En los brazos de su amada esposa y respirando con gran dificultad reza: Jesús mío, hágase tu voluntad Jesús. Con estas palabras rinde su último suspiro y suavemente se va al encuentro de su Señor y Salvador. Su enfermedad y constante sufrimiento llegan a su fin. Han terminado las dificultades para respirar y las sienes empapadas en sudor, ha terminado también el tormento causado por el rechazo y la alta traición.
Poco después de mediodía del sábado 1 de abril de 1922, un humilde mortal enfrenta el fin de su vida con dignidad. Su nombre es Carlos (Karl). Para sus compatriotas él es Su Majestad Imperial y Real Carlos, Emperador de Austria y Rey Apostólico de Hungría.
Beato Carlos de Austria:
"cumplir la voluntad de Dios en todo"
Hoy, 21 de octubre, la Santa Iglesia celebra la memoria del Beato Carlos de Habsburgo; emperador, político, rey, esposo, padre de ocho hijos y santo.
En este singular cristiano que vivió en este mundo entre los años 1887 y 1922, podemos encontrar un clarísimo ejemplo de santidad heroica vivida en medio de hostilidades, calumnias, incomprensiones, persecución y destierro.
Para seguir su vida, y contemplar sus virtudes, transcribiremos algunos pasajes de las actas del proceso de beatificación.
Carlos nació el 17 de agosto de 1887 en Persenburg del Danubio. Sus padres fueron la Archiduquesa María Josefa de Sajonia y el Archiduque Otón Francisco José, perteneciente a la imperial familia de los Habsburgo. De hecho su tío abuelo era Francisco José, entonces emperador de Austria-Hungría, esposo de la célebre Sissi.
Ambos padres estaban preocupados por la educación moral, social y religiosa de su primogénito; por lo tanto estuvo, durante su niñez y parte de su adolescencia al cuidado de niñeras y preceptores que se ocuparon de su educación, bajo la dirección de su madre.
Todos los testigos concuerdan en describir a Carlos como un niño despierto, inteligente, obediente, bondadoso, generoso y sensible, de salud frágil y muy fervoroso en la Misa y en los ejercicios religiosos; era feliz y alegre, y aficionado a los viajes y a los placeres sanos.
En 1903, siguiendo la costumbre de entonces, el Archiduque Carlos comenzó su carrera militar. En el ejército se sentía a gusto, y vistió el uniforme militar casi hasta su muerte, no como un signo de poder, sino, más bien, de servicio a su patria.
En el año 1913, se caso con la princesa Zita de Borbón-Parma. (Hoy, también en proceso de beatificación).
La novia y el novio se prepararon muy seriamente para el matrimonio, conscientes del gran sacramento que les sería administrado. En cierta ocasión, Carlos le dijo a su novia: ahora tenemos que ayudarnos mutuamente a llegar al Cielo.
Confiando plenamente en la ayuda de Dios, hizo grabar en las alianzas: Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei genitrix (bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios).
La madre Antonia de Borbón-Parma, monja Benedictina, hermana de Zita, describió la vida familiar de ambos de la siguiente manera: Un modelo concreto del ideal cristiano, plena armonía de pensamientos y principios, sin secretos, sino completamente abierto y honesto el uno para con el otro; eran optimistas por naturaleza y la gracia de Dios les daba una heroica confianza en Dios, un amor entusiasmado a Cristo, una confianza ilimitada en Su Amor, reforzada por la devoción al Sagrado Corazón y a la Virgen. El siervo de Dios fue siempre el mejor esposo para con su mujer y un padre modelo para sus hijos. Rezaban mucho juntos y estaban comprometidos con la educación de sus hijos. El siervo de Dios, a menudo, hablaba con su esposa sobre temas religiosos y sobre la vida espiritual.
Después de la boda, Carlos continúo con su carrera militar. Pero un acontecimiento inesperado cambiaría el destino de su vida; el 28 de junio de 1914 es asesinado en Sarajevo su tío Francisco Fernando, heredero del imperio Austro-Húngaro, de tal manera que por línea sucesoria le corresponde a partir de ahora heredar el trono a Carlos, una vez difunto su tío abuelo Francisco José.
Además, el asesinato de Francisco Fernando, desencadena una serie de acontecimientos desafortunados que derivan en la primera guerra mundial.
