Santo Domingo De Guzman. Fundador de la Orden de los Frailes Predicadores.
Por bienaventurados
  
Jueves, 08/08/2013
De San Pedro y San Pablo a Santo Domingo:
"Ve y predica, porque has sido llamado para este ministerio".

Aparición de los Apóstoles San Pedro y San Pablo a Santo Domingo
(Fra Angélico, Museo del Louvre, París)

Orando cierto día en San Pedro de Roma, se le aparecieron los Príncipes de los Apóstoles, presentándole, según refiere el Beato Humberto, San Pedro un bastón y San Pablo un libro, diciéndole: "Anda y predica, que para esa misión has sido destinado"


Resumen: Nació en Caleruega (España), alrededor del año 1170. Estudió teología en Palencia y fue nombrado canónigo de la Iglesia de Osma. Con su predicación y con su vida ejemplar, combatió con éxito la herejía albigense. Con los compañeros que se le adhirieron en esta empresa, fundó la Orden de Predicadores. Murió en Bolonia el día 6 de agosto del año 1221.


BENEDICTO XVI: “En Santo Domingo podemos ver un ejemplo de integración armoniosa entre la contemplación del misterio divino y la actividad apostólica. Según el testimonio de las personas más cercanas al santo, 'él habla siempre con Dios y de Dios'”.
BENEDICTO XVI: “Santo Domingo nos recuerda el origen del testimonio de la fe que cada cristiano debe dar en su familia, en el trabajo, en la vida social y también en los momentos más distendidos: la oración. Sólo la relación constante con Dios nos da la fuerza para vivir intensamente cada día”.
Benedicto XVI dijo que de Santo Domingo se aprende que la actitud exterior y el silencio son importantes para la oración ya que invitan al recogimiento.
Cena milagrosa de Santo Domingo
(Giovanni Sogliani, 1535)


Santo Domingo mandó a dos dominicos de San Sixto que fueran a pedir limosna a la ciudad. Después de mucho caminar y pedir, regresaban al convento con sólo un pan. Pero antes de llegar, un hombre les pidió limosna, y los dos religiosos después de conversar sobre qué podían hacer son sólo un pan para toda la comunidad, resolvieron dárselo. Al llegar a casa contaron a Santo Domingo lo sucedido, el que les dijo: El ángel de Dios fue, y Él se encargará de alimentar a sus siervos. Y fueron a orar.

Luego Santo Domingo mandó a poner la mesa y entraron los religiosos en el refectorio. Se puso a orar sobre la mesa y súbitamente aparecieron en medio del comedor dos ángeles cargados de panes, y comenzando por los religiosos menores, uno por el lado derecho y otro por el izquierdo, fueron dando a cada religioso un pan. Cuando llegaron al lado de Santo Domingo, que presidía la mesa, le hicieron una inclinación de cabeza y desaparecieron.

Entonces les dijo: "Comed, hermanos, el pan que nos envió el Señor." Luego, dirigiéndose a los hermanos servidores, les mandó que sirvieran el vino. -No tenemos, contestaron ellos. Id al pozal y servid el vino que el Señor puso ahí, les dijo.- Fueron al pozal y lo encontraron lleno de vino; sacaron y sirvieron a los religiosos, mientras Santo Domingo les decía: "Bebed, hermanos, del vino que Dios nos proveyó."

(Beata Cecilia. Versión castellana de fines del siglo XIII)
Los ángeles sirviendo el pan
(Fra Angélico)


La Orden Dominicana ha incorporado desde antiguo los detalles de esta comida milagrosa aplicándolos a su estilo de vida. Son muy habituales los refectorios con dos mesas pararelas separadas entre sí todo lo que el local permita. La parte trasera la conforma otra mesa con dos a cuatro o más asientos, donde se sienta el Prior. Los religiosos más antiguos se van sentando junto al Prior y luego los más nuevos, según lo hacen normalmente en el Coro. Es lo que se hace indefectiblemente en los comedores dominicos y recordando este hecho, se sirve primero a los religiosos menores de ambas mesas hasta llegar al Prior.

(Ref. del libro "Santo Domingo de Guzmán", Ramón Fernández y Álvarez, O.P., Ed. Desclée, de Brouwer, Buenos Aires, 1945, p. 278)

Santo Domingo de Guzmán, Sacerdote Santísimo de Dios, Predicador de la Gracia.
Ver: http://74.208.185.125/op/santo-domingo-de-guzman/

Novena a Santo Domingo
Ver: http://74.208.185.125/op/novena-a-santo-domingo/

Su Vida
Su padre, Félix de Guzmán, era noble acompañante del Rey. Su madre era la Beata Juana de Aza de quien Domingo recibió su educación primera.

Cuando tenía seis años fue entregado a un tío suyo, arcipreste, para su educación literaria. A los catorces años fue enviado al Estudio General de Palencia, el primero y más famoso de toda esa parte de España, y en el que estudiaban artes liberales, es decir, todas las ciencias humanas y sagrada teología. El joven Domingo se entregó de lleno al estudio de la teología.

Eran tiempos de continuas guerras contra los moros y entre los mismos príncipes cristianos. Una gran hambre sobrevino a toda aquella región de Palencia. Domingo se compadeció profundamente de los pobres y les fue entregando sus pertenencias. En los oídos de Domingo martilleaban las palabras del maestro:

"Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado".

Llegó el momento que solo le quedaba lo que mas preciaba, sus libros. Entonces pensó:

"¿Cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas (pergaminos), cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?".

Un día llegó a su presencia una mujer llorando y le dijo:

"Mi hermano ha caído prisionero de los moros".

A Domingo no le queda ya nada que dar. Decide venderse como esclavo para rescatar al esclavo. Este acto de Domingo conmovió a Palencia.

Domingo conmovió a la ciudad de Palencia de manera que se produjo un movimiento de caridad y se hizo innecesario vender sus libros o entregarse como esclavo. También surgieron vocaciones para la Orden que mas tarde Domingo fundaría.

A los 24 años de edad, Domingo fue llamado por el obispo de Osma para ser canónigo de la catedral. A los 25 años fue ordenado sacerdote.

El Rey Alfonso VIII había encargado al Obispo de Osma, en 1203, la misión de dirigirse a Dinamarca a pedir la mano de una dama de la nobleza para su hijo Fernando. El Obispo acepta y como compañero de viaje lleva a Domingo. Al pasar por Francia, Flandes, Renania e Inglaterra, Domingo quedó preocupado al constatar la extensión de las grandes herejías, los cátaros, valdenses y otras herejías procedentes del maniqueísmo oriental. Estos negaban muchos dogmas de la fe católica, incluso la Redención por la Cruz de Cristo y los Sacramentos.


Santo Domingo recibe el rosario de la Virgen

En 1207 Domingo, con algunos compañeros, entre ellos el Obispo de Osma, se entrega de lleno a la vida apostólica, viviendo de limosnas, que diariamente mendigaba, renunciando a toda comodidad, caminando a pie y descalzo, sin casa ni habitación propia en la que retirarse a descansar, sin más ropa que la puesta.


Comprendiendo la necesidad de instruir a aquellas gentes que caían en las herejías, determinó fundar la Orden de predicadores, dispuestos a recorrer pueblos y ciudades para llevar a todas partes la luz del Evangelio. Funda centros de apostolado en todo el sur de Francia. Pero, reconociendo que para combatir las herejías era necesario una buena formación teológica, busca un doctor en teología que instruyera a la comunidad. Más tarde, uno de sus discípulos en la orden sería la lumbrera más grande que haya tenido la iglesia universal: Santo Tomás de Aquino.


Santo Domingo fue un gran amigo de San Francisco de Asís, a quien visito y abrazó efusivamente.

Encuentro de San Francisco con Santo Domingo de Guzmán.


San Francisco y Santo Domingo ante el Cardenal Hugolino.


Capítulo de las esteras.


Encuentro de Santo Domingo y San Francisco
(Benozzo Gozzoli, 1451, Iglesia de Franciscanos, Montefalco)


«Una noche, estando Domingo en oración, según su costumbre, vió a Jesucristo irritado contra el mundo y a su Madre que le presentaba dos hombres para aplacarle (parte superior izquierda del cuadro). Reconocióse Domingo en uno de ellos, pero no sabía quién era el otro; y mirándole atentamente, su imagen se le quedó muy impresa en la memoria. Al día siguiente en una iglesia, no se sabe en cuál, vió bajo un sayal de mendigo la figura que la noche anterior se le había aparecido; y llegándose a aquel pobre, lo estrechó entre sus brazos con una santa efusión, diciéndole con balbuciente voz: «Sois mi compañero; caminad conmigo; no nos separaremos, y nadie podrá prevalecer contra nosotros». Refirióle enseguida la visión que había tenido; y sus corazones se confundieron en aquel abrazo y en aquellas protestas.

«De generación en generación el beso de Domingo y de Francisco se ha transmitido a los labios de su posteridad: una amistad juvenil une hoy todavía a los Hermanos Predicadores con los Hermanos Menores. Se han hallado en todos los puntos del globo desempeñando cargos semejantes: han edificado sus conventos en los mismos sitios; han mendigado en las mismas puertas; mil veces se ha mezclado su sangre derramada por Jesucristo en el mismo sacrificio y en la misma gloria: han cubierto con sus divisas los hombros de los príncipes y de las princesas: han poblado a porfía el cielo con sus santos: sus virtudes, su poderío, su fama, sus necesidades siempre y donde quiera han estado en contacto, y jamás el menor aliento de envidia ha empañado el limpio cristal de su amistad seis (siete) veces secular».


Santo Domingo poco después fundó la rama femenina de su Orden.

Catalina de Siena


La misión de los dominicos, predicar para llevar almas a Cristo, encontró grandes dificultades pero la Virgen vino a su auxilio. Estando en Fangeaux una noche, en oración, tiene una revelación donde, según la tradición, la Virgen le revela el Rosario como arma poderosa para ganar almas. Esta tradición está respaldada por numerosos documentos pontificios.


El 21 de enero de 1217, el Papa Honorio III aprobó definitivamente la obra de Domingo, la Orden de los predicadores o Dominicos.

En 1220 la herejía de los cataros y albigenses se había extendido por Italia. El Papa Honorio pone a Domingo a cargo de una gran misión.

Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221

Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de 1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes, cuando le decían: "Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte", dijo: "Qué hermoso, qué hermoso!" y expiró.

Muerte de Santo Domingo (Fra Angélico, Museo del Louvre)

(En la parte superior de esta pintura se representa la Visión del Beato Guala Romanoni de Bérgamo)

Entre tanto, acercándose el fin de la peregrinación de Santo Domingo, enfermó gravemente en Bolonia. Estando en el lecho del dolor llamó a doce de los Hermanos discretos y empezó a exhortarles en la perseverancia de la santidad, y en el celo por difundir la Orden, en el cuidado para evitar toda clase de trato que pueda parecer sospechoso con mujeres, sobre todo, con jóvenes, porque eso es siempre seductor y muy a propósito para poner lazos a las almas todavía no purificadas. En cuanto a mí, añadió, puedo afirmaros que hasta ahora la misericordia Divina me ha conservado en la incorrupción de la carne.

Antes de la muerte aseguró confidencialmente a los Hermanos, que les sería más útil después de fallecido. Sabía a quién había confiado el tesoro de sus trabajos, no dudando que le estaba preparada la corona de justicia, conseguida la cual, sería tanto más poderoso para impetrar favores, cuanto más seguro entrase en los dominios del Señor.

