Existe hoy una gran preocupación por la cantidad de residuos que tiramos a la basura en la llamada cultura del usar y tirar. Ante el peligro que eso representa para la salud de los espacios naturales y del planeta, ha surgido la necesidad de reciclar y nos hemos puesto a reciclar todo lo que pueda tener algún valor o una segunda utilidad.
Sin embargo hay algo de miopía en nuestra sociedad que le impide ver cómo se está dilapidando algo de gran valor, que cuesta muchos años conseguir y parece que nadie o muy pocos estamos haciendo algo por reciclarlo.
Me refiero a los conocimientos y la experiencia acumulada por miles, por millones de personas que a la edad de 65 años se les pide, a veces se les obliga a que dejen de poner esos conocimientos y experiencia al servicio de la sociedad y de la misma manera que hacemos con el papel, los plásticos o los electrodomésticos usados, los tiramos al vertedero del olvido.
¿Qué hacemos con años de experiencia adquirida?
Por la falta de una planificación inteligente, desdeñamos el ingente acerbo de conocimientos, de sabiduría y experiencias acumulados en décadas de trabajo y de servicio y condenamos a miles de expertos al aburrimiento, a desaprovechar esa sabiduría que sólo se adquiere con años de hacer las cosas bien y les apartamos de un sistema que idealiza la inexperiencia de la juventud.
Gran parte de los avances técnicos que utilizamos a diario, ciertamente son producto de la mente innovadora de jóvenes emprendedores, pero no es menos cierto que la gran mayoría de los premios Nobel van a parar a personas mayores de 60 años.
Un Greenpeace para la sabiduría
Aprovechar y reciclar el papel, los plásticos y demás objetos como algo valioso y desdeñar el valor del conocimiento es una actitud poco inteligente. Quizá necesitemos un nuevo concepto de Greenpeace de las personas mayores, que en vez de defender a las ballenas y las mariposas, extienda sus pancartas ante los ministerios de trabajo de todos los países reclamando un reciclaje de la experiencia, la sabiduría y el conocimiento de todos los mayores de 65 años.
No se trata de impedir su jubilación o retrasar el pago de sus merecidas pensiones, sino de poner en valor todo el bagaje adquirido y no dilapidar los elevados costes de una profesionalidad conseguida durante décadas y que puede continuar aportando valor mediante una nueva función de asesoramiento a los menos expertos.
Miopía social
Si creemos que eso reduce las posibilidades de empleo para las nuevas generaciones es que tenemos otro tipo de miopía, que nos impide vislumbrar que el progreso y el bienestar del siglo XXI no puede seguir sosteniéndose en principios socioeconómicos del siglo XIX.
Lo dijo Einstein: No podemos resolver problemas usando la misma mentalidad con la que los creamos
Francisco Javier González - Investigador y divulgador en gerontología