Ya iniciada la guerra, Carlos tenía el mando del XX cuerpo del ejército; estaba impasible en medio de las balas, el Rosario dorado en sus manos, que rezaba en silencio y que ya estaba totalmente gastado, de manera que la Archiduquesa tuvo que proporcionarle uno nuevo.
Como comandante del cuerpo del ejército, se preocupaba de las necesidades físicas y espirituales de sus subalternos, como un padre; cuidaba de que cada división del ejercito pudiese oír Misa y recibir los Sacramentos al menos una vez al mes, aunque estuviera en el frente de batalla.
El 21 de noviembre de 1916, fallece su tío, el Emperador Francisco José, e inmediatamente asume Carlos como nuevo emperador, todo enmarcado por la terrible primera guerra mundial.
El 30 de diciembre del mismo año fue coronado Rey Apostólico de Hungría con el nombre de Carlos IV. Su esposa escribe sobre el acontecimiento: Para él la coronación tenía un significado extraordinario: era una investidura llevada a cabo por la iglesia en nombre de Dios. Todas las obligaciones que el siervo de Dios juró cumplir en esta ceremonia fueron aceptadas por él con una profunda fe y se convirtieron el programa de su vida futura. Durante la coronación, Dios encomienda todo el pueblo al soberano. A partir de entonces este tenía que vivir para sus súbditos, cuidar de ellos, rezar y sufrir por ellos y santificarse para poder llevarlos a Dios. El día de su coronación fue un gran momento en la vida del siervo de Dios, a parir del cual iba directamente al encuentro de Dios. Este punto es verdaderamente esencial para entender las decisiones del emperador a partir de aquel momento: la gracia de su soberanía le había sido concedida por Dios y la bendición por parte de la Iglesia le parecía esencial. Por eso tenía la intención de hacerse ungir también como Emperador de Austria en cuanto la guerra hubiese terminado. Era soberano por la gracia de Dios, no para su honor personal, sino para servir a sus pueblos y a la Iglesia de Cristo. Siguiendo una directiva espiritual de San Roberto Belarmino, de quién era devoto, Carlos iba a llevar el cetro como una Cruz.
Al ver los desastres de la guerra, el Emperador llegó a la convicción de deber tomar todos los pasos posibles por vías diplomáticas para llegar a una paz a pesar de sus aliados alemanes que le acusaban de cobarde y que sólo conocían una paz: la paz victoriosa. Mientras tanto se valía de todas sus posibilidades para aliviar la crueldad de la guerra, aunque fuera en algo. Se opuso rotundamente al uso del gas venenoso en el frente oriental. Era inquebrantable en su decisión de no bombardear ciudades italianas. Para él la población civil era absolutamente intocable; se cercioraba personalmente del buen trato a los prisioneros en sus campamentos; apoyaba en la medida de lo posible a los que vivían en sus casas. Cuando el hambre y la miseria se mostraban por todas partes, el emperador Carlos emprendió todo para compartir y solventar la miseria de su pueblo: organizaba cocinas de guerra, ordeno que los caballos de la corte imperial fueran utilizados para transportar carbón en Viena, daba y regalaba más de lo que le permitían sus recursos. Él y su familia vivían de las raciones oficiales de guerra. Prohibió que su familia comiese pan blanco, repartiéndolo entre enfermos y heridos, y no permitió que se sirviera manjares delicados en su casa.
Carlos entendió que la ansiada paz exterior solo era posible si había orden en su propia casa. Para ello tomó medidas de carácter social basadas en la encíclica RERUM NOVARUM. De ahí sus iniciativas para el establecimiento de un Ministerio de Ayuda Social y otro de Salud. Tomó medidas legales a favor de la clase obrera que conllevaban mejoras considerables, como la introducción del control de precios, para hacer más fácil la vida a los menos adinerados. De manera inexorable castigaba a quién aprovechara su posición para obtener un provecho particular de los negocios del Estado. El siervo de Dios detestaba que se sacara beneficio del hambre del prójimo.
Su esposa Zita lo había pronosticado: todo ello generaba enemistades y calumnias contra él. Como les ocurre a menudo a los gobernantes, hubo muchas calumnias viles contra el Emperador Carlos, diseminadas especialmente por grupos y organizaciones que le rechazaban por el solo hecho de ser el soberano más católico y más leal a Roma de toda Europa. Qué apropiadas son en este contexto las palabras del Evangelio según San Mateo: Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos.