Aumentándose la angustia de la enfermedad, acometido a la vez por el flujo y la fiebre, aquella alma piadosa, libre de los lazos de la carne, voló al Señor que la había creado y cambió esta lúgubre y pasajera morada por la eternalmente dichosa de la gloria.

(Ref.: Santo Domingo de Guzmán -por el Beato Jordán de Sajonia-
Fr. Luis G. Alonso Getino, OP.
Tip. El Santísimo Rosario
Vergara, 1916, p.205-206)

Fue canonizado por Gregorio IX en 1234. El Papa dijo:

"De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".

Sto. Domingo le decía a su hermanos:
Todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.


Hacía estrictas penitencias:
Santo Domingo haciendo penitencia

(Juan Bautista Maino, c1630, Museo Provincial, Salamanca)

En el siglo XIII Segovia era una ciudad pequeña colgada en la cumbre de una colina de escarpadas pendientes y cuestas rocosas, en las que naturalmente habían cuevas. Santo Domingo pronto advirtió en las cavidades de la roca una caverna muy a propósito para los ejercicios ascéticos. Aquí venía escondido a refugiarse para tomar disciplinas hasta derramar sangre, y ocultar de las miradas indiscretas su oración y su éxtasis. Pero esto no lo logró, porque algunos pastores lo vieron y pronto se expandió por la ciudad y la región, a veces exageradamente, la fama de sus maceraciones y de sus éxtasis. Esta reputación de austeridad mas sus milagros y la elocuencia del santo, excitaron la religiosidad del pueblo.

(Ref. "Vida de Santo Domingo de Guzmán", R.P.Jacinto Petitot, OP. Versión castellana de R.P. Veremundo Peñas, OSB, Ed. El Santísimo Rosario, Vergara, 1931)


Sus compañeros decían:
"De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación".
Pasaba noches enteras en oración.

Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo.

Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página de la Biblia.

Palabra a tiempo y a destiempo

Segunda carta de san Pablo a Timoteo 4, 1-9:
“Timoteo, te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, por su aparición y por su reino: predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende., corrige, exhorta con longanimidad y doctrina, pues vendrán tiempos en que las gentes no soportarán oir la sana doctrina ... y apartarán sus oídos de la verdad para volverlos a las fábulas. Tú sé circunspecto en todo, soporta los trabajos, haz la obra de evangelista y cumple tu ministerio. En cuanto a mí, presto estoy a derramarme en libación, siendo ya inminente el tiempo de mi partida. He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe...”
El mensaje de Pablo es que la Palabra de Dios, la Palabra de Cristo, nos urge. Si somos cristianos, hemos de responder con fidelidad al servicio de la fe, del amor, de la comunión, de la verdad. Y eso hay que hacerlo, guste o no guste, pero siempre con el respeto que el otro merece de nosotros.

Evangelio según san Mateo 5, 13-16:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois sal de la tierra. Pero si la sal se desvirtúa ¿cómo salará la tierra? Ya no sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois luz del mundo. Pero, cuidado: no puede ocultarse una ciudad que se asienta en la cumbre de un monte; y no se enciende una lámpara para esconderla bajo un celemín sino que hay que ponerla sobre el candelero, para que alumbre a cuantos entran y se mueven en casa. Así ha de ser vuestra luz ante los hombres: que les alumbre y vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”
Pablo insistía en el ejercicio continuo de la predicación, del anuncio del mensaje de Cristo. Ahora Jesús nos encarece la condición íntima que poseemos, y según la cual hemos de actuar: somos como sal, como luz; y ambos elementos nos indican que estamos constituidos en instrumentos de salvación, por gracia del Señor.

Momento de reflexión
Amigo de la Biblia y de la teología.

Santo Domingo de Guzmán aprendió teología estudiando y meditando sobre los Evangelios y sobre las Cartas de san Pablo. Dicen que sabía de memoria el Evangelio según san Mateo y las Cartas de Pablo. Por eso su predicación era profundamente evangélica y su espíritu tenía mucho del espíritu paulino, aunque su temperamento fuera muy distinto del de Pablo.

Domingo, como Pablo, de día y de noche, estudiaba, meditaba, y en todo momento se sentía urgido por la predicación, y la hacía con entrañas de misericordia y compasión por los pecadores y descarriados. Hacía y sabía hacer. Vivía y comunicaba vida en el Espíritu, asumiendo pruebas, persecuciones, responsabilidad y sacrificios, con caridad y misericordia.

La caridad de la verdad

Santo Domingo asimiló muy bien estas dos ideas de Jesús a sus discípulos: ser sal y ser luz. Por eso buscaba salvar al mundo de la corrupción e iluminarlo con la verdad. Y porque reunía las dos condiciones en alto grado, de él se dice que poseía la caridad de la verdad.

Tomemos esas palabras como lema de nuestra vida y misión: caridad de la verdad. Nada hagamos sin caridad, y busquemos en todo la verdad.

Fe ilustrada

En la historia de la Iglesia, Domingo cumplió el papel de mediador y maestro de la fe, tratando de que en el siglo XIII todos los creyentes (sacerdotes, religiosos y laicos) poseyeran una fe ilustrada y cálida; y para ello fomentó el estudio de la Verdad, la caridad de la Verdad y la compasión en la Verdad.

Seamos también nosotros expertos en humanidad, profundamente creyentes, altamente compasivos, tiernamente hijos de María, la Madre del Rosario.

Rezando el Rosario


NUESTRA SEÑORA DEL SANTO ROSARIO


Su fiesta fue instituida por el Papa San Pío V el 7 de Octubre, aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la Batalla naval de Lepanto (1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario. La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.

Historia del Rosario

Desde el principio de la Iglesia, los cristianos rezan los salmos como lo hacen los judíos. Mas tarde, en muchos de los monasterios se rezan los 150 salmos cada día. Los laicos devotos no podían rezar tanto pero querían según sus posibilidades imitar a los monjes. Ya en el siglo IX había en Irlanda la costumbre de hacer nudos en un cordel para contar, en vez de los salmos, las Ave Marias. Los misioneros de Irlanda mas tarde propagaron la costumbre en Europa y hubieron varios desarrollos con el tiempo.

Santo Domingo busca las ovejas perdidas
La Madre de Dios, en persona, le enseñó a Santo Domingo a rezar el rosario en el año 1208 y le dijo que propagara esta devoción y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe.


Domingo de Guzmán era un santo sacerdote español que fue al sur de Francia para convertir a los que se habían apartado de la Iglesia por la herejía albingense. Esta enseña que existen dos dioses, uno del bien y otro del mal. El bueno creó todo lo espiritual. El malo, todo lo material. Como consecuencia, para los albingenses, todo lo material es malo. El cuerpo es material; por tanto, el cuerpo es malo. Jesús tuvo un cuerpo, por consiguiente, Jesús no es Dios.

También negaban los sacramentos y la verdad de que María es la Madre de Dios. Se rehusaban a reconocer al Papa y establecieron sus propias normas y creencias. Durante años los Papas enviaron sacerdotes celosos de la fe, que trataron de convertirlos, pero sin mucho éxito. También habían factores políticos envueltos.

Domingo trabajó por años en medio de estos desventurados. Por medio de su predicación, sus oraciones y sacrificios, logró convertir a unos pocos. Pero, muy a menudo, por temor a ser ridiculizados y a pasar trabajos, los convertidos se daban por vencidos.


Domingo dio inicio a una orden religiosa para las mujeres jóvenes convertidas. Su convento se encontraba en Prouille, junto a una capilla dedicada a la Santísima Virgen. Fue en esta capilla en donde Domingo le suplicó a Nuestra Señora que lo ayudara, pues sentía que no estaba logrando casi nada.

La Virgen acude en ayuda de Santo Domingo de Guzmán


La Virgen se le apareció en la capilla. En su mano sostenía un rosario y le enseñó a Domingo a recitarlo. Dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.

Domingo salió de allí lleno de celo, con el rosario en la mano. Efectivamente, lo predicó, y con gran éxito por que muchos albingenses volvieron a la fe católica.

Lamentablemente la situación entre albingences y cristianos estaba además vinculada con la política, lo cual hizo que la cosa llegase a la guerra. Simón de Montfort, el dirigente del ejército cristiano y a la vez amigo de Domingo, hizo que éste enseñara a las tropas a rezar el rosario. Lo rezaron con gran devoción antes de su batalla más importante en Muret. De Montfort consideró que su victoria había sido un verdadero milagro y el resultado del rosario. Como signo de gratitud, De Montfort construyó la primera capilla a Nuestra Señora del Rosario.


Las promesas de la Virgen a los que recen el Rosario
Un creciente número de hombres se unió a la obra apostólica de Domingo y, con la aprobación del Santo Padre, Domingo formó la Orden de Predicadores (mas conocidos como Dominicos). Con gran celo predicaban, enseñaban y los frutos de conversión crecían. A medida que la orden crecía, se extendieron a diferentes países como misioneros para la gloria de Dios y de la Virgen.

El rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos. Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alano de la Rupe y le dijo que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo también que se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros logrados por medio del rosario y reiteró las promesas dadas a Sto. Domingo referentes al rosario.

Promesas de Nuestra Señora, Reina del Rosario, tomadas de los escritos del Beato Alano:
La Virgen del Rosario: ¡Vencedora de las batallas!
Europa y con ella toda la cristiandad estaba en grave peligro de extinción. Sabemos, por las promesas de Jesucristo, que eso no puede ocurrir pero, humanamente, no había solución para la amenaza del Islam. Los Musulmanes se proponían hacer desaparecer, a punta de espada, el cristianismo. Ya habían tomado Tierra Santa, Constantinopla, Grecia, Albania, África del Norte y España. En esas extensas regiones el cristianismo era perseguido, y muchos mártires derramaron su sangre, muchas diócesis desaparecieron completamente. Después de 700 años de lucha por la reconquista, España y Portugal pudieron librarse del dominio musulmán. Esa lucha comenzó a los pies de la Virgen de Covadonga y culminó con la conquista de Granada, cuando los reyes católicos, Fernando e Isabel, pudieron definitivamente expulsar a los moros de la península en el 1492.

¡La importancia de esta victoria es incalculable ya que en ese mismo año ocurre el descubrimiento de América y la fe se comienza a propagar en el nuevo continente!
La batalla de Lepanto


En la época del Papa Pío V (1566 - 1572), los musulmanes controlaban el Mar Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los reyes católicos de Europa estaban divididos y parecían no darse cuenta del peligro inminente. El Papa pidió ayuda pero se le hizo poco caso. El 17 de septiembre de 1569 pidió que se rezase el Santo Rosario. Por fin en 1571 se estableció una liga para la defensa de Europa. El 7 de octubre de 1571 se encontraron las flotas cristianas y musulmanas en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. La flota cristiana, compuesta de soldados de los Estados Papales, de Venecia, Génova y España y comandada por Don Juan de Austria, entró en batalla contra un enemigo muy superior en tamaño. Se jugaba el todo por el todo. Antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el santo rosario con devoción. La batalla de Lepanto duró hasta altas horas de la tarde pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos.

En Roma, el Papa se hallaba recitando el rosario en tanto se había logrado la decisiva y milagrosa victoria para los cristianos. El poder de los turcos en el mar se había disuelto para siempre.


