La fiesta de María Auxiliadora debe ser el preludio de la fiesta eterna que celebraremos juntos un día en el Paraíso
Hoy la Iglesia celebra a la Virgen proclamada como Auxilio o Ayuda de los Cristianos. Esta invocación se remonta al siglo XVI, precisamente al año 1571.
En aquella época, las fuerzas marítimas del emperador otomano, Xelin I, amenazaban a toda Europa, habiendo conquistado ya varias islas del Mediterráneo.
Ante el peligro, el Papa San Pío V, después de muchos esfuerzos, consiguió formar una Santa Liga formada por la República de Venecia, el Reino de España y los Caballeros de Malta y los Estados Pontificios para hacer frente al enemigo, que ya amenazaba la isla de Chipre. Esta armada estaba comandada por el príncipe español Juan de Austria.
Fue entonces cuando, gracias a las oraciones del Santo Pontífice y a la invocación de la Virgen como Auxilio de los Cristianos, los cristianos obtuvieron una contundente victoria contra los musulmanes el 7 de octubre de 1571, considerada un milagro, dada la disparidad entre las tropas moras y las cristianas. Esto llevó a San Pío V a incluir la invocación
Auxlium Christianorum en las letanías lauretanas.
Durante la diabólica Revolución Francesa, la religión no sólo fue prohibida a la primogénita de la nación, sino que fue cruelmente perseguida. Cuando Napoleón Bonaparte asumió el poder, restauró el catolicismo anulando las leyes revolucionarias de proscripción, permitiendo así que los sacerdotes que no se habían adherido al juramento cismático de la Revolución volvieran a sus iglesias. También devolvió a los obispos las catedrales, las parroquias y los seminarios.
Sin embargo, embriagado por sus triunfos y con una ambición desmedida, el corso comenzó a exigir al Papa Pío VII cosas que éste no podía conceder, lo que dio lugar a nuevos conflictos con la Iglesia.
Hacia el año 1809, Pío VII excomulgó entonces a Napoleón por querer dominar no sólo el mundo, sino también la Iglesia. La respuesta del tirano fue hacer secuestrar al Papa y llevarlo a Francia, donde estuvo incomunicado en el castillo de Fontainebleau desde 1809 hasta 1814.
La Iglesia quedó entonces como "acéfala" y los cristianos de todo el mundo rezaron sin cesar a Dios para que pusiera fin a esta calamidad. Por su parte, Pío VII recurrió a la intercesión de Nuestra Señora Auxiliadora, prometiendo coronarla tan pronto como fuera liberado.
Fue entonces cuando, bajo la presión de las naciones tras su derrota en Leipzig (1813), Napoleón liberó al Sumo Pontífice.
Cuando el emperador derrotado firmó su abdicación en 1814, irónicamente, lo hizo en el mismo castillo donde había mantenido prisionero a Pío VII durante casi cinco años.
Así, el 24 de mayo de 1814, el Papa, acompañado por una gran multitud, entró en Roma, y cumplió su voto coronando la imagen de la Virgen. En señal de agradecimiento, instituyó, el día de su entrada triunfal en la capital de la cristiandad, la fiesta de Nuestra Señora Auxiliadora.
Más tarde, cuando el Beato Pío IX promulgó el dogma de la Inmaculada Concepción mediante la Bula Ineffabilis Dei, en 1854, hizo una mención indirecta a Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos con estas palabras: "María es la más fiel y poderosa auxiliadora y mediadora y reconciliadora de toda la tierra con su Hijo unigénito".
Más tarde, el gran San Juan Bosco, fundador de la Congregación de los Padres e Hijas Salesianos de María Auxiliadora, puso su obra bajo la protección de Nuestra Señora Auxiliadora.
El amor de Don Bosco por la Virgen bajo esta advocación fue tan grande que llegó a ser conocida también como la Virgen de Don Bosco, y su devoción, con sus hijos, se extendió rápidamente por todo el mundo. La invocación "Auxilio de los cristianos" es la forma pública y social de mediación que la Santísima Virgen ejerce no sólo a favor de las personas, instituciones y países, sino también para el bien de toda la Iglesia católica, especialmente en los momentos más trágicos de la humanidad y en los períodos más difíciles de la Santa Iglesia, como los que estamos atravesando.
