En una reunión familiar, con profesionales de distintas edades, escuché varias veces el término irrecuperables referido a los jóvenes que delinquen. La inseguridad altera nuestra vida y nos vuelve recelosos y faltos de solidaridad. Sin embargo, pensar en los que provocan hechos delictivos como irrecuperables y alentar acciones violentas contra ellos nos coloca en su mismo nivel. ¿Cómo no caer en soluciones peores que el problema?
María Rosa Chazo
RE:
Una sociedad que aspira a llamarse civilizada debería atender la pregunta de María Rosa. A la que se podrían agregar otras: ¿por qué es irrecuperable un joven delincuente y no lo es un político adulto y repetidamente corrupto? ¿O un funcionario ineficiente y negligente que provoca accidentes mortales con su desidia? ¿O quienes no velan por la seguridad que aquellos delincuentes violan? ¿Quién mide si alguien es o no recuperable? ¿Con qué vara? En La sociedad decente, un trabajo excepcional, el filósofo Avishai Margalit, dice: "La forma en que una sociedad maneja sus políticas y procedimientos de castigo es el verdadero punto de inflexión, que determina si esa sociedad es decente o no".
Para Margalit, una sociedad decente se define por si humilla o no a sus integrantes. Y dedica el ensayo a estudiar las diferentes formas que esa humillación adquiere en la cultura, en la burocracia, en la política, en la justicia, en las políticas de empleo, salud y educación, en el ejercicio de la ciudadanía y en la vida institucional. Leídas hoy y aquí, esas páginas duelen. La situación que describe María Rosa demuestra hasta qué punto el olvido del respeto como ingrediente básico de la trama social crea el caldo de cultivo para que algunos humillados no se reconozcan como parte de esa trama ni crean que deban respetarla, pero al mismo tiempo otros, que se consideran dentro de ella, no vacilan en actuar con los mismos parámetros que aquellos a quienes ven como irrecuperables. Una sociedad que olvida el respeto, que se asienta en el utilitarismo rapaz, que pierde la empatía y proclama el sálvese quien pueda o el primero yo se condena a producir cada día más irrecuperables. ¿Pero quién decide a quién se recupera y a quién no? Cuando la justicia se ausenta, muchos se tientan con ser jueces