El Papa salió de su capilla y, guiado por una inspiración, anunció con mucha calma que la Santísima Virgen había otorgado la victoria. Semanas mas tarde llegó el mensaje de la victoria de parte de Don Juan, quién. desde un principio, le atribuyó el triunfo de su flota a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario. Agradecido con Nuestra Madre, el Papa Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y agregó a las Letanía de la Santísima Virgen el título de "Auxilio de los Cristianos". Más adelante, el Papa Gregorio III cambió la fiesta a la Nuestra Señora del Rosario.

Los turcos seguían siendo poderosos en tierra y, en el siglo siguiente, invadieron a Europa desde el Este y, después de tomar enormes territorios, sitiaron a Viena, capital de Austria. Una vez mas, las tropas enemigas eran muy superiores. Si conquistaban la ciudad toda Europa se hacia muy vulnerable. El emperador puso su esperanza en Nuestra Señora del Rosario. Hubo gran lucha y derramamiento de sangre y la ciudad parecía perdida. El alivio llegó el día de la fiesta del Santo Nombre de María, 12 de septiembre, de 1683, cuando el rey de Polonia, conduciendo un ejército de rescate, derrotó a los turcos.

La batalla de Temesvar
El Príncipe Eugenio de Saboya derrotó en Temesvar (en la Rumania moderna) a un ejercito turco dos veces mas grande que el suyo, el 5 de agosto de 1716, que en aquel entonces era la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves. El Papa Clemente XI atribuyó esta victoria a la devoción manifestada a Nuestra Señora del Rosario. En acción de gracias, mandó que la fiesta del Santo Rosario fuera celebrada por la Iglesia universal.

Excelencia del Rosario
A lo largo de los siglos los Papas han fomentado la pía devoción del rezo del rosario y le han otorgado indulgencias.

Dijo Nuestro Señor: "Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18:20).
El rosario en familia es algo maravilloso. Es un modo práctico de fortalecer la unidad de la vida familiar. Es una oración al alcance de todos.

Hablaba con Dios o de Dios

De varios escritos de la Historia de la Orden de Predicadores
Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum; Acta canonizationis sancti Dominici


La vida de Domingo era tan virtuosa y el fervor de su espíritu tan grande, que todos veían en él un instrumento elegido para la gloria divina. Estaba dotado de una firme ecuanimidad de espíritu, ecuanimidad que sólo lograban perturbar los sentimientos de compasión o de misericordia; y, como es norma constante que un corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre gozoso y afable, revelaba la placidez y armonía de su espíritu.

En todas partes, se mostraba, de palabra y de obra, como hombre evangélico. De día, con sus hermanos y compañeros, nadie más comunicativo y alegre que él. De noche, nadie más constante que él en vigilias y oraciones de todo género. Raramente hablaba, a no ser con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo aconsejaba a sus hermanos.

Con frecuencia, pedía a Dios una cosa: que le concediera una auténtica caridad, que le hiciera preocuparse de un modo efectivo en la salvación de los hombres, consciente de que la primera condición para ser verdaderamente miembro de Cristo era darse totalmente y con todas sus energías a ganar almas para Cristo, del mismo modo que el Señor Jesús, salvador de todos, ofreció toda su persona por nuestra salvación. Con este fin, instituyó la Orden de Predicadores, realizando así un proyecto sobre el que había reflexionado profundamente desde hacía ya tiempo.

Con frecuencia, exhortaba, de palabra o por carta, a los hermanos de la mencionada Orden, a que estudiaran constantemente el nuevo y el antiguo Testamento. Llevaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las cartas de san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que casi las sabía de memoria.

Dos o tres veces fue elegido obispo, pero siempre rehusó, prefiriendo vivir en la pobreza, junto con sus hermanos, que poseer un obispado. Hasta el fin de su vida, conservó intacta la gloria de la virginidad. Deseaba ser flagelado, despedazado y morir por la fe cristiana. De él afirmó el papa Gregorio noveno: «Conocí a un hombre tan fiel seguidor de las normas apostólicas, que no dudo que en el cielo ha sido asociado a la gloria de los mismos apóstoles».

Oración
Te pedimos, Señor, que santo Domingo de Guzmán, insigne predicador de tu palabra, ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos, e interceda también con bondad por nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo.

El 22 de Diciembre de 1216 recibe del Papa Honorio III la Bula “Religiosam Vitam”
por la que confirma la Orden de los Predicadores o Dominicos (Bassano)



Dos Bulas de Confirmación expidió el Pontífice en el mismo día, que fué el 22 de Diciembre de 1216: la una extensa y en la que se enumeran los templos y los privilegios concedidos, la otra más breve y compendiosa, cuyo texto, fielmente traducido, es como sigue:

«Honorio, Obispo, siervo de los siervos de Dios. Al amado hijo Domingo, Prior de San Román de Tolosa, y a todos los Hermanos que han hecho o harán profesión de la vida regular, salud y bendición apostólica. Nos, considerando que los Hermanos de vuestra Orden serán los campeones de la fe y unas verdaderas lumbreras del mundo, confirmamos vuestra Orden con todas sus tierras y posesiones que posee actualmente o poseyere en lo futuro y tomamos bajo nuestro gobierno y protección a la Orden misma con todos sus bienes y todos sus derechos».

Un mes más tarde expidió una carta el Pontífice llena de elogios, como los de invencibles atletas de Cristo, Evangelistas, Predicadores. Este último título, que ya les había dado Inocencio III, según refiere Salhanac, ha sido el dictado glorioso con que se conoce en la historia a los hijos de Santo Domingo.

Santo Domingo vende todos sus libros para darle el dinero a los pobres
(Del libro "Dominikus", Suecia)


"¿Cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas (pergaminos), cuando hermanos míos en pieles vivas se mueren de hambre?".

"Siendo estudiante en Palencia, hubo gran hambre en casi toda España. Conmovido a causa de ello por la necesidad de los pobres y abrasado de afecto compasivo, resolvióse a seguir los consejos divinos, aliviando, en la medida de sus fuerzas, la miseria de los que estaban en peligro de perecer. Vendiendo los libros, aun los más necesarios, con todo su ajuar estudiantil, reunió una considerable suma, que repartió entre los pobres. Este ejemplo movió los corazones de sus condiscípulos y maestros a hacer lo mismo".

Curación milagrosa del Beato Reginaldo de Orleans (Zurbarán)


Y mientras él perseveraba en la oración, la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Señora del mundo, acompañada de dos hermosísimas doncellas, se apareció visiblemente al Maestro Reginaldo, que yacía vigilante y sofocado por el ardor vehemente de la fiebre; y el enfermo oyó que la Reina hablaba dulcemente y le decía: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y quedándose pensativo para deliberar, una de aquellas doncellas que acompañaban a la Reina del cielo le insinuó que se encomendase a su voluntad y que no pidiera otra casa que la que se dignara otorgarle la Reina de misericordia. Y cumpliendo, por consiguiente, el saludable consejo, omitió la respuesta y lo dejó todo a elección de la bienaventurada Madre de Dios, para que según su beneplácito le concediese lo que quisiera. Entonces ella, extendiendo su virginal mano, untó con el ungüento que traía consigo los ojos, los oídos, las narices, la boca sy las manos, los pies y los riñones del enfermo, subrayando cada unción con las propias palabras de las fórmulas. Cuyas palabras puedes conjeturar más o menos por aquellas que profirió al ungir los riñones y los pies. En la unción de los riñones dijo : «Queden ceñidos tus riñones con el cíngulo de la castidad», y en la de los pies pronunció aquella fórmula: «Unjo tus pies para habilitarte a la predicación del Evangelio de la paz», y añadió : «De aquí a tres días te enviaré la redoma para el pleno restablecimiento de tu salud.» Entonces le mostró el hábito de la Orden de Predicadores y le dijo: «Mira, éste es el hábito de tu Orden»; y así se ocultó felizmente a los ojos del enfermo aquella figura corporal de su visión. Y curado de este modo por la Reina del cielo, Reginaldo convaleció al punto, quedando confortadas principalmente aquellas partes que había ungido la Madre de aquel que sabe elaborar ungüentos de salud.

A la mañana siguiente vino el bienaventurado Domingo, y como le preguntase confidencialmente qué tal se encontraba, contestó aquél: «Ya estoy sano.» Y entendiendo el bienaventurado Domingo que se refería a la salud espiritual, respondió: «Ya sé que estáis sano verdaderamente.» Y aquél insistía replicando que se encontraba curado. Y como el bienaventurado Domingo no cayese en la cuenta de que lo decía por la salud corporal, le contó detalladamente el Maestro Reginaldo la visión. Dieron, pues, gracias y no ciertamente con poca devoción, según pienso al Salvador, que sana a los que lastima y proporciona la saludable medicina a los que hiere. Y los médicos quedaron admirados ante tan súbita como inesperada curación, ignorando con qué aplicación de la medicina se había restablecido el que según su pronóstico había sido desahuciado de la vida. Y al tercer día, hallándose sentado el bienaventurado Domingo con el Maestro Reginaldo, acompañados por un religioso de la Orden de los Hospitalarios, vió éste claramente acercarse la Santísima Virgen y ungir con su mano todo el cuerpo del Maestro Reginaldo. Y aquella celeste untura de tal manera fortaleció la carne del santo varón Maestro Reginaldo, que no sólo extinguió la lumbre de la fiebre, sino que templó también el ardor de la concupiscencia, de tal manera que, como él mismo confesó después, en adelante no se encrespó en él ningún movimiento de sensualidad. Y después de su muerte, el bienaventurado Domingo refirió a los frailes esta visión. Pues el mismo fray Reginaldo le había conjurado a que, mientras él viviese, no relatara a nadie el suceso, sino que lo guardara como secreto de confesión. Y después de alcanzada la salud por mediación divina, se consagró enteramente a Dios y se ligó con el vínculo de la profesión al bienaventurado Domingo.


Santo Domingo y el milagro del libro en Fanjeaux


En Pamiers, Lavaur, Monreal, y Fanjeaux se tenían con frecuencia discusiones presididas por jueces, a las cuales asistían caballeros, soldados, mujeres y el pueblo, todos los que tuvieran interés de presenciar las controversias sobre la fe. Los debates tenían la fuerza del razonamiento científico y el vigor del apasionamiento personal. Los integrantes del tribunal debían dar una resolución final, y más que competencia científica, tenían probidad. De estas discusiones nacerían posteriormente las "Cuestiones Disputadas", como las llamó Santo Tomás de Aquino. Aquí el pueblo tenía un papel importante, ya que el espectador azuzaba, pifiaba, empujaba, y aún sin enterder nada de la discusión, se ponía departe de un contendor u otro.

Cuando Santo Domingo llegó a Fanjeaux conocía ya por experiencia lo que era esta clase de torneos. Y se preparó para sostener uno. Los católicos prepararon su defensa de la fe y se prefirió la que preparó Santo Domingo. También lo hicieron los del bando contrario.

Eligieron las partes los tres árbitros que darían su fallo sobre la disputa, a ver cuál de las partes tenía mejores argumentos y por consiguiente, cuál era la verdadera fe. Pero a veces la indecisión de los árbitros daba lugar a los llamados "juicios de Dios", que consistía en buscar una prueba sobrenatural a la verdad que se defendía.
(Esta práctica, tolerada por la Iglesia al principio, se abolió más tarde porque llegó a ser abusiva e inmoral.) Y comenzó la disputa. Ambas partes mantuvieron con igual fuerza sus puntos de vista, no dando los resultados que se esperaban; tampoco se llegaba a una avenencia. Como todo continuaba sin acuerdo, los jueces resolvieron recurrir al juicio de Dios. Tomaron la decisión de echar al fuego los manuscritos de ambos y si alguno no se quemaba, ése contendría la verdadera doctrina.

