De zanjas, grietas y abismos

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lourdesLunes, 27/12/2021

Había una vez un hombre pobre que vivía en la puerta de la casa de un hombre rico. Mientras éste celebraba banquetes y fiestas, el otro se quedaba en compañía de los perros y con las ganas de comer. Ambos murieron. El pobre fue llevado al lado de Abraham y el rico a un lugar de tormentos. El rico rogó a Abraham que le envíe al pobre para llevarle algo de consuelo. Pero Abraham le explicó que era imposible acercarse el uno al otro, porque un gran abismo los separaba
Como muchos se habrán dado cuenta, esta es parte de una de las historias que contaba Jesús (pueden leerla en Lucas 16, 19-31). La historia continúa, pero yo me detengo en este punto porque quisiera reflexionar sobre esta imagen del abismo que se extiende entre el rico y el pobre cuando están en la morada de los muertos. ¿Por qué esa separación? ¿Quién la creó o cuándo se formó? La parábola no responde estas preguntas, pero yo creo que la historia nos sugiere que ese abismo se fue formando por la indiferencia con que el rico vivió. El pobre vivía a su puerta, en una proximidad física, pero él no compartió ni las sobras de sus banquetes y tal vez nunca lo miró ni le habló. Con la cerrazón de cada día, con la ignorancia con que lo trató, se fue creando una distancia tan grande que luego se convirtió en abismo imposible de cruzar.
Tal vez muchos hemos experimentado esta situación en carne propia: nos vamos alejando de alguien, primero dejando de frecuentarnos, luego dejando de hablarnos, tal vez con un rencor que nos va endureciendo, más tarde evitando directamente vernos
hasta que se forma una distancia tal que es casi imposible el encuentro. Muchas veces los desencuentros se van cocinando a fuego lento, con mucho tiempo, y sin darnos cuenta el abismo se instaló y ya es muy difícil cruzarlo. ¡Qué distinto sería si actuáramos a tiempo!, si empezáramos a hacer algo cuando hay sólo una zanja, que con un simple salto se supera. Cuando se convierte en grieta, la cosa es más complicada, pero aún hay mucho por hacer. Pero cuando dejamos que se forme el abismo
Al pensar el lema con el que peregrinaremos a Santos Lugares y que nos acompañará en nuestras fiestas patronales, elegimos esta idea: Junto a María, tendamos puentes para el encuentro. Nos pareció que la imagen del puente tiene mucho para decirnos en estos tiempos. Un puente se construye cuando hay dos lugares que están separados: puede ser un por un río, por un cañadón, por una vías o por una ruta. El puente, por eso, es el reconocimiento de que hay algo que divide, pero a la vez es la posibilidad de superar esa división.
En nuestro país, nuestra sociedad, nuestra comunidad y nuestras familias, hay muchas cosas que nos dividen, que nos distancian, y provocan desencuentros e incomprensiones. Hay zanjas y grietas que corren el peligro de volverse abismos. Por eso, queremos pedirle a María que nos ayude a tender puentes de encuentro. Porque no necesariamente las diferencias son malas o negativas. Estar situados en orillas distintas no es algo que obligatoriamente hay que cambiar o eliminar. El río que divide dos orillas, muchas veces está lleno de vida y de él se alimentan los pueblos de ambas márgenes. No aspiramos a estar todos del mismo lado. Sólo deseamos que nuestras diferencias no impidan el encuentro, el diálogo y el enriquecimiento mutuo. ¿Qué puente necesita tu vida?
p. Willy

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