrecho, las cuales se cree están actuando como trampa misilistica contra las incursiones a San Carlos.

A las 13:35 despega Rayo 2, un Lear Jet LR-35 del mítico Escuadrón Fénix, quien cumpliría la delicada tarea de Control Aéreo Avanzado, servir de nexo entre los distintos servicios de alerta y control, tanto en las islas como el continente, y los halcones.

Los seis pilotos intervinientes se arremolinan junto a un oficial de operaciones sobre la carta de navegación, para determinar la mejor penetración. Deciden ir por rutas ligeramente diferentes, para cubrir más terreno y no llevar "todos los huevos en una sola canasta".

La escuadrilla Zeus (1er Tte Velazco; Alf Barrionuevo) por isla del Pasaje hasta isla Borbón y de ahí aproximación final al objetivo. La escuadrilla Vulcano (Cap Carballo; Tte Rinke) lo haría por Bahía Nueve de Julio hasta isla Rasa y entonces al objetivo. Ese último tramo lo cubrirán casi a la par. Tras los cálculos de consumo se determina que la carga es suficiente para no tener que reabastecer en el tramo de ida.

Verifican la hoja de configuración, carga completa de munición para los cañones de 20 mm, full de combustible en el interno y los dos tanques externos que penden de las alas, una pepa Mk-17 BRP de 500 Kg en la estación ventral.

Entre las 14:00 y las 14:05 despegan cuatro de los seis previstos, dos abortan por falla y el resto sigue adelante. Primero altos para economizar, luego rasantes para evitar la detección.

Al descender y comenzar a volar próximo a las crestas de las olas, el líder Zeus, Capitán Carballo, comienza a notar que un velo de sal se va formando sobre el parabrisas, empobreciendo la visión. Recuerda entonces a ese sonriente mecánico, que lo recibió al pie de la escalerilla en Gallegos y que orgulloso le comentó:

-¿Le gusta como se lo deje jefe?-

Con gran esmero y buena voluntad había repasado el parabrisas, dejándolo brillante e inmaculado, sin reparar en el hecho de haber removido la solución, que el 1er Tte Bioquímico Haggi, había desarrollado para evitar la acumulación de sal marina. Pese a ello, y luego de la tensa navegación, puede apreciar al frente el contorno de los primeros islotes del archipiélago.

Llegaron los Zeus a Puerto Ruiseñor en la Gran Malvina, primer punto de notificación. Quebrando cautelosamente el silencio de radio, llama a Rayo para enterarse de cualquier cambio de posición en los blancos, o lo que sería peor, el movimiento de alguna nefasta PAC en las cercanías.

Sin novedad, se debería continuar entonces con la ruta prevista en el plan, que indicaba continuar a partir de Puerto Ruiseñor, sobre tierra, con rumbo norte hasta alcanzar Isla Rasa, un diminuto afloramiento rocoso al oeste de Isla Borbón, para luego encarar la etapa final tras la que iniciarán la corrida de bombardeo.

Observa la costra cada vez más prominente en el parabrisas, por el lateral divisa las estribaciones de los montes. Si continúa en línea recta sobre tierra como se le indicó tendría que sobrevolar las alturas del Monte Beaufort que en su punto más alto alcanza los 680 metros. En rasante y con la visibilidad reducida, las posibilidades de llevarse por delante un cerro son elevadas, por lo que decide apartarse algo al oeste de la ruta y mantenerse bordeando la costa y peinando las olas. Escalonado a la izquierda y algo más atrás va Rinke, bien pegado a la superficie e imitando a su líder como un espejo. Dentro de la pequeña cúpula de plexiglas, el casco blanco se agita de un lado al otro verificando que todo marche como debiera.

-¡Atento que hay una PAC entrando al sur por el Estrecho!-

El aviso, como el graznido de un tero, alerta a los halcones que dan un escueto comprendido y se preparan para el imprevisto. Aún están lejos pero no tanto.

Tras cruzar el brazo más alejado de la isla, y dejados atrás los peligrosos montes, tuercen su curso al este, en procura de acercarse más a la ruta original.

Isla Borbón al frente. La rodean por el oeste y bordeando su costa norte comienzan a acercarse a la boca del estrecho. Algunas millas más atrás y a la izquierda están los Vulcano.

15:20
Carballo, quien iba al frente, llega a la conclusión de que están próximos al objetivo y comienza a recorrer el horizonte con sus ojos en busca de las siluetas que ha memorizado hasta el hartazgo.

Allí están, inconfundibles. Una fragata clase 22 (HMS Broadsword), navegando hacia el nordeste y seguida de cerca por un destructor clase 42 (HMS Coventry), de cuya identidad no caben dudas, el cañón de 4,5 pulgadas a proa, detrás el amenazante lanzador gemelo Sea Dart, la enorme antena de radar, un mástil delgado adelante y una torre negra detrás, en el medio de éstas, la chimenea y los dos grandes radomos como tazas de café boca abajo.