La fuerza para ser fiel a sus deberes como emperador Cristiano, la obtenía de la oración constante, de la unión permanente con Dios, que alimentaba y mantenía viva participando a diario de la Santa Misa, mediante la adoración Eucarística y la devoción por el Sagrado Corazón de Jesús. Se confesaba regularmente cada ocho días y tomaba muy en serio la santificación del domingo y de los días de ayuno. Veneraba especialmente a la Madre de Dios, rezaba a menudo el Rosario, también en familia; veneraba el escapulario que llevaba según la costumbre de la cofradía de la que era miembro y en la que inscribió a todos sus hijos. Antes de cada decisión importante el siervo de Dios se retiraba solo a la capilla para meditar su decisión ante el Santísimo y rezar por ella. El 2 de octubre de 1918, en la primera comunión de su hijo Otón, consagró toda su familia al Sagrado Corazón de Jesús e incluyó a todas las naciones de la Monarquía. Nunca comenzaba una comida sin rezar y estuviese donde estuviese rezaba el Ángel al mediodía.
Debido a su amor por la Iglesia se ganó la enemistad de la poderosa masonería francesa, que también tenía adeptos en altos cargos en Austria: ministros, banqueros, periodistas. No permitía que nadie hablara mal del Papa o del Vaticano en su presencia. El Papa Benedicto XV le llamaba su hijo predilecto y según recuerda su hija Isabel Carlota, por amor al Papa acogió inmediatamente los llamamientos de paz del Santo Padre y fue el único jefe de estado que respondió al mensaje de paz del Santo Padre del 24 de diciembre de 1916.
La paz era el deseo más importante de Benedicto XV y la paz era lo único que Carlos ansiaba.
Durante sus difíciles esfuerzos por la paz, el Emperador Carlos tuvo que aceptar que lo calificaran de débil y cobarde. Sus tenaces esfuerzos era vistos como traición frente al aliado alemán que solo concebía una paz victoriosa, lo cual es lo mismo que decir guerra, destrucción y muerte de miles de inocentes, todo lo cual rechazaba enérgicamente el Emperador Carlos.
Nota aclaratoria: para la presente biografía del Beato Carlos de Austria, se toma como base las actas del proceso de beatificación; a raíz de lo cual debemos interrumpir el relato en este punto, para que no se haga muy extenso. Continuaremos el relato el próximo sábado 29 de octubre. Mientras tanto, encomendémonos a la intercesión del Beato Carlos de Austria, especialmente encomendemos nuestra amadísima patria.
Hemos considerado ya gran parte de la vida de nuestro beato; desde su nacimiento, pasando por su juventud y su matrimonio con Zita de Borbón, y finalmente habíamos llegado a la etapa de su transformación como Emperador de Austria-Hungría. También habíamos considerado el gran amor que el Emperador profesaba por la Santa Iglesia, por el Papa, y principalmente su devoción a Jesús y María Santísima.
Ahora, ya casi al final del relato del proceso de beatificación, veremos sus últimos días como emperador, y en una próxima y última entrega, veremos algunos de los detalles edificantes de su santa muerte en la isla de Madeira, donde vivió sus últimos días como exiliado.