De acuerdo las partes, encendieron una hoguera, y a la hora señalada, los jueces arrojaron los escritos a las llamas. El manuscrito de los herejes desapareció en seguida hecho cenizas; el de Domingo fue expelido intacto a cierta distancia. El pueblo protestó, dudando de la imparcialidad de los jueces; echaron nuevamente el manuscrito de Domingo a la hoguera para asegurarse, y nuevamente el manuscrito salió expelido. Siguieron reclamando, y por tercera vez se repitió la escena, saliendo el manuscrito intacto.


Santo Domingo y el milagro del libro en Monreal
(Fra Angélico)


En Monreal, Santo Domingo escribió aquellas razones que había alegado (en Fanjeaux) y entregó el escrito a cierto hereje para que estudiara los argumentos. Aquella noche se reunían los herejes en una casa, y estando sentados al fuego, se presentó el hereje y le dijeron sus compañeros: arroja ese escrito al fuego, y si se quema, la verdadera fe es la nuestra y si no se quema, la de ellos. Así lo hicieron y después de permanecer un tiempo en el fuego saltó ileso. El asombro fue grande, pero uno de ellos lo volvió a tirar al fuego, y nuevamente saltó ileso; insiste por tercera vez y nuevamente se repite la escena, saliendo el escrito ileso.

Y el narrador termina diciendo: A pesar de esto, los herejes no se convirtieron, sino que se aferraron más a sus convicciones y juraron no contar este milagro. Pero cierto militar que estaba con ellos no quiso ocultarlo y lo contó a muchos.

El sueño de Inocencio III (Fra Angélico) y
Escenas de la vida de San Francisco de Asís (Benozzo Gozzoli)




En octubre de 1215, el Papa Inocencio III tuvo un sueño profético, donde veía a Santo Domingo sostener la iglesia de Letrán. Este sueño, según Constantino de Orvieto, aseguró más tarde la aprobación de la Orden de Santo Domingo, y ha inspirado numerosas obras de arte, y que la tradición franciscana hace extensivo también a San Francisco de Asís.

Santo Domingo y San Francisco sosteniendo la iglesia de Letrán; Fra Angélico, Benozzo Gozzoli, el Giotto, artistas que han representado esta escena del sueño de Inocencio III, nos han dejado un símbolo magnífico sobre estos dos santos del siglo XIII, que como nuevas y expléndidas columnas en el centro mismo de la Iglesia, la enderezan y la hacen inmutable. También resaltan la figura del Papa Inocencio que tuvo el mérito de comprender a estos santos, de protegerlos, de consagrar su ideal y sus obras nacientes.

(Ref. "Santo Domingo de Guzmán", Hipólito Sancho, Tipografía del Rosario, Almagro, 1922, pág.18)

Santo Domingo resucita al joven Napoleón Orsini
(Fra Angélico, El Louvre)


Monasterio de San Sixto El Viejo, en Roma. Está Santo Domingo con las religiosas y tres cardenales. Entra un hombre corriendo y les avisa que el sobrino del cardenal Esteban de Fosanova, el joven Napoleón Orsini, se ha caído del caballo y se ha matado. Domingo corre a toda prisa hacia donde está el difunto y ordena que lo transporten a una habitación. Celebran con gran devoción la misa y todos ven a Santo Domingo levitar en la consagración. Esto impresionó hondamente al Padre Tancredo, que una vez terminada la Misa comenzó a insinuarle a Santo Domingo que pidiera a Dios un milagro. Mientras tanto rodeaban al difunto los tres cardenales, las monjas de San Sixto y el Santo con sus compañeros. Movido por su caridad, comenzó a poner orden en los miembros dislocados y rotos del joven. Hizo la señal de la cruz sobre el cadáver, y poniéndose a la cabecera del difunto, levantó las manos al cielo y gritó con fuerte voz: "Joven Napoleón; yo te digo: en nombre de nuestro Señor Jesucristo, levántate". Y el joven Napoleón se levantó, y dirigiéndose al Santo, le pidió de comer. Era el mes de Marzo, y estuvo muerto desde la mañana hasta la hora de Nona.
Presente estaba también la Beata Cecilia, quien narró este milagro.



(Ref. "Santo Domingo de Guzmán", Ramón Fernández y Álvarez, O.P.,
Ed Desclée de Brower, Buenos Aires, 1945, pp.289-290)

Santo Domingo resucita un niño
(Vlaho Bukovac, circa 1911, Dubrovnik, Croacia)


Una viuda, devota mujer, oía con fervor los sermones de Santo Domingo en San Sixto El Viejo. Al volver un día a su casa después de haber escuchado al Santo, se encontró con la dolorosa sorpresa que su hijito había muerto. Con confianza absoluta en Dios, reprime su llanto, toma a su hijo muerto y junto a sus sirvientes parte de inmediato hacia San Sixto. Tantas veces había escuchado hablar al Patriarca sobre la fe que no dudó ni un momento que su palabra se cumpliría. Apenas lo ve, corre hacia él y pone el cadáver de su hijo a los pies del confiado predicador. El Santo intuye la tragedia de aquella madre y siente consternarse su espíritu ante la fe y la desgracia presentes. Ora unos momentos y se lo devuelve vivo a la confiada madre.

(Ref. "Santo Domingo de Guzmán", Ramón Fernández y Álvarez, Ed. Desclée de Brouwer, Buenos Aires, 1945, pp. 229-230)


Santo Domingo salva a los peregrinos náufragos en el río Tolosa (Garona)
(Luis Borraza, c1390, Museo Episcopal, Vic, Barcelona)


Pasaron por aquellas tierras de Tolosa unos peregrinos ingleses que iban a visitar el sepulcro del apóstol Santiago, para lo cual se envarcaron en una navecilla para pasar el río. Y como eran muchos, cedió la barca y naufragaron todos, hundiéndose en el agua, de tal manera que no se les veía ni la cabeza.

A los gritos de los que perecían y al clamor que se levantó de los que estaban en la orilla, acudió el bienaventurado Domingo, que estaba rezando en una iglesia próxima al río, y viendo lo sucedido, se postró con todo el cuerpo en tierra, y poniendo los brazos en cruz, lloró amargamente, suplicando al Señor que librase de la muerte a sus peregrinos; y levantándose al poco tiempo, puesta la confianza en Dios, mandó en nombre de Cristo que salieran a la orilla.

"Os mando a todos en el nombre de Jesucristo, que vengáis a la orilla". ¡Admirable poder de la oración! Los náufragos se levantaron del fondo de las aguas y ganaron todos la orilla.

Al punto, a la vista de muchos que asistían a tan triste espectáculo, aparecieron flotando sobre las ondas del agua; y, corriendo los ciudadanos que por allí estaban, les alargaron picas y lanzas y a todos los sacaron a tierra.

(Ref.: Santo Domingo de Guzmán, Ed BAC, Madrid, 1947, pp.563s, Capítulo "Vida de los Frailes Predicadores" de Gerardo Frachet, Limoges, c1255)


Visión de Santo Domingo del Manto de la Virgen


Una noche Domingo estaba rezando solo en la capilla de su convento. Vió el cielo abrirse con Cristo en el centro y la Virgen a su lado. Mientras observaba, empezó a llorar amargamente. El Señor le preguntó porqué lo hacía. Y dijo Santo Domingo: "Estoy llorando porque veo aquí miembros de todas las órdenes religiosas, pero de la mía, no".

Jesús le preguntó si le gustaría ver a los de su propia Orden y Domingo replicó que lo deseaba ardientemente. El Señor puso su mano cariñosamente sobre el hombro de la Virgen y le dijo: "He entregado tu Orden al cuidado de mi Madre". Entonces la Virgen abrió las alas de su manto y Domingo vió lo que parecía todo el paraíso, tan enorme, y bajo su manto, una muchedumbre de sus hermanos.

La visión terminó, pero Domingo se quedó en una oración grata y alegre. Cuando llegó el alba, Domingo tocó la campana y reunió a sus hermanos en la capilla y les contó la visión, animándolos a amar a la Virgen María y a ponerse bajo su cuidado materno.

Santo Domingo y el demonio en forma de simio
(Pietro della Vecchia, c1630, Indianapolis Museum of Art)


Los hermanos ya estaban viviendo en San Sixto; Mientras Santo Domingo pasaba gran parte de la noche en oración, cerca de la medianoche, salió de la iglesia y junto al dormitorio se sentó a escribir a la luz de una candela, y se le apareció un demonio en la forma de un simio, que comenzó a andar ante él de acá para allá, haciendo unos gestos de escarnio torciendo la cara. Entonces Santo Domingo le hizo un gesto con la mano para que se calmara y tomó la candela y se la dio para que la tuviera delante de él. El simio tomó la candela y la mantenía delante de él y seguía haciendo los gestos de burla. Estando así acabóse la candela y se incendió el dedo del simio, el que comenzó a retorcerse de dolor y a llorar así como si le doliese (así como aquel que está en el fuego infernal temiese el fuego corporal). Y Santo Domingo hizo la señal para que se estuviese quieto y firme. Tanto estuvo así que todo el dedo pulgar se le quemó hasta la juntura de la mano. El simio comenzó a quejarse y retorcerse mucho más. Entonces Santo Domingo tomó la tablilla que traía, lo hirió fuerte y dijo: "anda, vete, demonio"; y sonó la herida como si fuera un odre lleno de viento. El simio se lanzó a una pared cercana y nunca más apareció; al irse el simio quedó un olor fétido, que demostraba qué tipo de simio era (un demonio). Este hecho lo narró Santo Domingo a la hermana Cecilia y a los demás hermanos que con él estaban.

Santo Domingo caminando a pie descalzo por la zarza
(Convento Santa Cecilia, Nashville, Tennessee)


"Los herejes se han de convencer más con la humildad y otros ejemplos de virtudes que con apariencias exteriores y argumentos de palabras. Armémonos, pues, con fervorosas oraciones, y dando muestras de verdadera humildad, salgamos con los pies descalzos a luchar contra Goliat".

Creyó el obispo las palabras de Domingo y salieron descalzos. Distaban del lugar muchas millas. Después de andar un rato comenzaron a dudar de si era aquel el camino, y preguntaron a un hombre que era un hereje. Pero éste los condujo maliciosamente por una tierra llena de zarzas y abrojos que les tiñeron de sangre los pies.

Sin embargo, el varón de Dios, sufriendo todo con paciencia y alabando a Dios, exhortaba a todos a glorificar a Dios, diciendo: "Confiad en el Señor, que la victoria será nuestra, pues nuestros pecados han sido purgados con sangre".
Y el hereje, viendo el ejemplo del santo varón, abjuró de su error y se convirtió.
Al llegar al lugar, todas las cosas les resultaron bien.

Salve Regina de los Predicadores
(Fr. Enrique Mideros, OP. 1934, Convento Santo Domingo, Quito)


Salve Regina, mater misericordiae
vita, dulcedo et spes nostra. Salve.
Ad te clamamus exsules filii Hevae.
Ad te suspiramus gementes et flentes
in hac lacrimarum valle.
Eia ergo, advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Jesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pia, O dulcis virgo Maria.

V.- Ora pro nobis, Sancta Dei Genitrix.
R.- Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
Amen.



