El piercing en la lengua conlleva riesgos muy peligrosos
Por buenapraxis
  
Sábado, 21/01/2006

El Consejo General de Odontólogos y Estomatólogos de España, han hecho hincapié sobre los riesgos del 'piercing' en la cavidad oral y sus inmediaciones, una práctica cada vez más extendida entre la población adolescente.
Se calcula que aproximadamente el 8% de los mayores de 14 años lleva un accesorio de estas características en alguna zona de su anatomía.
Entre todas las partes del cuerpo en las que se pueden colocar anillos o practicar diversas técnicas de 'body art', la cavidad bucal y, sobre todo, la lengua son especialmente susceptibles de desarrollar alguna complicación.
«La lengua está supravascularizada y es fácil que se produzca una hemorragia, incluso de pequeñas dimensiones, a la que no se le da importancia hasta que se complica; y puede hacerlo mucho», afirma el Dr. Alfonso Villa, presidente de esta institución.
Y es que si bien en otras zonas del cuerpo el 'piercing' puede producir infecciones con relativa facilidad, lo cierto es que colocar un pendiente en la lengua es especialmente arriesgado, pues la boca es un lugar atestado de bacterias que entran al comer, beber, fumar, masticar, mordisquear o chupar objetos extraños.
En ocasiones, la patología puede iniciarse en el llamado suelo de la boca (espacio submandibular) y dar lugar a una angina de Ludwig. Ésta cursa con dolor cervical, inflamación del cuello, fiebre, debilidad y dificultad respiratoria.
Ha de tratarse precozmente con antibióticos administrados por vía intravenosa para aliviar estos signos ya que, de lo contrario, la inflamación puede aumentar hasta bloquear las vías respiratorias y provocar la muerte. El tratamiento ha de completarse con antibióticos orales, reparación dental y drenaje del cuello con cirugía.
En todo caso, y sin llegar a este extremo, anillar la lengua, los labios, el frenillo o las mejillas produce otro rosario de alteraciones como las microrroturas y traumatismos dentales, así como la retracción de las encías por el roce del adorno, hiperplasia tisular (en la zona donde se inserta el adorno el tejido crece demasiado llegando a causar fibrosis), atragantamiento o aspiración si la bolita se desenrosca, desgarros, reacciones alérgicas, interferencias radiográficas.
Eso por no hablar de alteraciones quizá no tan peligrosas, pero sí enormemente molestas, como la hipersalivación por la presencia de un cuerpo extraño dentro de la boca, la halitosis por la dificultad que representa llevar a cabo una buena higiene en la zona anillada, mala fonación o molestias a la hora de masticar y tragar.
El Dr. Villa recuerda que «anillar la lengua es un acto de cirugía menor y que, como tal, no puede ser abordado por nadie que no tenga los suficientes conocimientos médicos sobre anestesia, anatomía, sutura, etc.».
De este hecho se deriva, precisamente, otra de las reclamaciones de los expertos: la necesidad de que conste el consentimiento informado por escrito. «La ley recoge que para cualquier procedimiento quirúrgico o invasivo no basta con el consentimiento verbal. El usuario ha de conocer todos los riesgos a los que se enfrenta para poder decidir si los asume o no. Hacerlo de otro modo es una auténtica temeridad », concluye.


Por buenapraxis