Re:La cuestión que plantea Luciano recuerda en cierto modo a esta sencilla y a la vez tan compleja pregunta: ¿Si cae un árbol cuando nadie está presente, hace ruido? La respuesta da lugar, invariablemente, a interminables discusiones y, al cabo, la duda suele quedar irresuelta. ¿Cómo ser tajante ante aquello que no se ha experimentado? ¿La relatividad habría existido aun sin Einstein? ¿Es un fenómeno del mundo natural o del pensamiento de un hombre? ¿A ese hombre simplemente le tocó ser quien comunicara al resto de la humanidad algo que nadie vio antes sólo porque no era tiempo (es decir, porque el pensamiento sigue un proceso evolutivo que lo lleva previamente a otras instancias antes de descubrir lo nuevo)?
El filósofo austríaco Karl Popper (1902-1994), una de las mentes más agudas y estimulantes del siglo XX, que hizo del pensamiento liberal algo más profundo que una simple etiqueta para ser denostada por cerebros cerrados, sostuvo que la ciencia sólo avanza a través de sucesivos cuestionamientos. Los llamaba refutaciones. Sólo lo que no puede ser refutado con demostraciones precisas queda aprobado, decía. Pero aun así, dicha certeza es provisoria: permanecerá hasta la próxima refutación. Tal es la historia de la ciencia y del pensamiento y así seguirá, sostenía Popper (en su libro En busca de un mundo mejor hay interesantes ideas al respecto). Quizá lo importante, después de todo, no es que alguien se guarde o no un pensamiento sin ponerlo a consideración del mundo. Lo sustancial es que honremos al pensamiento, ese don humano, no renunciando a él, no desertando de hacernos preguntas y explorar las respuestas. Toda la filosofía, esa extraordinaria actividad del pensamiento, nació del asombro y de una pregunta: ¿Por qué existe todo pudiendo haber nada? Desde ahí, cada hombre encarna una respuesta y nadie es el dueño de la única y última. Quien calla su pensamiento sólo da espacio para que sea otro el que, a su manera, lo formule. La magia del pensamiento no tiene frontera ni dueño.