En ese instante por los auriculares de los Vulcano, que iban dos minutos más atrás, surge la voz gangosa del líder Zeus quien le notifica a su numeral haber avistado el blanco e inicia la corrida. Carballo da plena potencia a su turbina y pulsando nuevamente el botón del VHF grita un estruendoso ¡Viva la Patria!

Ante esto, Velasco y Barrionuevo se preparan para atacar, pues ya están cerca. Conectan el panel de armamento y se ajustan las mascarillas de oxigeno, mientras, aguzan sus sentidos en busca de algún rastro que les confirme la presencia del enemigo y por algún motivo ambos han olvidan de momento la cercanía de la PAC de Sea Harrier, de la cual han sido alertados.

Dentro de los buques la convulsión es total. Toda la tripulación grita y corre de un lado a otro para preparar la respuesta, la alerta general suena incesante por los altoparlantes, en el puente de la Coventry, el Capitán David Hart-Dyke y algunos oficiales elevan sus binoculares en busca de los incursores y alcanzan a divisar dos puntos oscuros que se acercan veloces a estribor.

-¿A cual le tiramos señor?- Pregunta Rinke.

-Vamos a la de atrás que está menos defendida.-


Las naves incrementan su velocidad lo cual se puede percibir por los surtidores de blanca espuma que surgen de sus proas. Al instante ambas se cubren con una pantalla de fuego que produce numerosos surtidores en el agua, aunque aún los halcones no están dentro de su alcance. Es la advertencia.

Carballo tiene su parabrisas frontal totalmente nublado por la sal, pero por los paneles laterales puede ver bien. Se acerca más y más, el dedo ya sobre el disparador y cuando el buque se presenta nítido de una punta a la otra de su parabrisas la larga, saltando la estructura del buque con un margen algo más holgado. Pegado nuevamente a la superficie se escurre del enemigo mientras detrás se desata un poderoso estruendo.

Casi de inmediato le pregunta a su numeral:

-¿Pasó dos?.-

-¡Si señor... Acá detrás suyo y a la vista!-


Las bombas han alcanzado al destructor a proa de la banda de babor en un ángulo de 45 grados y se han incrustado muy en lo profundo, aún sin explotar.

-¡Tengo el blanco a la vista y estoy entrando!-

Anuncia entonces Velasco quien ya se prepara.

El Coventry, herido por alguna de las bombas de los Zeus se detiene en seco, con su proa aún apuntando al este, la Broadsword inicia un fuerte viraje a estribor con la intención de cubrirlo del nuevo ataque que se vislumbra en sus pantallas de radar.

Por encima de ellos, dos Sea Harrier (800 Squadron RN al mando del Lt Cdr Neil Thomas), los vienen siguiendo, pero antes de tenerlos a distancia de enganche de sus misiles Sidewinder reciben por radio el llamado del Coventry, ordenándoles abandonar pues están entrando a la zona de cobertura de sus baterías y temen un azul sobre azul (impactar uno de sus propios aviones).

De la proa surge un Sea Dart que se eleva casi vertical, envolviendo al buque en una espesa nube blanca que se suma a la del cañón de 4,5 que renueva su fuego intermitente con inusitada furia, ésta vez sobre los Vulcano.

Los Zeus, ya fuera del alcance de tiro de los buques inician un amplio viraje y se convierten en espectadores privilegiados del drama que va a acontecer en segundos.

Ven como los Vulcano se sumergen en el fuego antiaéreo y se aproximan, planchados sobre la superficie.

-¡El misil, mire el misil!-

Grita Rinke y ambos se quedan hipnotizados viéndolo, una corta llamarada anaranjada, casi blanca, seguida de una estela de humo gris marca el rumbo errático del proyectil, que tras su ascenso, busca en vano el objetivo que le han ordenado destruir, viborea unos instantes y termina alejándose.

En la Broadsword, el operador del Sea Wolf espera ansioso el enganche, la señal sonora surge, lo tiene y cuando va a pulsar el disparador...

El Coventry que maniobra a su lado se interpone en la línea de fuego y bloquea la señal.
El operador no puede dar crédito a sus ojos y el "¿what?" se le ahoga en la garganta.

Velasco, ya próximo a la Broadsword lanza su bomba, y franqueando los mástiles de la fragata se aleja. La bomba vuela rasante acercándose al agua. Va corta, rebota en un casi ridículo "patito" y se eleva, entra por la proa de abajo hacia arriba desgarrando la plancha de acero de la banda como si fuera de papel, a gran velocidad va perforando mamparos, provocando daños y focos de incendio. En la plataforma de vuelo de popa, donde el helicóptero Sea Linx se encuentra amarrado, se abre un orificio y la bomba, aún con velocidad, surge cercenando la nariz del Linx y ya detenida cae al agua del otro lado y sin explotar.

-¿Salió dos?-

-¡Si señor, y vi a su bomba pegar en el casco y el otro que tiene un agujero a la altura de la línea de flotación, tira humo negro!-


El griterío generalizado se propaga por la frecuencia, hasta que un llamado tajante del Vicecomodoro Pereyra a bordo del Rayo los pone en situación.

