Los que van a morir te saludan - ¿FUTBOL O RULETA RUSA?
Por bienaventurados
  
Jueves, 20/05/2021
Nadie se muere si se suspende el fútbol, pero por fuera de este submundo de fantasía miles de personas caen por el covid.
Aunque esto poco importe a quienes creen, como el caudillo oriental, que "los de afuera son de palo".
JOSE ALBARRACIN

Según afirma Anthony Burgess -que algo sabía de antropología-, el primer partido de fútbol se jugó empleando como balón la cabeza de un enemigo muerto en batalla. Y luego decapitado, desde luego.
Este entretenimiento de soldados victoriosos luego creció hasta transformarse en pasión de multitudes, y pingüe negocio para unos pocos. Por supuesto, tuvo primero que mediar la intervención de los ingleses victorianos que, en el siglo XIX, decidieron reglamentar todos los deportes para evitar excesos pasionales. Y es que los ingleses siempre han sido muy apegados a respetar las normas, y que lo digan si no los ocupantes del General Belgrano durante la Guerra de Malvinas.

Morituri.
El principio es el mismo que el de los combates de gladiadores en el circo romano: una metáfora de la guerra para entretener al pueblo. O distraerlo. O provocar su catarsis, en el mejor de los casos. En el caso romano la cosa no era tan metafórica, ya que los gladiadores efectivamente morían en la arena, de ahí que se les atribuya haber saludado al César, antes de la lid, con la frase "Morituri te salutant" ("Los que van a morir te saludan").

A la luz de los últimos acontecimientos, probablemente la Asociación del Fútbol Argentino debería contemplar la posibilidad de adoptar ese slogan, a ser recitado por los jugadores antes de comenzar sus partidos ante las cámaras de televisión.
Este fin de semana se llevó a cabo ante la vista de todos -al menos, de todos los que tienen abonado el costoso "paquete" televisivo- un partido en el cual uno de los equipos presentó un elenco alternativo, por cuanto en su plantel se habían registrado una veintena de contagios de coronavirus. El hecho no debería ser sorpresa, ya que ese elenco venía de jugar un encuentro internacional en Colombia, país donde la fuerte movilización popular contra el gobierno hace muy difícil garantizar el aislamiento social preventivo.

Todo legal.
Como es bien sabido, el fútbol es un mundo aparte, que no se rige por las normas que sigue el resto de los mortales. De hecho, tampoco respeta las reglas de su propio reglamento: durante el partido del domingo se convalidó un gol viciado de nulidad, y se omitió expulsar a tres jugadores que cometieron faltas violentas, más propias del Coliseo que de la Bombonera.
Esta anomia ocurre desde hace tiempo: los clubes y asociaciones de este deporte tienen prohibido llevar sus litigios a los tribunales ordinarios. Y cuando se lleva a cabo un campeonato mundial, la FIFA exige que se le garantice a su estructura una considerable inmunidad respecto de las normas internas del país organizador.
Pero que esta impunidad se traslade a las normas sanitarias instauradas con motivo de la pandemia, ya roza con lo criminal. En cualquier otro contexto laboral, una persona que comparte una larga jornada con un infectado por el virus, pasa a ser considerado "contacto estrecho", y es sometido a un estricto aislamiento sanitario.
El domingo pasado, por ende, el equipo afectado no se encontraba en condiciones de presentarse, mucho menos considerando que la práctica de cualquier deporte aumenta exponencialmente el famoso "spray" de secreciones bucales y nasales.
Dicho y hecho, al día siguiente se conoció que algunos de los jugadores que sí participaron del encuentro lo hicieron afectados por el virus, exponiendo así al contagio tanto a los rivales como al resto de las personas que trabajan en estos espectáculos, en los clubes, en la prensa, en la seguridad.

Como el avestruz.
Podrá decirse que el protocolo instaurado garantiza testeos frecuentes, y que los jugadores, deportistas jóvenes y saludables, tienen escasa probabilidad de contraer una enfermedad grave, aún cuando sufran el contagio.
Esta perspectiva de avestruz, pasa por alto que con las nuevas variantes del virus, la juventud ha dejado de ser un reaseguro. Y que, aún cuando el universo de deportistas pueda considerarse a salvo, no puede decirse lo mismo de sus familias y sus entornos sociales, que incluyen a personas de edad avanzada o con otros riesgos sanitarios.
Que a la luz de estos últimos acontecimientos se haya ratificado la realización, en nuestro territorio, de un torneo continental de fútbol, que implicará la movilización de planteles provenientes de países con situaciones sanitarias aún peores que las locales, resulta directamente incomprensible.
Como lo demuestra la experiencia del año pasado, nadie se muere si se suspende el fútbol. Por el contrario, todos los días mueren cientos de personas debido al coronavirus. Pero esto poco les importa a los actores de ese mundo paralelo, donde la anomia es la norma, y donde se considera -parafraseando a un célebre caudillo futbolero oriental- que "los de afuera son de palo".


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