Dice la KGB: «Wojtyla era defensor de la libertad, derecho inalienable de todo hombre, de modo que la violación de ésta por parte del estado representa la violación del orden social y moral».
EL SERVICIO SECRETO CONSIDERABA A WOJTYLA COMO UNA AMENAZA:
Con sus investigaciones e intrigas sobre el eclesiástico polaco, la KGB demostró tener intuición al considerar a Karol Wojtyla como una amenaza. Estas informaciones están recogidas en el libro «El archivo Mitrokhin, las actividades secretas del KGB en Occidente», con declaraciones del ex coronel Vasili Mitrokhin.
Gracias al ex coronel del KGB Vasili Mitrokhin, que en 1992 huyó a Inglaterra llevándose consigo 200.000 fichas del temido servicio secreto soviético, hoy podemos saber el espionaje que se realizó durante años sobre el joven cardenal Wojtyla, que años después llegaría a ser Papa. La temida KGB tenía una gran intuición: «Karol Wojtyla es una amenaza potencial para el régimen comunista».
Así pues, desde 1971, el cardenal Wojtyla fue considerado como un «elemento» a ser seguido de cerca, a ser espiado. Algunos eclesiásticos del círculo íntimo del futuro Papa también estuvieron en el punto de mira del servicio secreto. El padre Andrzej Bardecki, asistente personal del cardenal de Cracovia, fue el más espiado en esa época según se desprende del material facilitado por el ex coronel del KGB Vasili Mitrokhin.
WOJTYLA, ANTICOMUNISTA:
«Wojtyla mantiene un punto de vista extremadamente anticomunista. Sin oponerse abiertamente al sistema socialista, ha criticado el funcionamiento de los ministerios estatales de la República», escriben en una de las fichas la KGB. En otra se puede leer: «Muchos oficiales del partido polaco se sintieron subyugados por la espiritualidad intensa y mística de Wojtyla. Éste pasaba a menudo de seis a diez horas al día rezando. Entrando en su capilla privada, los ayudantes podían hallarlo a veces tendido inmóvil en el suelo de mármol con los brazos abiertos en forma de cruz». Según revela la KGB, desde los años 1973-74, el procurador general polaco pensaba llevar a los tribunales al cardenal Karol Wojtyla por sus «incendiarias» homilías.
El futuro Papa manifestaba en sus sermones a los obreros del metal de Nowa Huta que «la Iglesia tiene el derecho a criticar toda manifestación o aspecto de las acciones de las autoridades si éstas son consideradas inaceptables por la población». Si se hubiera producido su paso por los tribunales, a monseñor Wojtyla le hubieran aplicado el artículo 194 de Código Penal polaco por «afirmaciones subersivas durante funciones religiosas», que contemplaba la pena de cárcel de entre uno y diez años.
HABÍA PRECEDENTES:
La revista «30 Giorni», que se hizo eco de estas sensacionales revelaciones del ex coronel de la KGB, Vasili Mitrokhin, publicadas en Italia por la editorial Rizzoli, señaló que «Wojtyla tenía las espaldas cubiertas por su posición de relieve. Pese a que en los años cincuenta se había encarcelado durante tres años al primado polaco, el cardenal Stefan Wyszynski, en los sesenta el régimen de Gierek no se atrevió a volver a arrestar a un cardenal». Según la KGB, Wojtyla muy raramente leía los periódicos.
Tan sólo escuchaba las noticias por la radio o por la televisión. Su amigo, el padre Bardecki, era quien cada quince días le visitaba a su estudio del arzobispado de Cracovia, y le informaba en privado de cómo estaba realmente la situación polaca en el campo eclesial, político, económico o sindical. Wojtyla y Bardecki, viejos amigos, colaboraban en el semanario católico «Tygognik Pwszechny», además de compartir el «honor» de estar en el punto de mira de la KGB, o ser objeto de acciones «Progres», que es como denominaban los agentes secretos soviéticos a las tareas de espionaje y seguimiento.
En las fichas de la KGB se pueden leer que en 1977 Wojtyla se alineaba con los distintos movimientos de protesta. Además, invocaba el ejemplo de san Estanislao, como símbolo de resistencia contra un estado injusto. Dice la KGB: «Wojtyla era defensor de la libertad, derecho inalienable de todo hombre, de modo que la violación de ésta por parte del estado representa la violación del orden social y moral».
TODOS ESTAMOS LLAMADOS A LA SANTIDAD, Y SÓLO LOS SANTOS PUEDEN RENOVAR LA HUMANIDAD. (Beato Juan Pablo II Mensaje a los jóvenes del mundo con ocasión de la XX Jornada Mundial de la Juventud 2005, presidida por el Santo Padre Benedicto XVI)
Aceptar la vocación, elegir el sacerdocio, perseverar en el sacerdocio, quiere decir <<creer en el amor>> (1 Jn 4, 16);
La gracia de la vocación al sacerdocio es, como he subrayado recientemente en mi Carta a los sacerdotes, <<el don más grande del Espíritu Santo>>;
El sacerdote es un don inmenso que Dios ha hecho a su Iglesia; y la respuesta gozosa del sacerdote a la llamada de Jesús es la prueba mayor de amor a Cristo.
El sacerdocio, desde sus raíces, es el sacerdocio de Cristo. Es El quien ofrece a Dios Padre el sacrificio de sí mismo, de su carne y de su sangre, y con su sacrificio justifica a los ojos del Padre a toda la humanidad e indirectamente a toda la creación. El sacerdote, celebrando cada día la Eucaristía, penetra en el corazón de este misterio. Por eso la celebración de la Eucaristía es, para él, el momento más importante y sagrado de la jornada y el centro de su vida. Juan Pablo II, Don y Misterio.