Nuestros lectores conocen bien la importancia que la noción de Cristiandad ocupaba en el pensamiento de Plinio Corrêa de Oliveira. De ese modo él designaba el conjunto de pueblos y naciones que, en la Edad Media, bajo el influjo de la Santa Iglesia, constituyeron una verdadera familia. Sin peder las características propias y sin perjuicio de las autonomías y franquicias de las que eran celosos, los integrantes de la Cristiandad estaban hermanados en la misma Fe y dieron origen a la verdadera Civilización Cristiana.
Comprendían que esta Tierra es un valle de lágrimas y no caían en el error utópico de pretender hacer de la misma un paraíso sino que tenían como ideal transformarla, en toda la medida de lo posible, en una verdadera imagen del Paraíso celestial. Lo que los inspiraba eran las palabras del Padre Nuestro:
Venga a nosotros vuestro reino, sea hecha vuestra voluntad así en la Tierra como en el Cielo.
El ideal de la Cristiandad tema que el insigne periodista aborda con seguridad- es confrontado con el mundo actual, cada vez más sin rumbos ni esperanzas terrenales. Y la solución para ese vacío consiste en inspirarse en ese ideal para cumplir la voluntad de Dios.
El retorno de la sociedad a la Cristiandad es el mejor medio para impedir la práctica del aborto y el reino del terrorismo LGBT
Graves problemas morales están destruyendo nuestro país. Para muchos, eso queda patente en los hogares deshechos, los abortos provocados, las comunidades destruidas y la pérdida de la Fe.
Se acierta al señalarse los problemas, pero se cometen errores al buscar soluciones para los mismos. Algunos no los entienden correctamente porque buscan soluciones sin apuntar a sus causas. Otros buscan una salida haciendo el mínimo esfuerzo posible.
En los tiempos políticamente correctos que vivimos, las personas son inducidas a no ofender a nadie con sus propuestas. Así se excluye automáticamente la única solución real para los problemas actuales: el retorno a la Cristiandad. Están dispuestas a considerar toda otra solución por más absurda o improbable que sea- siempre y cuando no sea el retorno a la Cristiandad.
¡Cristiandad! Puede parecer chocante esta idea, que hoy en día juzgamos muy anticuada, pues vivimos en una era era post-cristiana.
Sin embargo, la gravedad de los problemas contemporáneos exige considerar el asunto. Si quisiéramos superar la actual crisis necesitamos con la mayor urgencia una Civilización Cristiana. Esa es una propuesta que, por lo menos, debe ser tomada en consideración.
Una propuesta rechazada
Como nuestros problemas son morales, nuestras soluciones también lo deben ser. El rico tesoro del pensamiento occidental y la enseñanza tradicional de la Iglesia prueban que la Ley Natural y la moralidad cristiana son las normas más adecuadas a nuestra naturaleza humana y social.
Nuestra mayor felicidad puede ser encontrada en instituciones y estructuras sociales que nos conduzcan al fin para el cual fuimos creados, es decir, Dios. Así, debemos naturalmente tender hacia la Cristiandad.
Todos, cristianos y no cristianos, encuentran las mejores condiciones para prosperar dentro de una familia de naciones que, en este valle de lágrimas, facilite la virtud y promueva la armonía social. Pero casi todos evitan esa conclusión. Desde hace mucho somos llevados a rechazar esa línea de pensamiento:
Anything but Christendom
ABC (cualquier cosa, menos Cristiandad). En el campo político, ese extraño
Síndrome del ABC se aplica a la izquierda, a la derecha y al centro. Abarca a nuestro país tanto en el campo secular como en el religioso. Una rígida tiranía impide a quien sea pensar fuera del espectro materialista.
El Síndrome del ABC y el espectro político
Cada sector político tiene sus argumentos para negar a la Cristiandad. Según los liberales radicales el Síndrome del ABC tiene sentido, pues se resienten con todo y cualquier límite moral a sus actos y no les importan sus consecuencias perjudiciales. El placer individual reina sobre todas las cosas, independientemente de la autodestrucción o de la muerte de los bebés. Así, un código moral cristiano representaría una restricción moral insoportable a sus deseos de hacer, pensar y ser lo que quieran. Su variante del Síndrome del ABC consiste en permitir todo, menos la Cristiandad. Por ejemplo, que se use toda y cualquier letra del alfabeto LGBTQ +, pero que nunca se utilice la C para Cristiandad.
Los de derecha tienen un abordaje diferente. Encontramos cristianos que verdaderamente desean un código moral fundamentado en los Diez Mandamientos, pero no osan proponer la Moral cristiana, porque las personas y los mass media que se oponen a esos principios dan la impresión de constituir una aplastante mayoría. Así, según ellos no existe la posibilidad de que triunfe la Moral cristiana, razón por la cual se conforman con la idea de que la sociedad se debe regir por el principio cualquier cosa, menos Cristiandad. Esos cristianos giran alrededor de todas las cuestiones relacionadas con la Cristiandad, pero nadie osa mencionar la palabra.
Están los radicales moderados, que desean pasar por no radicales. En su radicalismo, esos extremistas de la moderación eliminan todas las referencias morales del debate. Prefieren ajustarse al status quo, evitando por completo la cuestión de la Cristiandad. en la medida en que la sociedad se desmorona, ese esfuerzo se vuelve ilusorio e ineficaz.
Son tres las principales falacias instrumentalizadas para justificar el Síndrome del ABC
Imponiendo la voluntad cristiana a otros
La primera falacia es la creencia equivocada de que proponer la Cristiandad equivaldría a querer imponer la Fe a los no creyentes. Los liberales piensan que establecer límites morales significa imponer a los demás el Cristianismo. Sin embargo, los mismos liberales no tienen escrúpulo alguno en imponer su voluntad anticristiana a los cristianos, por ejemplo, en fiestas cristianas como la Navidad. Tampoco tienen escrúpulos en hacer tragar a la sociedad el mundo de perversiones divulgadas en Drag Queen Story Hour , a pesar de las protestas de padres preocupados.