Salve Reina y madre de misericordia:
vida, dulzura y esperanza nuestra. Salve.
A ti clamamos los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Oye por tanto, abogada nuestra,
esos ojos misericordiosos vuelve a nosotros.
Y después de este destierro muéstranos a Jesús
fruto bendito de tu vientre.
Oh clemente, Oh piadosa, Oh dulce Virgen María.

V.- Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R.- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo. Amén.

Historia Completa


Nació en Caleruega (Burgos), a fines de 1171. Su padre se llamaba Félix de Guzmán, "venerable y ricohombre entre todos los de su pueblo". Y era de los nobles que acompañaban al rey en todas sus guerras contra los moros. Y muy emparentado con la nobleza de entonces. Su madre, la Beata Juana de Aza, era la verdadera señora de Caleruega, cuyo territorio pertenecía a los Aza por derecho de behetría. Mujer verdaderamente extraordinaria, era querida y respetada por todos, muy caritativa, sinceramente piadosa y siempre dispuesta a sacrificarse por la Iglesia y por los pobres. De ella recibió Domingo su educación primera.

Hacia los seis años fue entregado a un tío suyo, arcipreste, para su educación literaria. Y hacia los catorce fue enviado al Estudio General de Palencia, el primero y más famoso de toda esa parte de España, y en el que se estudiaban artes liberales, es decir, todas las ciencias humanas, y sagrada teología. A esta última se dedicó Domingo con tanto ardor que aun las noches las pasaba en la oración y el estudio sobre todo de las Sagradas Escrituras y de los Santos Padres. Sobre estos textos sagrados iba él organizando en sus cuadernos una síntesis ordenada de toda la doctrina teológica.

Vivía solo, con su pequeño mobiliario y sus libros. Y así podía distribuir mejor su tiempo en el día y en la noche. Para mayor mortificación suprimió el vino, que en su casa tomaba. Suprimir el sueño para estudiar no era para él mortificación, sino gozo, pues la doctrina sagrada le embelesaba. Por eso su estudio tenía tanto de oración y de meditación como de estudio propiamente dicho. Tenía fama de vivir tan recogido, que más bien parecía un viejo que un joven de dieciocho o veinte Su vida anterior le había preparado para ello, tanto en su propia casa como en la de su tío el arcipreste.

Por aquellos tiempos de guerras casi continuas con los moros y entre los mismos príncipes cristianos, con arrasamientos de campos, de pueblos y ciudades, con dificultades enormes para traer de fuera lo que en un pueblo o en una región faltaba, eran, como no podía por menos de suceder, frecuentes las hambres, y en ciertos momentos espantosas. Por toda la región de Palencia se extendió una de esas hambres terribles que llevaban a la muerte muchas gentes. Domingo convirtió su cuarto en una Limosna, como entonces se decía, o sea en un lugar donde se daba todo lo que había y todo lo que se podía alcanzar. Y, claro está, en esa su habitación no quedaron bien pronto más que las paredes. ¡Ah! Y los libros en que Santo Domingo estudiaba, su más preciado tesoro. Tan preciado, que de ellos podía depender su porvenir. No había entonces librerías para comprarlos; había que copiarlos o hacerlos copiar; y de estas dos clases eran los libros de Domingo. Pero, además, esos libros suyos estaban llenos de anotaciones y resúmenes dictados por él mismo. Labor, como se ve, de dinero y de trabajo, nada fácil de realizar. ¡Y cómo duele desprenderse de un manuscrito propio —al que se tiene mas cariño que a un hijo— para nunca más volverlo o ver!...

Pues cuando a estos libros de Domingo les llegó su vez, ahí está ese tesoro suyo del alma para venderse también. ¿Que el corazón se le desgarra al venderlos? "Pero, ¿cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas (pergaminos), cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?" Esta fue la exclamación de Domingo a los que le reprochaban aquella venta. Y bien vale la exclamación por toda una epopeya. Pero hay todavía más: Domingo vendió cuanto tenía. Pero, ¿y las palabras del Señor: "Amaos como Yo os he amado?" ¿Y no quiso el mismo Cristo ser vendido por nosotros y para nuestro bien? A la Limosna, que Domingo había establecido en su propia habitación, llega un día una mujer llorando amargamente y diciendo: "Mi hermano ha caído prisionero de los moros". A Domingo no le queda ya nada que dar sino a sí mismo, Pues bien; ahí está él; irá a venderse como esclavo para rescatar al desgraciado por el cual se le rogaba.

Estos actos de Domingo conmovieron a Palencia; y entre estudiantes y profesores se produjo tal movimiento de piedad y caridad que se hizo innecesario vender libros ni vender personas, sino que de las arcas, en que se hallaba escondido, salió en seguida dinero suficiente para todo. Y hasta salieron de aquí algunos que luego, al fundar Domingo su Orden, le siguieron, consagrándose a Dios hasta la muerte. Y no sólo por Palencia corrió la voz de estos hechos, sino por todo el reino de Castilla, dando lugar a que el obispo de Osma, don Martín Bazán, que andaba buscando hombres notables para su Cabildo, viniese a Domingo, rogándole que aceptase en su catedral una canonjía.

La aceptación de esta canonjía suponía para Domingo un paso decisivo hacia el ideal de vida apostólica con que soñaba. Estos Cabildos regulares bajo la regla de San Agustín, fundados durante el último siglo con espíritu religioso y ansias de perfección, con vida común y pobreza personal voluntaria, eran verdaderas comunidades religiosas, aunque en los últimos tiempos habían decaído mucho. El obispo de Osma, en cosa de seis años, tuvo que sustituir a nueve de sus doce canónigos por inobservantes. Por eso buscaba santos, como el joven Domingo, para sustituirlos. Y fue tan honda la reforma de este Cabildo, que perseveró en su vida de perfección hasta fines del siglo XV, en que todos los Cabildos de España se habían ya secularizado. Tenía Domingo unos veinticuatro años cuando aceptó esa canonjía. Y poco después, al cumplir la edad canónica de veinticinco, fue ordenado sacerdote.

Desde el primer momento el canónigo Domingo comenzó a brillar por su santidad y ser modelo de todas las virtudes; el último siempre en reclamar honores, que aborrecía, y el primero para cuanto significaba humillaciones y trabajos. Su virtud atraía. Y, como de él se dijo en su vida de apostolado, nadie se acercaba a él que no se sintiese dulce y suavemente atraído hacia la virtud. Era entonces prior del Cabildo don Diego de Acevedo, elemento importante de esta reforma y sucesor del obispo don Martín a su muerte en 1201. A Domingo debieron elegirle subprior sus compañeros apenas le hicieron canónigo, pues como tal subprior aparece bastante antes de la muerte del obispo Bazán. En 1199 aparece también, como sacristán del Cabildo, es decir, director del culto de la catedral. Estos dos cargos obligaron a Domingo a darse más de lleno al apostolado y ser modelo de perfección en todo.

A diferencia de los antiguos monjes, que alternaban la oración con el trabajo manual, los canónigos regulares debían dedicarse más de lleno que a la vida contemplativa, al culto divino y a los sagrados ministerios; a éstos, sobre todo, los que para ellos eran especialmente dedicados. Domingo, pues, como subprior del Cabildo y como sacristán, tendría a su cargo la enseñanza de la religión, que en la catedral se daba; la predicación no sólo en la catedral, sino también en otras iglesias que del Cabildo dependían, bautizar, confesar, dar la comunión, dirigir el culto, etc., todo ello junto con una vida de apartamiento del mundo y de pobreza voluntaria, teniéndolo todo en común a imitación de los apóstoles.

El rey Alfonso VIII había encargado al obispo de Osma, don Diego de Acevedo, en 1203, la misión de dirigirse a Dinamarca a pedir para su hijo Fernando, de trece años, la mano de una dama noble. El obispo aceptó. Y por compañero espiritual de viaje escogió a Domingo, subprior suyo, dirigiéndose con él por Zaragoza a Tolosa de Francia. Pero allí observaron que toda esta región, y aun, al parecer, toda Francia, Flandes, Renania, y hasta Inglaterra y Lombardía, estaban, grandemente infectadas de perniciosas herejías. Los cátaros, los valdenses o pobres de Lyón, y otras herejías procedentes del maniqueísmo oriental, lo llenaban todo. Tenían hasta obispos propios. Y hasta llegaron a celebrar un concilio, presidido por un tal Nicetas, que se decía papa, venido de Constantinopla. Los poderes civiles, en general, de manera más o menos solapada, les favorecían. Su aspecto exterior era de lo más austero: vestían de negro, practicaban la continencia absoluta y se abstenían de carnes y lacticinios. Negaban todos los dogmas católicos, la unicidad de Dios, la redención por la cruz de Cristo, los sacramentos, etc., etc. Con la afirmación de dos dioses, uno bueno y otro malo, su religión venía a ser solamente una actitud pesimista frente a la vida, de la cual había que librarse por esa austeridad y mortificaciones con las que deslumbraban a las muchedumbres.

Desde San Bernardo, sobre todo, se venía luchando contra ellos sin conseguir apenas resultado alguno. En esta zona de Francia se les llamaba albigenses, por tener en la ciudad de Albi uno de sus centros principales. Providencialmente la misma primera noche de su estancia en Tolosa tuvo Domingo ocasión de encontrarse cara a cara con uno de ellos, su propio huésped, quedando horrorizado. Le pidió razón de sus errores, y el hereje se defendió como pudo. Y así la noche entera. Hasta que, al fin, el hereje, profundamente impresionado por el amor y la ternura con que le hablaba Domingo, reconoció sus propios errores y abandonó la herejía. A la mañana siguiente Acevedo y Domingo continuaron su viaje a Dinamarca, donde cumplieron bien su misión, aunque el matrimonio, concertado así por poder o por procurador, no llegó jamás a consumarse, a pesar de un segundo viaje hecho en 1205 por los mismos dos embajadores. Los cuales habían descubierto al norte de Europa un mundo no ya de herejes, sino de paganos, con mucho mayores dificultades para su evangelización, mundo que ya no se borrará jamás de su alma.

Vueltos Acevedo y Domingo a Provenza, y conociendo más y más los estragos de la herejía, que todo lo iba dominando, pues se servía de toda clase de armas, la calumnia, el incendio, el asesinato..., decidieron quedarse allí. La lucha entre herejes y católicos era sumamente desigual. Pues, además de que los herejes no reparaban en medios, tenían bandas de predicadores que iban por todas partes propagando su doctrina. Por parte de los católicos, en cambio, sólo podían predicar los obispos o algunos delegados suyos; y algunos, muchos menos, delegados del Papa, pero siempre, y en todo caso, con misiones muy concretas de tiempos y lugares. Además, los herejes apenas tenían otros dogmas que negaciones. Pero, en cambio, alardeaban de practicar a la perfección la moral evangélica y acusaban a la Iglesia de no practicar nada de lo que enseñaba. Para esto se fijaban, sobre todo, en la forma como venían a predicarles los legados pontificios, que solían venir con grande pompa y boato, por creer que lo contrario hacia desmerecer su autoridad.

En el seno de la Iglesia hacía un siglo que se venían haciendo reformas en Cabildos catedrales, como hemos visto, y en Ordenes religiosas, como la de Cluny, la del Cister y otras. Pero estas reformas no siempre lograban, mantenerse en el primer fervor y con frecuencia fracasaban por completo, a poco de haberse iniciado.