En el contexto de la terrible primera guerra mundial; ya en el año 1918, Europa se encuentra en plena transformación política, nacen nuevas naciones y caen monarquías e imperios de gran tradición cristiana, podemos decir que se fue destruyendo sistemáticamente reinos e imperios, principalmente el Imperio Austro-Húngaro, que eran el baluarte y la defensa del cristianismo; para dar paso a gobiernos que muchas veces enfrentaron y enfrentan a Dios y a su Santa Iglesia queriéndola destruir. En este trasfondo vemos al beato abrumado por presiones de todo tipo, y acorralado en su palacio de Schönbrunn. Una serie de sucesos lamentables desembocan en una decisión, para evitar un derramamiento de sangre innecesario, bajo la presión de sus ministros: el Emperador firmó el siguiente manifiesto el 11 de noviembre de 1918: Siempre lleno de amor inmutable a todos mis pueblos no deseo limitar su libre desarrollo. Reconozco de antemano lo que Austria alemana decida con respecto a la elección de su futura forma de gobierno. El pueblo ha asumido el poder a través de sus representantes. Renuncio a cualquier participación en el gobierno del estado. Al mismo tiempo, líbero mi gobierno austríaco de su mandato. El Conde Ottokar Czernin constato lo siguiente: En el derrumbe de la monarquía el siervo de Dios, como en todas las demás situaciones, mostró un comportamiento digno de admiración. No renunció al trono, pues desde su punto de vista por la Gracia de Dios le había sido dado como una obligación de la que no podía huir. Renunció provisionalmente al ejercicio de sus derechos de Soberano y aceptó todo lo que le pasaba en aquel entonces como Voluntad de Dios. El único deseo del siervo de Dios, también en esta situación, era evitar cualquier derramamiento de sangre. Estaba imbuido del principio cristiano del amor al prójimo. Por eso solo podía actuar de esta manera y de ninguna otra. Al día siguiente, el 12 de noviembre se proclamó la República y el fin de la monarquía. Carlos tuvo que abandonar Viena esa misma noche.
Ya en medio del exilio, lejos de su casa, y abandonado por casi todos, nos da muestras de su Fe inquebrantable y de su confianza en Dios; el 31 de diciembre, cantó el cántico de acción de gracias, el TE DEUM, como todos los años; declaró que precisamente en este año Dios le había dado señales especiales de su Bondad, que incluso le había colmado de ellas. El año fue duro, cierto, pero podría haber sido mucho más trágico. Y, si aceptamos lo bueno de la mano de Dios tenemos que aceptar tanto más lo más doloroso con la misma gratitud.
Cuando su hermano Max y otros tres archiduques fueron a su casa para convencerlo de abdicar para evitar una confiscación de los bienes de la familia, el siervo de Dios sólo respondió que la corona no se vendía por dinero.
Luego de varios destinos, de angustias y desconcierto, el Emperador y su esposa llegaron a la isla portuguesa de Madeira. El beato estaba completamente sometido a la Voluntad de Dios, más aún, ya antes de su enfermedad mortal comprendió que Dios esperaba de él el sacrificio de su vida. Y ofrecía este sacrificio con valor y gusto porque Dios lo quería así. Si, ofreció el sacrificio de su vida a Dios por su propia voluntad y por el bien de la Iglesia y de las almas inmortales.
El 19 de febrero, se mudaron a una casa nueva, absolutamente inapropiada para la estación fría y brumosa, por su equipamiento. Era casi imposible calentarla y extremadamente insalubre vivir en ella.
Con amor y serenidad, como siempre, pasaba día tras día con su familia y dedicaba gran parte de su tiempo a la educación y formación de sus hijos, especialmente de los mayores; les enseñaba el catecismo, la historia de la salvación, la vida del Señor; hacia todo lo posible para orientar sus almas y su espíritu hacia Dios.
El obispo Antonio Homen de Gouveia se acuerda de aquella época: En el trato diario con Su Majestad admiraba su extraordinaria Fe activa. Todo lo que hacía lo sometía a la Voluntad Divina. Con la mayor sumisión soportaba todos los fracasos y percances sin decir jamás una palabra de amargura contra sus enemigos. Incluso intentaba disculparlos, viendo en ellos herramientas de la Providencia Divina. Pasaba largas horas de la noche ante el Santísimo en la capilla familiar. Y nunca decidía asuntos importantes, por muy urgentes que fueran, sin antes consultar con el Santísimo Sacramento.
Para concluir esta parte de la vida del Beato Carlos, recordemos un punto fundamental: el Emperador no abdicó en ningún momento, ni siquiera tuvo la intención de hacerlo; él comprendió que su soberanía era dada como una misión de parte de Dios, y por lo tanto quería cumplir su voluntad hasta el último momento; sólo renunció al ejercicio del gobierno de sus pueblos, y será Emperador de Austria-Hungría hasta su muerte, la cual ofrece por todos sus pueblos.
SU SANTA Y HEROICA MUERTE
En esta última parte de la vida del Beato Carlos de Austria, consideraremos algunos detalles de su muerte y transcribiremos las oraciones propias de la novena para pedir favores y gracias por intercesión del Emperador Carlos.