Por su propia naturaleza, la fe no puede ser impuesta pues es un obsequio de Dios. Así, los cristianos ni siquiera consiguen imponer su fe a aquellos que no creen Sin embargo, ellos pueden y deben promulgar leyes razonables fundamentadas en la Ley Natural, la cual exige límites morales para formar una sociedad justa y armónica. Desde Aristóteles, los moralistas enseñaron que esa Ley Natural es válida para todos los tiempos, lugares y pueblos. Al defender esos límites morales en la ley, los cristianos simplemente obedecen a la naturaleza de toda ley, restringiendo en pro del bien común aquello que les es permitido hacer a los individuos.
Al proponer la Cristiandad, no estamos imponiendo sino volviendo a un orden que se ajusta a nuestra naturaleza humana y que favorece nuestro desarrollo y santificación. Por el contrario, cuando la izquierda aplica su agenda de cualquier cosa, menos Cristiandad, impone a la sociedad un sistema que la arruina.
Desesperadamente desactualizado
La segunda falacia es que el estado actual de la sociedad está tan distante de la Cristiandad, que es impracticable proponerla. De acuerdo con esta información falsa, la agenda cristiana está irremediablemente desactualizada en los tiempos postmodernos.
Ahora bien, el hecho concreto es que no existe nada más desactualizado que la agenda anticristiana de hoy. Tal como el pensador católico Plinio Corrêa de Oliveira señala a título de ejemplo, no existe novedad alguna en el divorcio, en el aborto provocado, en el nudismo y en la depravación moral. La mayoría de las propuestas modernas no son sino vicios paganos reciclados de la Antigüedad. Además, nada más extraño a nuestra herencia cristiana americana que el surgimiento abrupto del transgénero o la corriente de los movimientos satánicos.
De hecho, la mayoría de los norteamericanos se identifica con un retorno a nuestras raíces cristianas y tiene problemas para adaptarse a las barbaries más recientes propuestas por una cultura neopagana. El debate no debe centrarse en la antigüedad de las ideas propuestas sino en sus méritos. Es tonta y equivocada la exclusión automática de ideas cuando algunos afirman que están desactualizadas. Lo único que interesa es si las mismas son verdaderas o falsas.
Largo período para cambiar
Existe también la falacia de que es imposible cambiar la sociedad rápidamente, sobretodo cuando la mayoría de las personas parece posicionarse en lo opuesto a una civilización cristiana. Para quienes sustentan esa afirmación errónea, una restauración cristiana sería, en la mejor de las hipótesis, un esfuerzo inútil.
Una vez más ese argumento elude el mérito de las ideas, concentrándose en la practicidad de implementarlas. Sin embargo, como lo probaron las últimas elecciones, los electores cambian de posición cuando están convencidos de la necesidad de cambiar. Y esa falacia es tan falsa como las dos anteriores. Por ejemplo, ideas simpáticas como la del home schooling (enseñanza en casa) cambiaron a individuos y familias drásticamente y en poco tiempo.
También las sociedades pueden cambiar rápida y radicalmente. Consideremos la revolución sexual. En la década de 1960, cambiaron radicalmente las costumbres, las modas y los modos de ser de toda una generación. En los años 50 la mayoría de las personas no era hippie, pero muchas adoptaron costumbres hippies en los 70 cuando las mismas se difundieron.
La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de pueblos enteros, aplastados por el paganismo, que rápidamente se convirtieron a la fe católico por los esfuerzos de los hombres y por la acción de la gracia. Esos pueblos cambiaron sus vidas en bloque, adoptando costumbres cristianas en poco tiempo.
Las personas cambian su modo de ser cuando las épocas son vacías y las ideas están agotadas. De hecho, es precisamente en tiempos como los nuestros cuando los grandes ideales, como el de la Cristiandad, resultan más atractivos.
Donde Cristo es Rey
Así, ha llegado el momento de defender a la Cristiandad. Ello debe ser hecho abiertamente, sin subterfugios y con entusiasmo. Hoy en día muchos ni siquiera saben qué es la Cristiandad. De hecho, el Síndrome del ABC representa viejos preconceptos liberales que distorsionan la verdadera naturaleza de una sociedad cristiana. Durante mucho tiempo nuestra sociedad superficial y materialista suprimió las nociones de admiración y sacralidad que corresponden a los deseos más profundos del alma. En el debate sobre la Cristiandad se toca algo muy profundo: el vacío de nuestra sociedad nihilista, que no encuentra sentido o finalidad en la vida.
Antes que nada, la negación de la propuesta de Cristiandad es algo fatal, pues significa la opción para continuar en el descenso hacia una anti-cristiandad de anarquía y descontrol. Ese anti-régimen ya es señalado en los designios sombríos de la Antifa [conglomerado norteamericano de asociaciones radicales de izquierda antifascista], de anarquistas y de movimientos satánicos que exigen un mundo sin moral. Ellos defienden la destrucción de nuestra nación y la persecución de quienes mantienen la Fe.
Estos son temas que deben ser discutidos. No debemos tener miedo de proclamar nuestro deseo de ver a Jesucristo como Rey. Innumerables Papas describieron a la sociedad cristiana como siendo aquella que afirma el reinado social de Cristo. en su Encíclica Quas Primas, Pío XI afirma:
"Si los hombres, pública y privadamente, reconocen la regia potestad de Cristo, necesariamente vendrán a toda la sociedad civil increíbles beneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia."
Únicamente en una Cristiandad podremos tener una sociedad verdaderamente justa para todos.