El presidente del tribunal penal de Tucumán, Alberto Piedrabuena, que absolvió a los trece acusados por la desaparición de Marita Verón y el cuestionado Juez Federal Norberto Oyarbide.
El Juez Federal sólo comentó: en silencio voy a soportar todo.
Estuve pensando, ¿qué relaciona a Oyarbide con Piedrabuena?
La vez en la que estuvo más cerca de ser destituido el Juez Oyarbide en un Jury de enjuiciamiento fue el 11 de setiembre de 2001. ¿De qué lo acusaban? Los vinculaban con la Policía Federal y sus críticos decían que el magistrado protegía prostíbulos. En medio de eso apareció un video comprometedor de su señoría en un sauna ( Ver:http://www.clarin.com/zona/sauna-galeria-puso-jaque-Oyarbide_0_607139393.html ).
Y ahí comienzan a relacionarse las historias de Oyarbide y la causa que la justicia tucumana debía investigar y terminó con la absolución masiva dictada por Piedrabuena.
Y existe otra cuestión en común: la política. Y la falta de voluntad de los dirigentes a la hora de combatir este delito. Y digo esto porque, defectuosos o no, están en funcionamiento los mecanismos que disponen la designación y la remoción de jueces.
En especial cuando un magistrado no cumple con su función esencial: darle a cada quien lo que cada quien se merece. Y esa es la definición de justicia que más me gusta. Cuando un juez no cumple con su función, cuando es venal o parcial, cuando es influenciable por el poder económico o el poder político, debería ser destituido.
Aquel 11 de setiembre, mientras los aviones se estrellaban contra las torres gemelas, en Buenos Aires la mayoría justicialista salvaba la carrera de Oyarbide votando en contra de su destitución.
Y Oyarbide siguió en su cargo y, con los años, se convirtió en una suerte de emblema de lo que no hay que hacer. Esta semana, por primera vez, recibió un repudio generalizado. Que, creo, no tiene que ver sólo con sus polémicos fallos. Está relacionado también con su forma de ejercer el cargo, la ostentación y hasta la soberbia en el ejercicio de la magistratura.
Y vuelvo a Piedrabuena. Un juez no sólo tiene que ser honesto y probo. También debe tener sentido común. Comprender hasta qué punto la justicia es el último bastión de defensa de los intereses de los ciudadanos. Un juez no es un marciano, vive en una sociedad determinada y es parte de ella.
Fue entonces que recordé una canción de Eladia Blázquez (Argentina primer mundo), ésa que dice: hay un juez que se hace el burro y hay un burro al que hacen juez.