Oraciones a María Auxiliadora
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN
¡Oh Santísima e Inmaculada Virgen María, tiernísima Madre nuestra y poderoso Auxilio de los Cristianos! Nosotros nos consagramos enteramente a tu dulce amor y a tu santo servicio. Te consagramos la mente con sus pensamientos, el corazón con sus afectos, el cuerpo con sus sentidos y con todas sus fuerzas, y prometemos obrar siempre para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.
Tú, pues, ¡oh Virgen incomparable! que fuiste siempre Auxilio del Pueblo Cristiano, continúa, por piedad, siéndolo especialmente en estos días. Humilla a los enemigos de nuestra religión y frustra sus perversas intenciones. Ilumina y fortifica a los obispos y sacerdotes y tenlos siempre unidos y obedientes al Papa, maestro infalible; preserva de la irreligión y del vicio a la incauta juventud; promueve las vocaciones y aumenta el número de los ministros, a fin de que, por medio de ellos, el reino de Jesucristo se conserve entre nosotros y se extienda hasta los últimos confines de la tierra.
Te suplicamos ¡oh dulcísima Madre! que no apartes nunca tu piadosa mirada de la incauta juventud expuesta a tantos peligros, de los pobres pecadores y moribundos y de las almas del Purgatorio: sé para todos ¡oh María! dulce Esperanza, Madre de Misericordia y Puerta del Cielo.
Te suplicamos, gran Madre de Dios, que nos enseñes a imitar tus virtudes, particularmente la angelical modestia, la humildad profunda y la ardiente caridad, a fin de que, por cuanto es posible, con tu presencia, con nuestras palabras y con nuestro ejemplo, representemos, en medio del mundo, a tu Hijo, Jesús, logremos que te conozcan y amen y podamos, llegar a salvar muchas almas.
Haz, ¡oh María Auxiliadora! que todos permanezcamos reunidos bajo tu maternal manto; haz que en las tentaciones te invoquemos con toda confianza; y en fin, el pensamiento de que eres tan buena, tan amable y tan amada, el recuerdo del amor que tienes a tus devotos, nos aliente de tal modo, que salgamos victoriosos contra el enemigo de nuestra alma, en la vida y en la muerte, para que podamos formarte una corona en el Paraíso. Así sea.
OFRECIMIENTO
Enséñame, oh María Auxiliadora, a ser dulce y bueno en todos los acontecimientos de mi vida; en los desengaños, en el descuido de otros, en la falta de sinceridad de aquellos en quienes creí, en la deslealtad de aquellos en quienes confié.
Ayúdame a olvidarme de mí mismo para pensar en la felicidad de otros; a ocultar mis pequeños sufrimientos de tal modo que sea yo el único que los padezca.
Enséñame a sacar provecho de ellos, a usarlos de tal modo que me suavicen, no me endurezcan ni me amarguen; que me hagan paciente y no irritable; que me hagan amplio en mi clemencia y no estrecho y despótico. Que nadie sea menos bueno, menos sincero, menos amable, menos noble, menos santo por haber sido mi compañero de viaje en el camino hacia la vida eterna. Amén.
NOVENA DE CONFIANZA
Madre amable de mi vida auxilio de los cristianos, la pena que me atormenta, pongo en tus divinas manos. Dios te salve María...
Tú que sabes mis congojas, pues todas te las confío, da la paz a los turbados y alivia el corazón mío. Dios te salve María...
Y aunque tu amor no merezco, no recurriré a Ti en vano, pues eres madre de Dios y auxilio de los cristianos. Dios te salve María...
Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección haya sido abandonado; animado con esta confianza, me presento a ti. ¡Oh Madre de Dios!, no desoigas mis súplicas; escúchalas y acógelas benignamente, ¡oh clemente, oh dulce Virgen María! (Pedir la gracia que se desea y rezar una Salve)