El calendario de los santos se abre en este comienzo de año con la fiesta de María Santísima en el ministerio de su Maternidad Divina. Fue la primera fiesta mariana que apareció en la Iglesia occidental y comenzó a ser celebrada en Roma en el siglo IV.
Concebido por el Divino Espíritu Santo, Jesús, el hijo de María, vino al mundo para redimir a los hombres y recordar el amor incondicional de Dios por todos nosotros. María Santísima, la
Madre Virgen, también es paradójicamente la
Hija de su Hijo y modelo sublime de santidad. De Ella el Hijo de Dios tomó verdaderamente su carne y es realmente su Hijo.
Fue en el Concilio de Éfeso, en el año 431, que fue proclamado el dogma de la maternidad divina de María. Ese Concílio combatió las doctrinas de Nestorio, patriarca de Constantinopla, que defendia que en Cristo había dos naturalezas, la humana y la divina, pero distintas una de la otra. Y, en consecuencia, negaba la enseñanza tradicional de que la Virgen María pudiera ser la Madre de Dios, pues lo era únicamente de Jesús hombre. El Concilio explicitó que María es Madre de Dios
no porque el Verbo de Dios haya sacado de ella su naturaleza divina, sino porque es de Ella que Él tiene el cuerpo sagrado dotada de un alma racional, unido al cual, en su persona ,se dice que el Verbo nació según la carne (Cfr Denzinger 251).
El Papa afirma:
"Además de este sublime oficio de la Virgen, como de arcana y purísima fuente, parecen derivar todos los privilegios y gracias que tan excelentemente adornaron su alma y su vida. Bien dice Santo Tomás de Aquino: «Puesto que la Santísima Virgen es Madre de Dios, del bien infinito, que es Dios, recibe cierta dignidad infinita»
Es por ello que no puede aceptarse al Hijo sin aceptar a la Madre. En el evangelio de San Lucas (6,43) Jesus nos esclarece: Pues no hay árbol sano que de frutos podridos, ni hay a la inversa, árbol podrido que de frutos sanos. (San Lucas VI, 43) El Fruto de María es Jesús. Así, Ella lo trajo en su bendecido vientre y, consecuentemente, es Madre de Dios.
En la carta encíclica
Fulgens Corona, con la cual el Papa Pío XII conmemoró los cien años del dogma de la Inmaculada Concepción, es recordado que la maternidad divina de María constituye la más alta misión que existió después de la que recibió Cristo, en la tierra, y que esta misión exige la gracia divina en toda su plenitud. El Papa afirma: "
Además de este sublime oficio de la Virgen, como de arcana y purísima fuente, parecen derivar todos los privilegios y gracias que tan excelentemente adornaron su alma y su vida. Bien dice Santo Tomás de Aquino: «Puesto que la Santísima Virgen es Madre de Dios, del bien infinito, que es Dios, recibe cierta dignidad infinita."
Es por eso que no se puede aceptar al Hijo sin aceptar a la Madre. En el evangelio de San Lucas (6,43) Jesús nos enseña: Pues no hay árbol sano que dé frutos podridos, ni hay a la inversa árbol podrido que dé frutos sanos.
El Fruto de María es Jesús. Así, pues, Ella lo trajo en su bendecido vientre y, en consecuencia, es Madre de Dios.
(Traducido de
https://ipco.org.br/, 1 de enero de 2022)
Notas:
1. Para acceder al texto completo de la encíclica Fulgens Corona del Papa Pío XII, hacer clic en: https://es.catholic.net/op/articulos/15047/cat/643/pio-xii-fulgens-corona.html#modal
2. La fotografía que publicamos es la que ilustra una excelente recopilación de oraciones a María Santísima publicadas por el webcatólicojavier, a las que se puede acceder en:
http://webcatolicodejavier.org/oraciones.html