Por: Luza Alvarado columnista de Yahoo
Tenía diecinueve años, estaba de vacaciones familiares y hojeaba una revista de moda y belleza. Al ver a las chicas de piernas kilométricas y cutis de porcelana, dije en voz alta: "Qué horror, soy una gorda y jamás me veré bien en traje de baño". Mi hermana mayor se volvió y me advirtió: "En lugar de ver esas revistas deberías leer un poco de psicología. Está comprobado que mirar esas revistas por más de quince minutos produce ansiedad y depresión; es obvio que no te vas a ver como ellas y ellas nunca se verán como tú". Después se acercó, con su dedo índice tocó el centro de mi frente, me miró a los ojos con cariño y dijo: "Eres hermosa porque eres de verdad. Lo que ves en las revistas son fantasías para que la gente se sienta insegura y vaya al centro comercial a comprar el amor que le falta".
Con ese comentario mi hermana cambió para siempre mi percepción del consumo, las revistas, los atuendos y la belleza. Sin embargo, me tomó varios años revertir el efecto de rechazo a mí misma: había dejado de colocar mis inseguridades en el cuerpo, pero las había trasladado al campo del intelecto; entonces comencé a comparar mi creatividad y mis resultados en la universidad con los de otras personas. Fue entonces que empecé con crisis de gastritis, trastornos de sueño y una sensación permanente de nunca ser suficientemente buena, inteligente o valiosa.
De ahí a la tristeza no había más que un paso que, afortunadamente, di en la dirección correcta. Después de terapias, lecturas y talleres sobre autoestima, entendí que el afán de perfección es una utopía que puede convertirse en obsesión y disociarnos de nuestro espíritu, a tal punto que terminamos por enfermar.
Uno es lo que come, sí, pero también lo que ve, lo que siente, hace y piensa de sí mismo.
Ponerse en paz
En la cultura occidental crecemos pensando que tenemos que ser mejores de lo que somos, pero antes de saber lo que somos nos lanzan a una carrera de superación con metas impuestas desde el exterior. Me pregunto cómo sería nuestra vida si desde pequeños nos mostraran que podemos programarnos para ser quien queremos ser y no lo que otros esperan que seamos. Pasamos la vida luchando contra nuestra naturaleza para parecernos al modelo externo de perfección, per en el camino se quedan nuestros verdaderos anhelos.
Entre más alejados estamos de lo que realmente somos, más vulnerables nos sentimos; así, es fácil obsesionarse con ideales ajenos y vivir con el autoestima en el suelo porque nunca seremos "suficientemente" buenos para lo que sea.
Hay que entender una diferencia básica: una cosa es ser crítico con uno mismo y otra es rechazarse a sí mismo. Ser crítico admite conclusiones positivas que nos mantienen con los pies en la tierra y nos permiten modificar lo que nos hace daño. En cambio, ser obsesivos con un ideal de perfección nos lleva rechazarnos a nosotros mismos por principio, además de dejarnos vulnerables ante los mensajes negativos del entorno, incluyendo los de la publicidad y las comparativas absurdas que rigen nuestro sistema de valores.
Por salud
Rumiar sentimientos de insuficiencia no sólo afecta nuestro ánimo. Un estudio de medicina psicosomática hecho en Dinamarca, encontró que existe una relación real entre los pensamientos negativos (recurrentes) y la depresión del sistema inmune.
Por salud mental, física y espiritual, hace falta ser más compasivos, conocernos y aceptarnos tal y como somos. Hace falta ponernos en paz con nosotros mismos, vivir acorde con lo que somos y dejar de luchar para "encajar" en un molde.
No tenemos que quedarnos atrapados en los pensamientos negativos, podemos reprogramar nuestra mente para pensar y vivir de manera más realista. Pero nada ocurre por arte de magia, hay que tomar la responsabilidad, trabajar en uno mismo y ser pacientes. Revertir el pensamiento negativo toma su tiempo, pero vale la pena: los beneficios, sin duda, son a largo plazo.