El 9 de marzo comienza la subida al Gólgota del Emperador Carlos que culminaría el 1 de abril cuando Carlos, emperador de Austria y Rey de Hungría, devolverá su alma pura al Padre con la sublime certeza de recibir de Él la recompensa de la vida eterna.
Lo que primero parecía una gripe normal y nada grave se convirtió en una pulmonía mortal. Pero en los 22 días de su enfermedad final nunca mostró la más mínima señal de impaciencia, ninguna queja, a pesar de su terrible dificultad para respirar, tos torturadora, sed ardiente y debilidad paralizante. Durante toda su enfermedad Carlos rezó ininterrumpidamente y, cuando ya no podía hablar, prosiguió sus oraciones internamente.
Durante la última noche de su vida terrenal sufrió mucho, pero ofreció su sufrimiento a Cristo. Tengo que sufrir tanto para que mis pueblos vuelvan a encontrarse. Además del dolor físico sentía otro en el alma: la preocupación por el futuro de su esposa y sus hijos, por su país y por estar lejos de sus fieles. Pero su sufrimiento hallaba consuelo en el Sagrado Corazón de Jesús.
Pidió insistentemente el viático (ultima comunión) y después de haberlo recibido el Emperador dijo con gran efusión a su esposa: En los brazos del Salvador. Tú y yo y nuestros queridos hijos. A continuación rezó el acto de contrición perfecta y encomendó a sus hijos, uno tras otro, al Señor, rogándole que les protegiera en cuerpo y alma y que les dejase morir antes de que cometiesen un pecado grave. Y una y otra vez besaba la imagen del Sagrado Corazón que mantenían delante de sus labios. Después decayó gravemente. Los médicos bombeaban oxigeno directamente a sus pulmones, pero fue en vano. Entonces sólo se oía una voz muy baja: Jesús, Jesús mío. Si Jesús mío, como Tú quieras, Jesús. Con todo su sufrimiento, la expresión de su cara era tan alegre y suave como nunca se había visto en él. Dos o tres suspiros más, un leve sollozo y un corazón noble había dejado de latir.
En su funeral participaron unas 30.000 personas. El obispo, los canónigos de Funchal y los demás sacerdotes que participaron en el funeral hablaban de él como de un santo. Sus restos mortales fueron sepultados en la bella iglesia de Nossa Senhora do Monte. Con su muerte terminaba la vida terrenal y la vida de creyente del Emperador y Rey Carlos de Habsburgo. Pero comenzaba otra mucho más importante: la vida en los brazos de su Redentor, que le traería la paz que había ansiado tanto en su vida; aquel Jesús, a quién el beato amó y quiso obedecer durante toda su vida, levantará a su devoto siervo Carlos del polvo del exilio al honor de los altares.
El día glorioso de su beatificación, el Papa Juan Pablo II, confirmo el día de la celebración de la memoria del Beato Carlos de Austria, para el día 21 de octubre de cada año, por ser esta fecha aniversario de su matrimonio, y lo pone como modelo perfecto a imitar en la vida de familia, en la santidad de los esposos y como ejemplo de padre que procura principalmente que sus hijos agraden a Dios y alcancen el Cielo.
Breve Biografía
NIÑEZ Y JUVENTUD
El 17 de agosto de 1887 nace un hijo del Archiduque Otto y de la Archiduquesa María Josefa en el Castillo de Persenburg, Austria. Se le bautiza con el nombre de Karl Franz Josef Ludwig Hubert Georg Otto María. Es el primogénito del matrimonio y se le recibe con gran alegría y agradecimiento. La Casa Imperial de Austria se alegra del nacimiento del sobrino-nieto del Emperador Francisco José, sin embargo el resto del Imperio no presta mucha atención al acontecimiento, ya que el niño se encuentra lejos del primer lugar en la línea de sucesión al trono. En ese momento se desconoce aún que una serie de tragedias y eventos modificarán su destino y el del Imperio.
La niñez de Carlos es sencilla y sana. Recibe clases particulares de su tutor y luego va al colegio Schottengymnasium en Viena. Es educado en la fe católica, que practica con gran devoción, y se le conoce como un niño bueno y compasivo. Emprende varias labores para recaudar fondos para los pobres y comprar regalos para los que lo rodean.