-¡Hacer silencio en la frecuencia!-

Allá en lo alto, los tripulantes del Lear Jet están demasiado tensos como para sentir algarabía y pueden poner orden. Aún los Sea Harrier andan sueltos por ahí y necesitan escuchar atentamente cualquier aviso que el radar de Malvinas les pueda dar.

Cerca de allí, en la isla Borbón, personal de tierra, hace un alto en su actividad y luego de presenciar el violento ataque, asiste al final.

El Coventry, moribundo, con severos daños, compartimientos inundados , sin energía ni comunicaciones agoniza durante 30 angustiantes minutos, mientras la Broadsword, a su lado y también dañada aunque de menor gravedad, la asiste en un intento inútil de detener el incendio. Termina por alejarse y dedicar su esfuerzo a socorrer a aquellos que ya abandonan el destructor, junto a varios helicópteros que se han sumado a la tarea.

Alrededor de las 16:00 de éste día martes, 25 de mayo de 1982, el HMS Coventry se convierte en tumba de guerra para diecinueve de sus tripulantes, destinados a descansar por siempre junto a Palaver, García y otros tantos más.

20 minutos más tarde y varias millas al noreste de la isla soledad, el portacontenedores Atlantic Conveyor se uniría a ellos también, víctima del segundo lanzamiento exitoso de Exocet por parte de la Aviación Naval.

Ahora el regreso, por separado y ascendiendo lentamente.

-Me quedé sin velocímetro.-

Acusa Rinke y Carballo comienza a temer por su "numeral de hierro" ya que así se le hará muy difícil perforar la capa de nubes en el retorno.

Con preocupación, barre lado a lado con su vista en busca de su compañero y al cabo de unos minutos divisa, atrás y a su izquierda, una estela de condensación.

-Ahí estás pibe, voy a vos.-

Al instante surge una segunda estela, no es Rinke. Mejor descender y meterse en la sopa (la capa nubosa) antes que los vean.

Viaje solitario y silencioso, con la adrenalina que afloja y el temor que sigue ahí. Las piernas se relajan y duelen, las manos tiesas, el sudor que se ha enfriado y produce escalofríos. Los minutos transcurren algo más lentos.

Al fin, al frente surge una línea parda en el horizonte, que quiebra el infinito azul que ha acompañado a los halcones a lo largo de su camino de retorno. La costa dentada y filosa de Santa Cruz se muestra con una indescriptible belleza, solo percibida por los ojos de aquellos que la han anhelado tanto.

A lo lejos, Carballo toma contacto con la pista de Gallegos, pulsa el micrófono y con apreciable emoción lo hace saber al control.

-¡En el día de la Patria, con pista a la vista... Regresando todos y con la misión cumplida!-

A lo que se suma la voz de otro halcón.

-Nunca pensé que la visión de una pista me parecería tan hermosa.-

Uno a uno los A-4B toman pista y la despejan en el primer rodaje a mano. Al llegar a la plataforma una marabunta de mecánicos, armeros y pilotos los reciben y los abrazos son interminables.

Esa noche, el asado tuvo lugar en el restaurante del ACA en Río Gallegos, al que asistieron los miembros del Escuadrón. Los empleados les llevaron el libro de oro para que firmaran todos los pilotos y ante un pedido de estos, el Capitán Carballo escribió a modo de encabezado:

"...Con Dios en el alma y un Halcón en el corazón..."
EL BALANCE - 25 DE MAYO 1982

-Salidas previstas: 22
-Abortadas: 3
-Cumplidas: 15

-Aviones derribados: 3
-A-4B: 1 (Cap Palaver †)
-A-4C: 2 (Cap García † ; Tte Lucero -eyectado-)

-Buques alcanzados: 5
-Destructor D-42 HMS Coventry (4100 ton.): HUNDIDO
-Fragata F-21 HMS Broadsword (4000 ton.): AVERIADA
-Buque de asalto anfibio HMS Fearless (12120 ton.): AVERIADO
-Fragata F-21 HMS Avenger (3250 ton.): AVERIADA
-Portacontenedores SUFT Atlantic Conveyor: HUNDIDO (Aviación Naval)

-Otros: 1
-Helicóptero Sea Linx (HMS Broadsword): DESTRUIDO

Fuentes:
Dios y los Halcones - Pablo Marcos R. Carballo, suplemento 9 Revista Siete Días. Marzo 1983.
Guerra aérea en las Malvinas - Benigno H. Andrada, Emecé Editores 3ra impresión. Marzo 1983.
Halcones sobre Malvinas - Pablo Marcos R. Carballo, Ediciones del Cruzamante. 1984
La batalla aérea de nuestras islas Malvinas - Francisco Pío Matassi, Revista de la Escuela Superior de Guerra Aérea N°166/167. 1990

(*) El 25 de Mayo de 1810 es una de las fechas patrias mas importantes para el pueblo argentino ya que en esa fecha se conformo el primer gobierno nacional.
REPERCUSION MUNDIAL:



Audio real - Misión del 25 de Mayo



Por rikydk