Una buena nutrición favorece a la función cognitiva y a la neuroplasticidad
Por buenapraxis
  
Viernes, 13/10/2017
Más del 10% de la población sufre algún tipo de enfermedad neurológica en cierto momento de su vida. Si bien las ciencias médicas (psiquiatría y neurología) constituyen el eje más importante a la hora de la prevención y el tratamiento de estas enfermedades; en los últimos años ha habido importantes progresos en lo que respecta al aporte de la alimentación.

Diversos estudios científicos han demostrado que hay una relación directa entre la nutrición y el cerebro, en la cual la función y estructura cerebral estarían condicionados y beneficiados por factores nutricionales a lo largo de la vida.

El sistema nervioso central al momento del nacimiento es el sistema más inmaduro en relación a otros sistemas del cuerpo y completa su madurez a lo largo de la infancia, con un correcto aporte nutricional en los primeros años de vida. Determinados nutrientes (ácidos grasos; como el omega 3) constituyen parte de la estructura de las membranas celulares y promueven al correcto funcionamiento neuronal.

“Es importante destacar que una adecuada alimentación en tiempo y forma favorece la correcta función cognitiva que incluye memoria, lenguaje, atención, orientación; y favorece los mecanismos de neuroplasticidad; entendiendo esta última como la propiedad natural de áreas del cerebro de adaptar su función y reorganizarse ante algún cambio ambiental o injuria cerebral, como por ejemplo un infarto o lesión cerebral”, explica Teresa Cóccaro, nutricionista de INEBA.

El 60% del cerebro está constituido por lípidos, cuya mayor concentración corresponde a los ácidos grasos poliinsaturados y como el cuerpo no los puede fabricar deben ser exclusivamente aportados a través de la dieta.

“Existen innumerables estudios que demuestran que un adecuado suministro de este ácido graso mejora la función cognitiva y la neuroplasticidad. Asimismo, durante los primero 6 años de vida el aporte de ciertos nutrientes como el hierro - presente en carnes, huevo o lentejas -, vitaminas B6 y B12 – que encontramos en cereales integrales -, vitamina C (que aportan los cítricos), vitamina D (lácteos fortificados, huevo, exposición solar), vitamina E (aceites, frutos secos) y vitamina A (verduras como tomate y calabaza) son condiciones necesarias y mejoran funciones como el aprendizaje, el rendimiento escolar y favorecen a la memoria a lo largo del tiempo.

Por el contrario, el déficit o inadecuado aporte de macro y micronutrientes alteran las funciones neuronales con el riesgo de un desarrollo cerebral con deficiencias o la aparición de enfermedades neurológicas por carencia nutricional”, agrega la especialista.

En particular, lo que aporta cada micronutriente al funcionamiento cerebral es:
“El aporte calórico no debe exceder las 1800 calorías diarias ya que el exceso de energía puede reducir la plasticidad neuronal con la posibilidad de daño las células nerviosas; una dieta levemente hipocalórica tendrá un efecto protector sobre las células cerebrales. El aporte de hidratos de carbono no debe exceder el 60% del valor calórico total; el de proteínas, el 20% y el de grasas, el otro 20%, con un aporte menor al 5% de grasas saturadas de origen animal”, explica Cóccaro.

Conclusión: la incorporación de diversos macro y micronutrientes en tiempo y forma tiene una relación directa con la generación de mejores condiciones para el desarrollo y funcionamiento del cerebro humano. La correcta alimentación constituye una herramienta fundamental por los beneficios demostrados y su disponibilidad para cada persona.


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