Durante su juventud continúa la tradición familiar y se hace militar. A la edad de 16 años se le otorga el rango de Teniente Segundo del ejército imperial. Se le conoce como un joven inteligente, concienzudo, fiel y responsable. Se convierte en un ejemplo para sus camaradas y rápidamente se hace acreedor a varias promociones, lo que le permite subir de rango. Se prepara para su futura función en el Imperio, aunque a estas alturas se estima que no será heredero al trono sino hasta que su tío y su padre hayan reinado, quizá unos 30 o 40 años más tarde.
ESPOSO Y PADRE DEVOTO
El Archiduque Carlos recordaba con cariño a la hermana de uno de sus compañeros de juego de su niñez y cuando considera la posibilidad de casarse, en 1911, piensa en la Princesa Zita de Borbón- Parma quien entonces era una joven excepcional, guapa, vivaz y muy religiosa. Dada su timidez con las mujeres pide ayuda a su abuelastra, la Archiduquesa María Teresa quien, a su vez, es también tía de Zita. La Archiduquesa María Teresa organiza una cacería de una semana en su propiedad e invita a los dos jóvenes para que tengan la oportunidad de verse y conocerse. Más tarde Carlos lleva a Zita al santuario de Mariazell donde le pide matrimonio frente al Santísimo Sacramento y ponen su compromiso bajo la protección de la Santísima Virgen María.
Se establece el día de la boda para el 21 de octubre de 1911. Un día antes de la ceremonia Carlos le dice a su prometida: A partir de ahora, nos tenemos que ayudar mutuamente para llegar al Cielo.
Dios bendice su matrimonio con 8 niños: Otto, Adelheid, Robert, Felix, Carl-Ludwig, Rudolf, Charlotte y Elizabeth. La prioridad de la pareja es su familia y una devoción profunda a Dios. Intentan vivir una vida sencilla y tranquila, mientras Carlos continúa su carrera militar.
Fuente: Hno. Nathan Cochran, o.s.b., Artículo Beato Carlos de Austria - Breve Biografía
Carlos de Austria nació el 17 de agosto de 1887 en el Castillo de Persenbeug, en la región del Austria Inferior. Sus padres eran el archiduque Otto y la Princesa María Josefina de Sajonia, hija del último rey de Sajonia. El emperador Francisco José I era el tío abuelo de Carlos.
Carlos recibió una educación expresamente católica y desde su niñez fue acompañado con la oración por un grupo de personas, porque una religiosa estigmatizada le había profetizado grandes sufrimientos y ataques contra él. De aquí surgió, tras la muerte de Carlos, la «Liga de oración del emperador Carlos por la paz de los pueblos», que en 1963 se convertirá en una comunidad de oración reconocida en la Iglesia.
Muy pronto creció en Carlos un gran amor por la Santa Eucaristía y por el Corazón de Jesús. Todas las decisiones importantes provenían de la oración.
El 21 de octubre de 1911 se casó con la princesa Zita de Borbón-Parma. Durante los diez años de vida matrimonial feliz y ejemplar la pareja recibió el don de ocho hijos. En el lecho de muerte, Carlos decía aún a Zita: «!Te quiero sin fin!»
El 28 de junio de 1914, tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono, en un atentado, Carlos se convierte en el heredero al trono del Imperio Austro-Húngaro.
Mientras se encarnizaba la primera Guerra Mundial, con la muerte del emperador Francisco José, el 21 de noviembre de 1916, Carlos se convierte en emperador de Austria. El 30 de diciembre es coronado Rey apostólico de Hungría.
Este deber Carlos lo concibe, también, como un camino para seguir a Cristo: en el amor por los pueblos a él confiados, en el cuidado por su bien y en la donación de su vida por ellos.
El deber más sagrado de un rey - el compromiso por la paz - Carlos lo puso al centro de sus preocupaciones a lo largo de la terrible guerra. Fue el único, entre los responsables políticos, que apoyó los esfuerzos por la paz de Benedicto XV.
Por lo que respecta a la política interior, incluso en tiempos extremadamente difíciles, abordó una amplia y ejemplar legislación social, inspirada en la enseñanza social cristiana.
Su comportamiento hizo posible al final del conflicto una transición a un nuevo orden sin guerra civil. A pesar de ello fue desterrado de su patria.
