Los niveles de hormonas tiroideas repercuten en el estado emocional de las personas que lo padecen, mucho más allá de los síntomas físicos. De hecho, cada vez hay mayor evidencia que tratando las disfunciones tiroideas, algunos trastornos psicológicos mejoran e incluso desaparecen.
Los síntomas físicos que acompañan a una disfunción tiroidea, podemos identificarlos. A estas señales se unen también un conjunto de alteraciones del estado de ánimo que debemos tener en cuenta a la hora de valorar la enfermedad en su conjunto.
La glándula tiroides participa en multitud de procesos y funciones de nuestro organismo y en consecuencia también en los procesos cognitivos.
Nuestro cerebro está influenciado por todas las hormonas. Las hormonas sexuales y la hormona tiroidea, tienen una gran participación en nuestros cambios de humor. Esto se expresa, primero en la adolescencia, cuando comienzan a aumentar las hormonas sexuales en hombres y mujeres, y luego se manifiesta en la menopausia femenina, cuando declinan.
Por otra parte, la libido está mediada por la testosterona, para hombres y mujeres. En ambos, a partir de los 45 años, comienza la disminución de la DHEA, hormona precursora de la testosterona, que sale de la glándula suprarrenal. Este cuadro se denomina adrenopausia, y provoca un descenso (que no llega a ser una anulación) de la suprarrenal. Sin suprarrenal no podríamos vivir, y si bien está siempre funcionando, lo hace más lentamente.
Los hombres no padecen la carencia de la testosterona, porque tienen su principal fuente en los testículos. Sin embargo, en la mujer se nota su insuficiencia en la menopausia, porque genera una caída de su libido. Esto no solo se evidencia a nivel sexual, sino que también se representa con la falta de ganas y una leve depresión.
Al respecto, podemos decir que la hormona tiroidea es fundamental en el estado de ánimo y en la energía. Sus niveles repercuten en el cambio emocional, mucho más allá de los síntomas físicos. De hecho, cada vez hay mayor evidencia de que tratando las disfunciones tiroideas, algunos trastornos psicológicos mejoren e incluso desaparezcan. La importancia de esta hormona está dada porque participa en multitud de funciones de nuestro organismo, y también en los procesos cognitivos.
Las hormonas tiroideas pueden actuar a nivel del Sistema Nervioso Central, modulando el número de receptores a la adrenalina, tanto en la corteza cerebral como en el cerebelo. Por eso, la depresión que acompaña al hipotiroidismo es debida, en parte, a una deficiencia de adrenalina.
Asimismo, la serotonina cerebral disminuye en el hipotiroidismo y aumenta en el hipertiroidismo. De esta forma, los cambios en la concentración de serotonina intracerebral podrían explicar la sintomatología anímica de pacientes afectados por disfunción tiroidea y, en particular, por hipotiroidismo.
Por otra parte, la deficiencia de tirosina podría generar un cuadro de depresión, en el caso de dietas extremas, porque se consumen muy bajas calorías y puede haber deficiencia de aminoácidos. Se trata de un aminoácido secundario que se sintetiza en nuestro cuerpo a partir de la fenilalanina.
Ya sea por falta de fenilalanina o por fallas del metabolismo de la fenilalanina a tirosina (fenilcetonuria), no podemos llegar a tener niveles normales de dopamina ni de adrenalina, que son los neurotransmisores del entusiasmo, la euforia, la alegría y la libido. Por lo tanto, si hubiera falta de tirosina, ya sea por errores metabólicos, por una dieta exigente o por desnutrición, la depresión es la regla.
El Estrés
El estrés emocional tiene consecuencias en el sistema endocrino. Su descubridor, Hans Selye, describió cuatro fases del estrés, y en la dos y la tres, explicó que comienza una complicación suprarrenal con disminución de la testosterona, por agotamiento.
El hipertiroidismo genera un estrés oxidativo y también un estrés emocional, con extenuación de las reservas de neurotransmisores. Por lo tanto, hay que tener muy en cuenta que cuando se genera un nivel de hormonas tiroideas excesivo, paralelamente hay una cantidad desmesurada de radicales libres que van a consumir todo nuestro sistema antioxidante, de forma leve, moderada o grave.
Esto se revierte con el tratamiento del hipertiroidismo, y luego hay que suplementar las carencias nutricionales, con zinc, selenio, manganeso, vitamina C, vitamina E, porque se ha hecho un uso excesivo de las reservas.
Debemos destacar que luego de un hipertiroidismo severo, también podemos quedar con carencias de neurotransmisores por el estrés emocional.
La depresión se puede asociar a un estrés grave, a la falta de energía neuronal por hipotiroidismo y a deficiencias nutricionales (como por ejemplo de omega 3 y vitamina C).
El hipotiroidismo se puede confundir con un cuadro depresivo. ¿Por qué? Porque la hormona tiroidea en el cerebro, al igual que en el resto de organismo, genera la energía que sale de la mitocondria, que es la usina eléctrica de la neurona. Por lo tanto, si hay falta de hormona tiroidea, la mitocondria va a funcionar lentamente y la persona, a nivel cerebral, tendrá una disminución en su atención, en su concentración y en su memoria. A su vez, tenderá a dormir más y a estar somnolienta. Por estas razones, puede diagnosticarse equivocadamente una depresión. Pero, si se determina tempranamente el hipotiroidismo y se trata, se sale rápidamente de este cuadro.
Por otro lado, cuando la hormona tiroidea presenta un exceso, también genera un desbalance cerebral. Al poner la maquinaria de energía a un ritmo que exceda su natural comportamiento, puede generar un agotamiento neuronal: primero habrá irritabilidad, ansiedad e insomnio, y luego falta de concentración, atención y memoria. Además, tanto en el caso del hipotiroidismo como en el hipertiroidismo, la libido tiende a bajar.
Cualquier persona puede padecer una disfunción tiroidea. Las consecuencias emocionales se reducirán si se realiza un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado.
Autora: Dra. María Alejandra Rodríguez Zía
Médica clínica y endocrinóloga (M.N 70.787)