Además, estas comunidades, por mucha perfección que practicasen, vivían separadas del pueblo, mientras que los herejes vivían con el mezcladísimos. Por otra parte, al pueblo suelen preocuparle menos los dogmas que la moral, y cree siempre más en las obras que en las palabras. Cuando el obispo de Osma y el subprior llegaron a darse cuenta por completo de la situación, comenzaron a advertir al Papa que no era nada a propósito para combatir a los herejes presentarse como sus legados se presentaban. Entre aquella inmensa corrupción, que lo inundaba todo, comenzaban a sentirse por doquier ansias de verdadera vida evangélica, y se hacía cada vez más claro que para conquistar al mundo, tan extraviado y corrompido, había que volver al modo de predicar y de vivir que los mismos apóstoles practicaron.

En la primavera de 1207 hubo un encuentro en Montpellier entre algunos legados cistercienses del Papa, por una parte, y el obispo de Osma y Domingo, por otra, sobre el sistema a seguir en la lucha contra los herejes. El de Osma renunció a todo su boato episcopal para abrazar con Domingo la vida estrictamente apostólica, viviendo de limosnas, que diariamente mendigaban, renunciando a toda comodidad, caminando, a pie y descalzos, sin casa ni habitación propia en la que retirarse a descansar, sin más ropa que la puesta, etc., etc. Domingo por ese tiempo ya no quería que le llamasen subprior ni canónigo, sino tan sólo fray Domingo, y su obispo se había adaptado también perfectamente a esta pobreza de vida.

Con estas cosas el aspecto de la lucha contra los herejes fue cambiando más y más a favor de los católicos. Los misioneros papales aumentaron notablemente en cantidad y calidad, llevando una vida enteramente apostólica y repartiéndose por toda la región en torno a ciertos centros escogidos. Domingo se quedó en un lugarcito llamado Prulla, cerca de Fangeau, junto a una ermita de la Virgen y algunas pocas viviendas, pero con buenas comunicaciones. Era ya predicador pontificio y delegado del Papa para dar certificados de reconciliación con el sello de toda la Empresa Misional. Este sello contenía solamente la palabra Predicación. Al jefe de la misión, en este caso a Domingo, se le llamaba magister praedicationis. Se fundaron no pocos de estos centros; pero como el personal de la misión, en general, era temporero, a los pocos meses comenzaron a cansarse y se fueron a sus abadías, quedando en pie solamente el centro de Prulla, que dirigía y sostenía Domingo. Por este mismo tiempo comenzó Domingo a reunir en Prulla un grupo de damas convertidas de la herejía, a las que él fue dando poco a poco algunas normas y reglas de vida, que más tarde se convirtieron en verdaderas constituciones religiosas, calcadas sobre las mismas de los dominicos. Y habiéndose ido a sus abadías los abades cistercienses que formaban el grupo principal de la misión; habiéndose ido, por otra parte, a Osma don Diego de Acevedo para arreglar sus asuntos y volver a Francia, cosa que no pudo realizar por sorprenderle la muerte; habiendo sido asesinado el principal legado del Papa y director de aquella gran misión, las cosas cambiaron súbitamente, y Domingo, cuando más ayudas necesitaba, se quedó solo. El asesinato de Pedro de Castelnau se atribuyó al conde de Tolosa, por lo cual éste fue excomulgado, el Papa exoneró a sus súbditos de la obediencia debida y promovió contra él una cruzada, capitaneada por Simón de Montfort, que marca uno de los períodos más sangrientos y difíciles de toda esta época.

Domingo no era partidario de estos procedimientos; para defender la religión no aceptaba otras armas que los buenos ejemplos, la predicación y la doctrina; por lo cual, cuando toda aquella región era el escenario de una guerra de las más sangrientas, él se recluyó en Prulla, para sostener allí, cuando menos, un grupito de compañeros, que ya tenía, y otro grupo mayor de mujeres convertidas, base del convento de monjas que allí se estaba formando. En 1212 quisieron hacerle obispo de Cominges; pero él rehusó humildemente, alegando que no podía abandonar la formación de esta doble comunidad, en edad tan tierna todavía.

En 1213, calmada un poco la guerra, aparece Domingo predicando la Cuaresma en Carcasona. En esta ciudad, emporio de la herejía, peligraba hasta la vida de los predicadores; se les escupía, se les tiraba piedras y barro, se les dirigía toda clase de insultos y calumnias; y precisamente por eso Domingo tenía a esta ciudad un especial cariño. El obispo le nombró vicario suyo in spiritualibus, es decir, en cuanto a la predicación, al confesonario, a la reconciliación de herejes, etc., pero no en causas judiciales o administrativas. Al año siguiente le nombró capellán suyo, es decir párroco en Fangeaux (25 de mayo de 1214). En 1215 el arzobispo Auch, con el voto unánime de sus canónigos, quiso hacerle obispo de Conserans, diócesis sufragánea suya. Domingo vuelve a resistirse con invencible tenacidad.

Estando en Fangeaux una noche en oración, parece haber tenido una revelación especial, de la cual, como es natural, no queda documento fehaciente; queda solamente un monumentito de tiempo posterior llamado Seignadou. Y allí parece haber tenido el Santo cierta visión que le impresionó grandemente. ¿La revelación del rosario? Los santos nunca suelen sacar al público estos secretos. Entrar con más detalles en esto de la fundación del rosario no es cosa nuestra. La tradición, unánime hasta tiempos muy recientes, avalada por gran multitud de documentos pontificios y con multitud de argumentos de toda clase, a Santo Domingo atribuye la fundación del rosario.

Desde 1214 vuelve Domingo a sus continuas andanzas de predicación y apostolado, y en plan verdaderamente apostólico. Los testigos del proceso de su canonización nos ofrecen datos abundantísimos. Nunca iba solo, sino con un compañero por lo menos, pues Jesucristo enviaba a sus discípulos a predicar de dos en dos. Solía llevar consigo un bastón con un palito atravesado en lo alto, como empuñadura. Uno de estos bastones se conserva todavía en Bolonia. Ninguna clase de equipaje ni bolsillos ni alforjas, sino tan sólo, en la única túnica remendada y pobrísima con que se cubría, una especie de repliegue sobre el cinturón, en el que llevaba el Evangelio de San Mateo, las Epístolas de San Pablo y una navajita sin punta, sin duda para cortar el pan duro que pidiendo de puerta en puerta le daban. Iba ceñido con una correa, a estilo de los canónigos de San Agustín a que pertenecía.

Caminaba siempre descalzo. Lo cual dio lugar a que un hereje se le ofreciese en cierta ocasión como guía para conducirle a un lugar desconocido, en que tenía que predicar. Lo llevó por los sitios más malos, llenos de piedras y espinos, de modo que al poco rato Domingo y su compañero llevaban los pies deshechos y ensangrentados. Domingo entonces comenzó a dar gracias a Dios y al guía, porque con aquel sacrificio, decía, era bien seguro que su predicación produciría gran fruto. Y así fue, porque hasta el mismo guía se convirtió.

En los caminos iba siempre hablando de Dios y predicando a los compañeros de viaje. Y cuando esto no era posible se separaba del grupo y comenzaba a cantar himnos y cánticos religiosos. Cuando el concilio de Montpellier, para diferenciarles de los herejes, prohibió a los predicadores católicos ir descalzos, Santo Domingo llevaba sus zapatos al hombro y sólo se los ponía al entrar en pueblos y ciudades. Ninguna defensa llevaba en sus viajes contra el sol, aun en lo más ardiente del verano, ni contra la lluvia o la nieve. Y cuando llegaba a un pueblo con su túnica de lana empapadísima y le invitaban a que, como todos los demás, se acercase al fuego para secarse, él se disculpaba amablemente yéndose a rezar a la iglesia. A consecuencia de lo cual solía estar lleno de dolores, en los que se gozaba. Sus mortificaciones eran continuas e inexorables. Su camisa estaba tejida con ásperas crines de cola de buey o de caballo, como declaran en su proceso las señoras que se la preparaban. Por debajo de ella tenía otros cilicios de hierro y, fuertemente ceñida a la cintura, una cadena del mismo metal, que no se quitó hasta su muerte. Con cadenillas de hierro también se disciplinaba todas las noches varias veces. No tuvo lecho jamás, y, cuando en sus viajes se lo ponían, lo dejaba siempre intacto, durmiendo en el suelo y sin utilizar siquiera una manta para cubrirse, aun en tiempos de mucho frío. En los conventos ni celda siquiera tenía, pasando la noche en la iglesia en oración en diversas formas, de rodillas, en pie, con los brazos en cruz o tendido en venia a todo lo largo. Para morir tuvieron que llevarle a una celda prestada. Parcísimo en el comer, ayunaba siempre en las cuaresmas a sólo pan y agua.

Jamás tuvo miedo a las amenazas que los herejes continuamente le dirigían. El camino que desciende a Prulla desde Fangeaux era muy a propósito para emboscadas y asaltos. Y, sin embargo, casi a diario lo recorría Domingo bien entrada la noche. Un día unos sicarios, comprados por los herejes, le esperaban para matarle. Mas providencialmente aquel día no pasó por allí el siervo de Dios. Y, habiéndole encontrado tiempo más tarde, le dijeron que qué hubiera hecho de haber caído en sus manos, a lo cual Domingo les respondió: "Os hubiera rogado que no me mataseis de un solo golpe, sino poco a poco, para que fuese más largo mi martirio; que fuerais cortando en pedacitos mi cuerpo y que luego me dejaseis morir así lentamente, hasta desangrarme del todo". ¡Qué grandeza! ¡Que amor a la cruz y al que en ella quiso por nosotros morir!

Dejemos a Domingo seguir en sus ininterrumpidas predicaciones. Por el mes de abril dos importantes caballeros de Tolosa se le ofrecieron a Domingo para seguirle, no como los demás discípulos que le acompañaban, sino incorporándose plenamente con él, con un juramento o voto de fidelidad y de obediencia. Uno de ellos, Pedro Seila, iba a heredar de su padre tres casas en la ciudad de Tolosa, y de aquí salió la primera fundación de dominicos, pues antes del año estaban las tres llenas de gente. El obispo, al aprobarles la fundación, había declarado a Domingo y a sus compañeros vicarios suyos en orden a la predicación, y esto en forma permanente y sin especial nombramiento, cosa hasta entonces completamente desconocida en la historia de la Iglesia. Como no podemos seguir paso a paso esta historia, baste recordar que, cuando, en vez del obispo, sea el Papa el que tome una determinación parecida en orden a Domingo y sus compañeros, la Orden de Predicadores quedará fundada. Los compañeros de Domingo eran todos clérigos y vestían, como él, túnica blanca, como los canónigos de San Agustín. Y Domingo se preocupó inmediatamente de buscarles un doctor en teología que les pusiera clase diaria, a fin de prepararles para la predicación. Primero doctores y luego predicadores.