Por deseo del Papa, que temía el establecimiento del poder comunista en Centroeuropa, Carlos intentó restablecer su autoridad de gobierno en Hungría. Pero dos intentos fracasaron, porque él quería en cualquier caso evitar el estallido de una guerra civil.
Carlos fue enviado al exilio en la Isla de Madeira (Portugal). Como él consideraba su misión como un mandato de Dios, no pudo abdicar de su cargo.
Sumergido en la pobreza, vivió con su familia en una casa bastante húmeda. A causa de ello se enfermó de muerte y aceptó la enfermedad como un sacrificio por la paz y la unidad de sus pueblos.
Carlos soportó su sufrimiento sin lamento, perdonó a todos los que no le habían ayudado y murió el 1 de abril de 1922 con la mirada dirigida al Santísimo Sacramento. Como él mismo recordó todavía en el lecho de muerte, el lema de su vida fue: «Todo mi compromiso es siempre, en todas las cosas, conocer lo más claramente posible y seguir la voluntad de Dios, y esto en el modo más perfecto».
Fuente: vatican.va
Oración por la Canonización
del Beato Emperador Carlos de Austria
(Para ser rezada al comienzo de cada día de la Novena)
Padre Celestial, a través del Beato Emperador Carlos le has dado a Tu Iglesia y al pueblo de Dios un ejemplo de cómo podemos llevar una vida espiritual exigente de manera convincente y valiente.
Sus acciones públicas como Emperador y Rey, y sus actos personales como hombre de familia, estaban firmemente basados en las enseñanzas de la Fe Católica. Su amor por su Señor Eucarístico creció en tiempos de prueba y le ayudó a unirse al sacrificio de Cristo a través del sacrificio de su propia vida por su pueblo. El Emperador Carlos honraba a la Madre de Dios y rezó con amor el rosario durante su vida.
Fortalécenos por su intercesión cuando el desaliento, la debilidad, la soledad, la amargura y la depresión nos inquieten. Que sigamos el ejemplo de tu fiel servidor y sirvamos generosamente a nuestros hermanos de acuerdo a Tu Voluntad.
Escucha mi petición y concédela: ... (mencione su intención aquí).
Concédenos que el Beato Carlos de Austria sea considerado digno de ser canonizado, para la gloria de Tu Nombre, la alabanza de la Bienaventurada Virgen María y para la bendición de tu Iglesia. Amén
Oración Conclusiva
(Para ser rezada al final de cada día de la Novena)
Dios nuestro Padre, a través del regalo del Beato Emperador Carlos nos has dado un ejemplo a seguir.
En tiempos extremadamente difíciles llevó a cabo su pesada tarea sin perder la fe.
Siempre siguió a Tu Hijo, el verdadero Rey.
Llevó una vida humilde, amando sinceramente la pobreza y dando su alma y corazón por la búsqueda de la paz. Aún cuando su vida estaba en peligro confió en Ti, poniendo su vida en Tus manos.
Todopoderoso y Misericordioso Dios, por la intercesión del Beato Emperador Carlos te rogamos que nos des su fe incondicional para que nos sostenga en las mas difíciles situaciones, y el coraje para seguir el ejemplo de Tu Hijo único.
Abre nuestros corazones a los pobres y fortalece nuestro compromiso por la paz dentro de nuestras familias y entre los pueblos.
Te lo pedimos por Cristo Nuestro Señor.
Amén.
THEOTOKOS; kecharitoméne.
María es la Theotokos, no porque ella existiese antes de Dios o hubiese creado a Dios. Dios es eterno y María Santísima es una criatura de Dios. Pero Dios quiso nacer de mujer. La persona que nace de María es divina por lo tanto ella es madre de Dios. San Cirilo de Alejandría Leer mas:http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=aJRSmWldhYJ8iICefXePflWCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
Este presente es para hacerles llegar un sitio web destinado al Rezo del Santo Rosario para aquellas personas que estando solas, puedan sentirse acompañadas en una oración continua con Jesús y la Virgen María.
"El Rosario es uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre, María"
La devoción de los Siete Dolores de la VIRGEN MARÍA
La devoción al SAGRADO CORAZON DE JESUS y la práctica de los Nueve Primeros Viernes
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