La carrera del hámster
Por sinay
  
Lunes, 06/05/2013
El estrés de fin de año suele predominar sobre el regocijo por el inminente nuevo ciclo. La angustia por lo que concluye se impone a la esperanza por lo que asoma. A menudo celebramos que "por fin terminó", más que haberlo vivido. En cada diciembre pareciera que se anuncia el fin del mundo y no el comienzo de un nuevo año. Ante el fin del mundo no hay alternativa, se acaba todo. ¿Para qué correr si de todos modos no habrá mañana? El comienzo de un nuevo año ratifica, en cambio, la continuidad perenne de los ciclos vitales. ¿Para qué correr, entonces, si nos espera un mañana?




Como los hámsteres que se afanan en una rueda hasta caer agotados sin haber llegado a algún lugar, parecemos atrapados en el circuito de una cultura productivista y exitista, en la que valen más los resultados que los procesos. Calculamos qué porcentaje de nuestros proyectos se cumplieron, sintetizamos el año en éxitos y fracasos, nos prometemos superar marcas personales y nos culpamos (a nosotros o a otros) por lo inconcluso, lo trunco, lo inacabado. Nos cuesta contemplar nuestra vida como un río que fluye, embotellamos las aguas de ese río en envases que llamamos años. Fragmentamos la totalidad de nuestra existencia y así nos condenamos a finales abruptos y artificiales, cuya proximidad nos angustia. Hacemos balances, como si la vida fuera un negocio o un campeonato.

Consultado acerca de qué haría si supiera que moriría en un mes, Michael Lerner, que investigó durante más de tres décadas la relación cuerpo-mente, dijo: "Pasaría tiempo con la gente que valoro, leería, escucharía música, no perdería tiempo con viejas obligaciones y mandatos, me libraría de ellos decorosamente, intentaría aceptar el dolor y la pena y buscaría la belleza, la sabiduría y la alegría. Viviría a mi manera". A su vez, Marcel Proust, autor de En busca del tiempo perdido, señaló que no es necesario esperar un cataclismo para vivir una vida con sentido.

Al afrontar el final del año como un cataclismo, se hace difícil adoptar la actitud de Lerner, cuya propuesta es aún más valiosa si deviene en conducta existencial permanente y no como un plan de fuga para fin de año. El 1º de enero el mundo seguirá girando y nos dará una nueva oportunidad. Dentro de un año habremos respondido, ya sea como hámsteres o como dueños de una vida elegida.


Por sinay