Por el mes de noviembre de 1215 celebróse en Roma el IV Concilio de Letrán, el más importante acaso de la Edad Media. En este concilio, canon 13, se prohibió la fundación de nuevas Ordenes religiosas. ¿Qué sería de la recién nacida, aunque aún no confirmada por Roma, Orden de Predicadores? El Papa, sin embargo, declaró, como ampliación de ese canon prohibitivo, que admitiría fundaciones con tal de que se acogiesen a una de las antiguas reglas, completada en los detalles por especiales constituciones, para mejor adaptarlas a los tiempos. Esto lo dijo el mismo Inocencio III a Domingo, asegurándole que cuantas constituciones adicionales le propusiese él se las confirmaría. Pero, unos meses después, muere el Papa y es elegido Honorio III. Domingo había reunido a sus hijos el día de Pentecostés de 1216 para redactar esas nuevas constituciones, que son aún hoy la base de las constituciones de la Orden dominicana; pero, cuando quiso ir a Roma, para que el Papa cumpliese su palabra de confirmárselas, el Papa era nuevo y se resistía a prescindir de un canon del concilio para aprobar una Orden que con tantas novedades se presentaba. Sobre todo lo de la predicación, como privilegio concedido a los dominicos sólo por serlo, levantaba por todas partes una grande oposición. Había también en esta nueva Orden otras novedades, por ejemplo, las constituciones hechas por Domingo, a diferencia de las de todas las Ordenes religiosas existentes, eran leyes meramente penales, pues no obligaban a culpa, sino a pena. Además, la doctrina de las dispensas se cambiaba por completo. No sólo se dispensaba una ley por no poder cumplirla, sino también cuando, aun pudiendo, estorbaba a otra ley o precepto de orden superior y más directamente conducente al fin último de la Orden, etc., etc.

El Papa, sin embargo, quería y veneraba mucho a Domingo, y cuanto más le iba tratando más le veneraba y le quería. Y, al fin, después de algunas vacilaciones y muchas consultas, dio su bula de 21 de enero de 1217, concediéndole a Domingo la confirmación deseada. Y tan amigo de Domingo y protector de su Orden llegó a ser que desde esa fecha hasta 1221, por agosto, en que Domingo expiró, le fueron dirigidos por el Papa sesenta documentos entre bulas, breves, epístolas, etc., llegando a eximirle de pagar los gastos que todos estos documentos debían pagar en la curia pontificia.

Por este tiempo, estando Domingo en Roma, se le aparecieron una noche en oración los apóstoles San Pedro y San Pablo y, entregándole un báculo y un libro, le dijeron ambos a la vez: "Ve y predica". Esto lo refirió el mismo Domingo más tarde a alguno de sus hijos, que lo transmitió a la historia.

Confirmada la Orden, volvió Domingo a Francia, y el 15 de agosto de 1217 reunió a sus dieciséis discípulos en Tolosa, para dispersarles por el mundo contra la opinión de casi todos, incluso algunos obispos amigos. De estos dieciséis dominicos envió siete a París, dándoles por superior al único doctor con que hasta entonces contaba, fray Mateo de Francia, y poniendo, además, entre ellos dos con fama de contemplativos, uno de éstos su propio hermano. A España envió cuatro. Tres los dejó en Tolosa, y los otros dos se quedaron en Prulla, donde, además de las monjas, habían comenzado a congregarse hacía algunos años un grupito de discípulos. Poco tiempo más tarde envió también religiosos a Bolonia, al lado de la otra universidad de fama mundial que entonces brillaba.

En 1219 visitó Domingo su comunidad de París, que tenía ya más de treinta dominicos, varios de ellos ingresados en la Orden con el título de doctor. De este modo, no sólo tenían derecho a enseñar, sino que podían hacerlo en su propia casa, que ya entonces estaba establecida en lo que fue después, y vuelve a ser hoy, famosísimo convento de Saint Jacques. En Bolonia le sucedió una cosa parecida, pues en 1220, por la acción del Beato Reginaldo, doctor también de Paris, y otros varios, que por él habían ingresado, en la Orden, la universidad se encontraba en las más íntimas relaciones con los dominicos. Podemos decir que tanto el convento de París como el de Bolonia comenzó a ser desde el principio una especie de Colegio Mayor, o, aún más, una sección de la misma universidad, incorporada a ella totalmente.

En 1220 las herejías de cátaros, albigenses, etc., se habían extendido muchísimo por Italia, especialmente por la región del norte. El papa Honorio III, para detener los progresos de la herejía, determinó organizar una gran Misión. Pero, en vez de poner al frente de ella algún cardenal como legado suyo, o algunos abades cistercienses, encomendó la dirección a Domingo, no sólo con facultad para declarar misioneros a cuantos quisiese de sus propios hijos, sino también para reclutar misioneros entre los mismos cistercienses, benedictinos, agustinos, etc. Esto era una novedad que, aunque presentida, llamó mucho la atención. Seguir las peripecias de esta gran misión nos es absolutamente imposible. Domingo acabó en ella de agotar sus fuerzas por completo. Venía padeciendo mucho de varias enfermedades, sin querer cuidarse lo más mínimo ni dejar de predicar un solo día muchas veces y a todas horas.

El día 28 de julio por la noche llegó a su convento de Bolonia verdaderamente deshecho y casi moribundo. Pero no quiso celda ni lecho, sino que, como de costumbre, después de predicar a los novicios, se fue a la iglesia a pasar la noche en oración. El 1 de agosto no pudo levantarse del suelo ni tenerse en pie, y por primera vez en su vida aceptó que le pusieran un colchón de lana en el extremo del dormitorio, y poco después en una celda, que le dejaron prestada, pues en la Orden no hubo nunca dormitorios corridos, sino celditas, en las que cabía un colchón de paja —de lana para los enfermos— y un pupitre para estudiar y escribir. La intensidad de la fiebre le transpone a ratos. Otras veces toma aspecto como de estar en contemplación y otras mueve los labios rezando, otras pide que le lean algunos libros; jamás se queja; cuando tiene alientos para ello habla de Dios, y la expresión de su rostro demacrado sigue siempre dulce y sonriente.

El 6 de agosto habla a toda la comunidad del amor de las almas, de la humildad, de la pureza, condición necesaria para producir grande fruto. Después hace confesión general con los doce padres más graves de la comunidad, que más tarde declararon no haber encontrado en él ningún pecado, sino muy leves faltas.

Después, ante la sospecha, que le sugirieron, de que quisieran llevar a otra parte su cuerpo, dijo: "Quiero ser enterrado bajo los pies de mis hermanos". Y viéndoles a todos llorar, añadía: "No lloréis, yo os seré más útil y os alcanzaré mayores gracias después de mi muerte". Y ante una súplica del prior levantó las manos al cielo, diciendo: "Padre Santo, bien sabes que con todo mi corazón he procurado siempre hacer tu voluntad. He guardado y conservado a los que me diste. A Ti te los encomiendo: Consérvalos, guardalos". Y volviéndose a la comunidad, preparada para rezar las preces por los agonizantes, les dijo: "Comenzad". Y, al oír: "Venid en su ayuda, santos de Dios", levantó las manos al cielo y expiró. Era el 6 de agosto de 1221, cuando no había cumplido aún cincuenta años. Ofició en sus funerales el cardenal Hugolino, legado del Papa, al que había de suceder bien, pronto, y que le había de canonizar.

Una de las monjas admitidas por él en el convento de San Sixto, de Roma, hace de Domingo la siguiente descripción, confirmada por el dictamen técnico que sobre su esqueleto se dio en 1945, al abrir su sepultura, por temor de que fuese Bolonia bombardeada: "De estatura media, cuerpo delgado, rostro hermoso y ligeramente sonrosado, cabellos y barba tirando a rubios, ojos bellos. De su frente y cejas irradiaba una especie de claridad que atraía el respeto y la simpatía de todos. Se le veía siempre sonriente y alegre, a no ser cuando alguna aflicción del prójimo le impresionaba. Tenía las manos largas y bellas. Y una voz grave, bella y sonora. No estuvo nunca calvo, sino que tenía su corona de pelo bien completa, entreverada con algunos hilos blancos."

Fue canonizado por Gregorio IX en 1234. Y sus restos descansan en la magnífica basílica del convento de Predicadores de Bolonia, en una hermosísima y artística capilla.

Santo Domingo de Guzmán tiene asociados varios elementos relacionados con su vida. Por ello se le representa con diferentes símbolos:

Perro con antorcha:
La Leyenda (primera biografía de Santo Domingo) narra una visión que su madre, la Beata Juana de Aza, tuvo antes de que Santo Domingo naciera. Soñó que un perrito salía de su vientre con una antorcha encendida en su boca. Incapaz de comprender el significado de su sueño, decidió buscar la intercesión de Santo Domingo de Silos, fundador de un famoso monasterio Benedictino de las cercanías. Hizo una peregrinación al monasterio para pedir al Santo que le explicara el sueño. Allí comprendió que su hijo iba a encender el fuego de Jesucristo en el mundo por medio de la predicación. En agradecimiento, puso a su hijo por nombre Domingo, como el santo de Silos. Es un nombre muy apropiado, por cuanto Domingo viene del Latín Dominicus, que significa "del Señor". De Dominicus (Domingo) viene Dominicanus (Dominico, que es el nombre de la Orden de Santo Domingo). No obstante, utilizando un juego de palabras, se dice que Dominicanus es un compuesto de Dominus (Señor) y canis (perro), significando "el perro del Señor" o el vigilante de la viña del Señor)

En su carta del 4 de febrero de 1221 a todos los obispos de la Iglesia recomendando la Orden de Santo Domingo, el Papa Honorio III dijo que Domingo y sus seguidores habían sido "nombrados para la evangelización del mundo entero". Y en otra carta, esta vez dirigida a Domingo (18 de enero de 1221), el Papa les llamaba pugiles fidei (caballeros de la fe, defendiéndola contra todo el que se oponga a ella). Esto es lo que Domingo hizo durante toda su vida, defender la fe con el ejemplo de su vida y con su predicación incesante contra los herejes del Languedoc en el sur de Francia, y con su deseo de ser misionero entre los no-cristianos.

Lila blanca:
Usualmente se le representa con unas lilas en su mano. El amor por la pureza de Domingo fue tan perfecto que, en su lecho de muerte, al hacer una confesión pública en frente de sus hermanos, pudo decir: "Gracias a Dios, cuya misericordia me ha conservado en perfecta virginidad hasta este día; si deseáis guardar la castidad, evitad todas las conversaciones peligrosas y vigilad vuestros corazones". Y entonces, sintiendo remordimiento, dijo a Fray Ventura, Prior de Bolonia: "Padre, temo que he pecado hablando de esta gracia delante de los hermanos". La pureza de su alma y el deseo de que sus hijos le imitasen le llevaron a hacer esa revelación.

Estrella:
Se nos dice en la misma Leyenda que durante el bautismo de Domingo apareció una estrella sobre su frente. Por medio de su vida y predicación, Domingo fue como un faro guiando almas hacia Cristo. Desde sus años de estudiante en Palencia, España, donde vendió sus valiosos libros con el fin de conseguir dinero para ayudar a los pobres que sufrían una gran sequía, y donde llegó a ofrecerse a ser vendido como esclavo para redimir a cristianos cautivos por los Moros, a aquella noche, en un viaje a Dinamarca, que pasó en conversación con el hospedero hereje, atrayéndole por fin otra vez a la fe verdadera, a su etapa en el Languedoc, donde pasó los mejores años de su vida, hasta su enseñanza y predicación, hasta la fundación de su Orden, Santo Domingo fue siempre una estrella brillante que atrajo almas perdidas a Cristo.

