En Buenos Aires, tanta estima se tenía por la equitación que un concurso hípico internacional celebrado a fines de 1908 resultó ser el tema de todas las conversaciones. Los jóvenes que no sabían más que tenerse a caballo, es decir, que no eran consumados jinetes, estaban desesperados, porque sus novias que antes les juraban amor eterno, los empezaron a mirar con cierto desprecio que en vano trataban de disimular. Como prueba de amor pretendían que tomaran lecciones de equitación para que fueran caballeros con caballos, no de a pie, casi centauros. Exigían que montaran fogosos corceles para demostrar su virilidad. Los incitaban a inscribirse en el concurso de salto a caballo pues el sueño de las féminas consistía en que sus galanes se llevaran la disputada copa de honor. El semanario porteño PBT refiere esos hechos haciendo gala de su fina ironía.
En otro número, PBT sostiene que el gran concurso hípico sigue acaparando la curiosidad pública. Dice que todos los diarios publican noticias interesantes acerca de Miss Fry, de la Contesse-Belleville, de Lord Byron, de Exquiss, de Monjoie, de Aza y de Hocicudo. Uno de ellos era nada menos que un caballo de Alfonso XIII. El semanario infantil ilustrado afirma que todo el mundo va a verlos. Anuncia que los equinos lucen todas sus habilidades delante de un público selecto, al par que numeroso e inteligente. Con humor, agrega:
Nuestras familias bien, de salud y de plata, se han dado cita para presenciar el hermoso certamen hípico, anunciado por carteles. No faltarán a la cita ninguno de los chicos elegantes de puro pedigrée, ni una sola de las hermosas de raza. ¡Cueste lo que cueste, no pocos irán al concurso internacional venciendo, antes que los fogosos corceles, toda clase de obstáculos, aun cuando tengan que presentarse después en concurso de acreedores!.
Picado de curiosidad, un reporter de PBT visitó a los caballos alojados en el local de la Sociedad Rural Argentina. Comprobó que eran tratados a cuerpo de rey. Todos comían doble ración desde que llegaron, casi se convierten en animales racionales. Confraternizaban caballos españoles, ingleses, franceses y argentinos, haciendo vida social rural y relinchando al unísono. El periodista de pura raza logró que la famosa yegua inglesa Flottie le concediera una entrevista exclusiva.
Fuente: HERNÁN A. MOYANO DELLEPIANE, Otras cacerías del zorro en los pagos de la Costa y Las Conchas, Revista Cruz del Sur [ http://www.revistacruzdelsur.com.ar ], n° 5, Buenos Aires, noviembre de 2013, pp. 162-164