El ojo humano parece ser capaz de percibir el magnetismo del planeta, según han demostrado investigadores de la Escuela Médica de la Universidad de Massachussets (EE UU) en un estudio que publica la revista Nature Communications.
En muchos animales migratorios, como las aves o las tortugas marinas, se cree que las reacciones químicas sensibles a la luz que involucran a la flavoproteína criptocromo (CRY) juegan un papel importante en la capacidad de detectar el campo magnético de la Tierra.
Modelo transgénico
Para probar si la proteína humana criptocromo 2 (hCRY2) tiene una capacidad magnética sensorial similar, Steven Reppert y sus colegas crearon un modelo transgénico de la mosca Drosophila sustituyendo la proteína CRY nativa del insecto por la variante presente en los seres humanos.
Utilizando un sistema de comportamiento previamente desarrollado por Reppert, demostraron que estas moscas transgénicas fueron capaces de detectar y responder a un campo magnético generado por una bobina eléctrica.
Los hallazgos sugieren que los humanos tienen capacidad de magnetorrecepción. Lo que aún no está claro es cómo nos influye.
Reppert ha sugerido que "sería interesante una investigación adicional sobre la sensibilidad magnética en los seres humanos a nivel de comportamiento, con especial énfasis en la influencia del campo magnético en la función visual".
La temperatura
Ni tan siquiera el imaginativo Julio Verne pudo alcanzar a adivinar que la temperatura cerca del centro de la Tierra sería próxima a 6000 grados centígrados, es decir, 1000 grados más caliente de lo que se estimó en un experimento previo realizado hace 20 años.
La nueva medida, dada a conocer hoy en la prestigiosa revista Science, confirma los modelos geofísicos que indican que la diferencia de temperatura entre el núcleo sólido de la Tierra y el manto que la rodea debe ser al menos de 1.500 ºC para explicar por qué nuestro planeta cuenta con un campo magnético.
El núcleo de la Tierra se compone en esencia de una esfera de hierro a temperaturas superiores a 4.000ºC y presiones que superan 1,3 millones de atmósferas. En estas condiciones, el hierro es tan líquido como el agua de los océanos.
Y únicamente en el centro de la Tierra, donde la presión y el aumento de la temperatura son aún mayores, el hierro líquido se solidifica.
El análisis de ondas sísmicas provocadas por terremotos que pasan a través de la corteza terrestre revela el espesor de estos núcleos, así como el modo en que la presión aumenta con la profundidad. Pero no permite calcular la temperatura.
Para averiguar esta medida (sin descender, claro está, al centro de la Tierra), un grupo de científicos de la organización nacional francesa de investigación científica (CEA), llevaron a cabo una serie de experimentos con hierro sometido a altas presiones con la ayuda de tecnología de rayos X. De este modo determinaron que el punto de fusión del hierro supera los 4.000 grados (bajo la presión de 2,2 millones de atmósferas). Puesto que la presión en la frontera entre el núcleo líquido y sólido de la Tierra es de 3,3 millones de atmósferas, la temperatura en estas condiciones rondaría los 6.000 grados.
La detección
El ojo humano parece ser capaz de percibir el magnetismo del planeta, según han demostrado investigadores de la Escuela Médica de la Universidad de Massachussets (EEUU) en un estudio que publica la revista Nature Communications. En muchos animales migratorios, como las aves o las tortugas marinas, se cree que las reacciones químicas sensibles a la luz que involucran a la flavoproteína criptocromo (CRY) juegan un papel importante en la capacidad de detectar el campo magnético de la Tierra.
Para probar si la proteína humana criptocromo 2 (hCRY2) tiene una capacidad magnética sensorial similar, Steven Reppert y sus colegas crearon un modelo transgénico de la mosca Drosophila sustituyendo la proteína CRY nativa del insecto por la variante presente en los seres humanos. Utilizando un sistema de comportamiento previamente desarrollado por Reppert, demostraron que estas moscas transgénicas fueron capaces de detectar y responder a un campo magnético generado por una bobina eléctrica.
Los hallazgos sugieren que los humanos tienen capacidad de magnetorrecepción. Lo que aún no está claro es cómo nos influye.
Reppert ha sugerido que "sería interesante una investigación adicional sobre la sensibilidad magnética en los seres humanos a nivel de comportamiento, con especial énfasis en la influencia del campo magnético en la función visual".