La Cruz, el Estandarte, el Santo Rosario:
El libro y la Iglesia:
En algunas representaciones, Santo Domingo sostiene un libro en su mano izquierda. El libro representa la Biblia, que era la fuente de la predicación y espiritualidad de Domingo. Era conocido como el Maestro Domingo por el grado académico que obtuvo en la universidad de Palencia, España. Sus contemporáneos nos dicen que en sus viajes por Europa siempre llevaba consigo el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Esto hace referencia a la visión que tuvo en una de sus noches de vigilia. Mientras Domingo oraba, los Santos Pedro y Pablo se le aparecieron. San Pedro llevaba consigo el Evangelio, y Pablo sus Cartas, con este mensaje: "Ve y predica, porque has sido llamado para este ministerio". Esta toteria le reafirmó en su vocación de continuar siendo un "Predicador Itinerante", no solo en el sur de Francia sino también en todo el mundo por medio de su Orden, la "Orden de Predicadores".

A veces, sobre el libro hay una iglesia. Esta iglesia representa la Basílica Laterana, la "Madre Iglesia" universal.

Santo Domingo tuvo que enfrentarse con muchos obstáculos legales para que el Papa aprobara su nueva Orden. De acuerdo con la leyenda, el Papa Inocencio III, Santo Domingo y San Francisco tuvieron un sueño. Cada uno de ellos vio que la Basílica Laterana estaba comenzando a derrumbarse, y a dos frailes, uno en hábito blanco y el otro en un hábito marrón, colocándose ellos mismos como columnas para evitar el colapso total. Domingo se reconoció a sí mismo como el fraile del hábito blanco, pero no sabía quién era el otro fraile. De igual modo, Francisco de Asís se reconoció a sí mismo como el fraile del hábito marrón, pero desconocía quién era el del hábito blanco. Para Inocencio III el sueño era un rompecabezas y un misterio. El día siguiente, cuando Domingo iba a ver al Papa sobre la aprobación de su Orden, se encontró a un fraile joven vestido con un hábito marrón. Mirándose mutuamente, cada uno reconoció al otro como el compañero que ayudaba a soportar la Basílica Laterana, y se abrazaron en medio de la calle. Después fueron juntos a ver al Papa, y éste comprendió inmediatamente el significado de su sueño: "Las Órdenes de estos dos gran hombres serán como columnas que salvarán a la Iglesia de su destrucción".

Las tres mitras:
También se representa a Santo Domingo con tres mitras, pues alude al ofrecimiento que le hicieron de tres episcopados, pero los rechazó porque quería dedicarse a los pobres. Si bien el cuerpo de Santo Domingo de Guzmán permanece en su Basílica de Bolonia, existen numerosas reliquias de él a lo largo y ancho del mundo. En enero de 2007 la Vicaría de Roma concedió una de primera clase y que puede encuadrarse dentro de la tipología de las ex osibus a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Alhaurín el Grande (Málaga) en atención a los profundos lazos históricos y devocionales que unen a la Orden Dominicana con esta corporación nazarena. Esta reliquia es procesionada cada Viernes Santo junto a otra de San Roque en un relicario doble situado en el frontal del trono de María Santísima del Mayor Dolor, Sagrada Titular de esta Hermandad.


Coronación de la Virgen (Fra Angélico, 1441, Museo San Marcos de Florencia)
Aparecen: Cristo y la Virgen sentados en la gloria sobre nubes luminosas, y
seis santos en éxtasis: Santo Tomás de Aquino, San Benito, Santo Domingo,
San Francisco, San Pedro Mártir, San Pablo.

Fátima, La Señora del Rosario.
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=got%2Fm3%2BliKBpoaGXnqeGeKB%2Ff5R8Z12CnnyKg559d49%2BVWmWUm9k
EL SECRETO DE MARÍA
San Luis María Grignion de Montfort
Ver: https://www.diplox.com.ar/rikydk%7C19189-el-secreto-de-maria-obra-de-san-luis-maria-grignion-de-montfort.html
LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
Ver: http://www.bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=g5h9fH6heX58hVZoblaSg4KZf5qLmnCjqJOYp3eFoY93l3pnUm1l
LA SANTA MISA EXPLICADA POR PADRE PIO
Ver: http://www.bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=got%2Fm3%2BliKBpoaGXnqeGeKB%2Ff5R8Z11obVaVk1qGl5RzdJ14c4GG
Nuestra Señora de Fátima
Bellísima estampa del inmaculado Corazón de María.
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=amxShZiDjI2ad3eAi1Z%2BjVWCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
¿Como Rezar el Rosario?
REZANDO EL SANTO ROSARIO
Rosario Perpetuo: http://rosarioperpetuo.com.ar/rosario/

Este presente es para hacerles llegar un sitio web destinado al Rezo del Santo Rosario para aquellas personas que estando solas, puedan sentirse acompañadas en una oración continua con Jesús y la Virgen María.

"El Rosario es uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre, María"
La devoción de los Siete Dolores de la VIRGEN MARÍA

La devoción al SAGRADO CORAZON DE JESUS y la práctica de los Nueve Primeros Viernes

La Divina Misericordia (ORIGEN Y PROMESAS):
VER: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=g4degnmheX58hVaab1aSg4KZf5qLmnCjqJOYp3eFoY93l3pnUppk
La Asunción de la Virgen María
Fue llevada al cielo en cuerpo y alma: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=amxShIuKmIWehpltp6GmkaZ2gJ2Bf595bVaWk1qGl3V7h514c4GG
María Auxiliadora
“Auxilio de los Cristianos”: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=bGpShIuKmIWehpltp6GmkaZ2gJ2Bf595bVaAl4OIe61wdn%2BGUm2X
Científicos afirman que la Sábana Santa
“desafía la inteligencia humana”
Ver: http://www.bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=ZmlShZZqjI2ad3eAi1aSg4KZf5qLmnCjqJOYp3eFoY93l3pnUm1s
EL EXODO
EVIDENCIAS CIENTÍFICAS
Ver: https://www.diplox.com.ar/rikydk%7C15388-el-exodo-evidencias-cientificas.html
San Bernardo de Claraval
Abad Cisterciense, Doctor de la Iglesia: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=got%2Fm3%2BliKBpoaGXnqeGeKB%2Ff5R8Z12CnmKMiJ59d49%2BVZZlUptm
San Ignacio de Loyola
Para mayor gloria de Dios: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=g5iIgnyheX58hVZonVZ1X1WCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
San Cayetano
Padre de la Providencia: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=aGpShZiTlpqad3eAi1Z5jFWCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
Santa Rita de Casia
Patrona de las causas imposibles: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=m2hShZiGf5Gad3eAi1aSg4KZf5qLmnCjqJOYp3eFoY93l3pnUpuV
San Julian
Martir: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=a2ZShWNqeZGad3eAi1Z6W1WCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
Antonio Primaldo y sus 800 Martires
Conozca el milagro que permitirá canonización de 800 mártires asesinados por musulmanes: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=g5h4jYeheX58hVaDkIOpd52JmmWmopqarnN%2FoYCEmIpfVWaVUmhk
San Antonio de Padua
"Defensor de la Verdad": http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=mWpShZiAinyad3eAi1apj1WCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
San Francisco y Santa Clara de Asis
Hermano Sol, Hermana Luna: http://www.bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=Z5dSnJZdgmmMjIqefXePflWCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
Padre Pío de Pietrelcina
Santo Padre: https://www.diplox.com.ar/rikydk%7C14947-padre-pio-la-pelicula.html
San Pablo de Tebaida
Primer ermitaño: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=got%2Fm3%2BliKBpoaGXnqeGeKB%2Ff5R8Z12CaWOMdZ59d49%2BVZZoUmhm
San Antonio Abad
El Gran ermitaño: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=g4qAjXaheX58hVZoaFZ7XlWCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
Imitación de Cristo | Tomas A Kempis
Ver: http://www.bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=aGVShZiOhIKad3eAi1aSg4KZf5qLmnCjqJOYp3eFoY93l3pnUmxn
Los motivos de nuestra alegría
Ver: http://www.bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=Z2tShZiOfISad3eAi1arjlWCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
En la primera encíclica de dos papas (Lumen fidei)
Francisco llama a recuperar la fe
Ver: http://www.bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=bmtSnGddgp6HepOefXePflWCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
Estudio Teológico:
PROCESO, CRUCIFIXIÓN, SEPULTURA Y RESURRECCIÓN DE JESÚS.
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=aGlShIuKmIWehpltp6GmkaZ2gJ2Bf595bVaUZVqGlZ9%2Bgp14c4GG
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
LIBRO: JESÚS DE NAZARET II
"Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección"
Por: JOSEPH RATZINGER - BENEDICTO XVI


VER PREGUNTAS Y RESPUESTAS: http://www.bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=g4p7goeheX58hVaDkIOpd52JmmWmopqarnN%2FoYCEmIpfVZdsUmhk
«Creo en Dios» año de la Fe.
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=lmhShZaLloKad3eAi1Z8jVWCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn

Creer en la caridad suscita caridad. CUARESMA 2013
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=got%2Fm3%2BliKBpoaGXnqeGeKB%2Ff5R8Z12CnH%2BUhp59d49%2BVWmXUp2V

El Infierno y el Purgatorio. El demonio tiembla ante el Papa.
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=got%2Fm3%2BliKBpoaGXnqeGeKB%2Ff5R8Z11nb1aUYlqGlY%2BFdJ14c4GG

Biografía de Benedicto XVI
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=bmtShIuKmIWehpltp6GmkaZ2gJ2Bf595bVZrY1qGlZKBep14c4GG

El Año de la fe. Dios revela su «designio de benevolencia»
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=g5Z1mX6heX58hVZocVaSg4KZf5qLmnCjqJOYp3eFoY93l3pnUmyV

El Deseo de conocer a Dios está en todos incluso en ateos.
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=bplShWNqjpqad3eAi1aSg4KZf5qLmnCjqJOYp3eFoY93l3pnUppr

El Evangelio de Juan (The Gospel of John)
La Película:

JESUS DE NAZARET
Nacimiento, Muerte y Resurrección

50 preguntas sobre Jesús
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=mZZShZZqio2ad3eAi1aSg4KZf5qLmnCjqJOYp3eFoY93l3pnUnBp
Carta para Ti, querido amigo.
Querido Amigo: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=g5iGgnaheX58hVaZm1apYlWCi3%2Bbf6WIoGmhoZeep4Z4oH9%2FlHxn
Agnosticismo
¿En que cree el agnóstico?: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=g5iDj3yheX58hVZtalaSg4KZf5qLmnCjqJOYp3eFoY93l3pnUm9k
La Mano de Dios”, el ejemplo del doctor Bernard Nathanson
Ver: http://bienaventurados.com.ar/#JHS-IHS=got%2Fm3%2BliKBpoaGXnqeGeKB%2Ff5R8Z12CnHl9iJ59d49%2BVZpoUm5l

Pelicula: La Última Cima
LA ÚLTIMA CIMA nos muestra un tipo de sacerdote del que nadie habla: los sacerdotes generosos, alegres, serviciales, humildes. Sacerdotes anónimos que sirven a Dios, sirviendo a los demás. Pablo es, nada más y nada menos, que un buen cura.


“Pablo, sacerdote, sabía que iba a morir joven y deseaba hacerlo en la montaña. Entregó su vida a Dios... y Dios aceptó la oferta. Ahora dicen que está vivo. Pablo era conocido y querido por un número incalculable de personas, que han dejado constancia de ello después de su muerte.

LA ÚLTIMA CIMA muestra la huella profunda que puede dejar un buen sacerdote, en las personas con las que se cruza. Y provoca en el espectador una pregunta comprometedora: ¿también yo podría vivir así?”
Las Profecías de “Madre Elena Ahiello
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Por bienaventurados