Los duelos de Caruso sobre las tablas argentinas
Por historiascuriosas
  
Jueves, 13/11/2014
El 12 de julio de 1900 sube a escena en el Teatro de la Ópera Cavalleria Rusticana, de Mascagni, con Enrico Caruso, la Carelli, la Rappini, Pacini y Garavaglia, bajo la batuta de Vittorio Vanzo. De la platea al paraíso no había asiento desocupado.
Al día siguiente La Prensa dijo que Caruso -Turiddu- estuvo bastante acertado en la escena del desafío. Se trata de un “duelo siciliano” (a cuchillo, con testigos) de Caruso sobre las tablas porteñas.

En la escena primera del tercer acto de la ópera Lucía de Lammermoor, lord Enrico Ashton, Señor de Lammermoor, reta a duelo a sir Edgardo de Ravenswood, quien acepta el desafío. En la escena tercera del mismo acto encontramos a los duelistas en el campo del honor -el cementerio de la familia Ravenswood-, enfrentados por antiguas rivalidades familiares que impedían el matrimonio de Edgardo y Lucía. Edgardo se convence de dejarse matar por Enrico, pero al enterarse de la muerte de Lucía se apuñala, esperando unirse con ella en el cielo. La historia se ambienta en Escocia a finales del siglo XVII.
Aquel drama trágico en tres actos, con música de Gaetano Donizetti y libreto de Salvatore Cammarano, se basa en La novia de Lammermoor, de sir Walter Scott. Al final de esa novela, el Señor de Ravenswood desaparece (su cuerpo nunca se encuentra) y presumiblemente muere en un accidente en camino a su duelo con el hermano mayor de Lucía Ashton, por lo tanto, no comete un suicidio espectacular de estilo operístico con un stiletto al conocer la muerte de su amada.
Lucía de Lammermoor se estrena el 26 de septiembre de 1835 en el Teatro San Carlo de Nápoles. El 27 de junio de 1915 y el 31 de julio del mismo año Caruso interpreta a Edgardo en el Teatro Colón. La Tribuna del 29 de junio de 1915 dijo:

“En su romanza final tuvo dos tropiezos notables, desafinaciones que un malévolo, queriendo demostrar que los había notado, desaprobó con un silbido. Sin embargo, el público en masa, comprendiendo que una desgracia de éstas, de la que nadie está libre, no puede afectar la fama de un artista como Caruso, púsose de pie y exigió su presencia con una prolongada demostración de desagravio. El artista no reapareció”.

Se trata de la escena del frustrado lance de honor, con Caruso ofendido por un espectador, menos mal que no lo retó a duelo.

Véase: PEDRO E. RIVERO, Caruso en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Estudios Avanzados, 1994, pp. 80-81, 161


En la reproducción fotográfica vemos el segundo Teatro de la Ópera de Buenos Aires.


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