Federico Heinz desarrolló un ejemplar que imprime cualquier objeto en plástico. En el mundo ya hay modelos que usan metal o células humanas como tinta. Cuestan 7.500 pesos más IVA.
Chiche. Federico Heinz junto al prototipo de impresora 3D y algunos objetos que logró imprimir con ella (Javier Cortéz).
Las impresoras 3D se asomaron al mundo como una tecnología revolucionaria. Llevar la fábrica a casa es el concepto.
En Argentina una empresa está lanzando al mercado los primeros modelos nacionales. El diseñador principal es el cordobés Federico Heinz. Se basó en el proyecto estadounidense de código libre RepRap. Se trata del proyecto Kikai Labs.
Una impresora 3D crea objetos que fueron diseñados previamente en una computadora. También se pueden descargar diseños de la web, igual que un mp3. En general utilizan como tinta algún tipo plástico.
Pueden ser muy útiles. Tanto que nos permite construir otra impresora 3D, asegura Heinz. Aunque no lo crea, una impresora 3D puede imprimir una impresora 3D. Estos aparatos tienen muchas aplicaciones en talleres y estudios de diseño. Pero Kikai Labs apunta a un mercado más doméstico.
Una persona me confesó que le sería muy útil para hacer muñequitos de torta. Yo no conseguía una perilla de la cocina. La diseñé en la computadora en base a otra que tenía y la pude imprimir. He hecho juguetes, maquetas y decena de objetos, cuenta Heinz.
Kikai Labs empezó hace poco más de un año, pero las impresoras 3D tienen casi dos décadas de historia.
Todo comenzó en el Instituto de Tecnología de Massachusetts en 1995, cuando Jim Bredt y Anderson Tim modificaron una impresora de inyección de tinta. Lograron que inyectara una especie de pegamento en un colchón de polvo, en lugar de tinta sobre el papel.
Al principio fueron muy costosas y sólo fue accesible para la industria. Pero poco a poco están llegando a la casa y a estudios de diseño o arquitectura porque su precio cae más rápido que el de otras tecnologías.
En casa se pueden producir percheros, juguetes, objetos de decoración o el famoso cosito que no se encuentra en la ferretería. Siempre en plástico, por el momento. Aunque hay impresoras que imprimen en metal a partir de un polvo que luego es fijado con láser.
El próximo campo de batalla de la lucha contra el crimen organizado y el terrorismo será la impresora 3D, pronostica Marc Goodman, director de Future Crimes Institute, al diario El País , de España.
Habrá que esperar por lo menos 10 años para imprimir órganos humanos funcionales, agrega Shaochen Chen, profesor de nanoingeniería en San Diego (EE.UU.). La empresa Organovo es la primera en comercializar una bioimpresora 3D. Usan tinta biológica formada por células vivas para crear tejidos.
Modern Meadow directamente apunta a hacer carne para consumo humano. Imprimir hamburguesas, como una forma más eficiente de producir alimentos. Por el momento sólo logró crear cueros.
Estamos en el comienzo de la impresión 3D. Hay mucha investigación sobre materiales pendiente. Hay algunos intentos para lograr materiales conductores, lo cual posibilitaría imprimir objetos electrónicos, comenta Heinz.
El cordobés cree que esta tecnología va a crecer muy rápidamente, pero hay cosas que no se van a imprimir y otras que no tiene sentido hacerlo. A lo mejor la impresión 3D cambia la producción masiva por una producción realizada en el lugar donde hace falta y en la cantidad exacta, explica.
Y da un ejemplo: Inventé un dispositivo que mejora la refrigeración de una impresora 3D. Publiqué los planos en un sitio. Al otro día más de 100 personas la habían impreso. Fue una producción exacta en los lugares donde hacían falta. Sólo pasaron 24 horas desde la idea hasta tener el producto andando. Eso es revolucionario.
En Internet
Diseño cordobés. Kikai Labs es industria nacional, aunque varias piezas son importadas: www.kikailabs.com.ar.
Fuente: La Voz
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