En la época del renacer, dejemos fluir las emociones y los sentimientos hasta pensar en positivo.
Una persona que piensa en positivo:
- Ve el medio vaso lleno porque se considera merecedora de las cosas buenas que vive.
- Tiene en claro sus objetivos. Busca el tren, no se queda a esperar que pase, y tampoco desperdicia la oportunidad si pasa alguno bueno que no esperaba.
- Sabe aprovechar al máximo cada situación. Si para el tren, lo toma.
- Aprovecha cada instante para focalizar su atención en cómo hacer algo, y lo hace. Si el tren está en movimiento, se las ingenia para concentrarse en el barrote para agarrarse y el escalón para pisar, pone la fuerza y sube. Si es el tren deseado, busca una buena ubicación. Si se da cuenta de que no era el tren que imaginaba, se baja lo antes posible. No insiste en causas perdidas.
- Tiene presente su propio valor y busca que se concreten las cosas que necesita para aumentar su bienestar.
- Es conciente del poder constructivo -o destructivo- que tienen sus pensamientos. Por eso se esfuerza por utilizarlos a su favor.
- Aborda la vida con una actitud desafiante, enérgica, creativa. No se deja abatir por los obstáculos o tropiezos que se le presentan porque puede reconocer que, más allá de las circunstancias que viva, lo que realmente cuenta es el pensamiento que tenga respecto de esa experiencia.
Más allá de las cosas que nos pasan, todos podemos crear pensamientos optimistas. La diferencia radica en que algunos los utilizan de vez en cuando y otros, siempre (o casi siempre). La clave de la renovación mental está en aprender a usar sus pensamientos en forma positiva con toda la frecuencia que sea posible.
Fortalezca una actitud que lo ayude a aprovechar al máximo las 1440 oportunidades que tiene a diario. ¿1440? Sí: ¡1 por cada minuto!
¿Piensa en positivo? ¿Cuán a menudo? ¿Siente que se merece lo mejor? ¿Cree que puede aprender de cada situación? Cómo pensamos determina cómo vivimos.
El pensamiento optimista no debe ser confundido con un falso conformismo. Por el contrario, encierra el poder de la creatividad y permite actuar en profunda conexión con nuestros deseos.
Ayer
Firme la paz con su pasado. Muchas personas tienden a pensar lo vivido prestando atención preferentemente a los errores o sufrimientos que debieron atravesar para llegar hasta el presente. Una situación muy común consiste en reprocharse por no haber actuado de otra manera, es el clásico si hubiera... que tanto detiene la acción. En vez de rumiar un pasado que, para bien o para mal, ya se escribió, mejoremos la letra en este presente: es la única forma de conectarse con las cosas que sí es posible mejorar.
A la hora de pensar en el pasado, reconcíliese con él. Firme la paz, acéptelo, y deje ir los rencores y los malos recuerdos. Focalice su memoria en los momentos positivos, perdónese los errores, concéntrese en sus logros. Luego, escríbalos en un papel y relea la lista de su pasado optimista cada vez que el ayer amenace con bloquear ese momento único del que dispone: hoy.
Hoy
Aproveche cada día. ¿En qué consiste para usted tener un buen día? Si no lo sabe con certeza, trate de identificar qué situaciones o vivencias hacen que algunos días sean mejores que otros. ¿Qué aspectos cree que puede cambiar para que sus días sean buenos?
Haga una lista de lo que hace durante el día y, al final de la jornada, califique cada cosa en una escala del 1 al 5. Por ejemplo: 1= Hizo mucho peor mi día, 2= Hizo peor mi día, 3= No influyó en mi día, 4= Hizo mejor mi día, 5= Hizo mucho mejor mi día.
Luego piense si puede evitar aquellas cosas que empeoran su jornada. Si no es posible, elabore estrategias para mitigar su impacto negativo. Quizá se sorprenda al reconocer que algunas de las cosas que empeoran su día se desvanecerían con un poco de organización. Por ejemplo, si llegar tarde a la oficina ya lo predispone a un mal día, deje las cosas preparadas la noche anterior, levántese 15 minutos antes, ponga 2 alarmas en vez de una... Gánele al tiempo y empiece con el pie derecho.
Mañana
Escriba sus deseos. Escriba una carta en tercera persona, como si otro hablara sobre usted, contando en forma concisa y clara cuáles fueron sus logros, deseos, sueños y esperanzas. Después guárdelo en un lugar seguro para no perderlo. Pasado un año o más, léalo nuevamente... ¿se acercó un poco más a sus anhelos? ¿Logró algún deseo pendiente? ¿Sigue sintiéndose identificado con lo que escribió?
Si lo desea puede cambiar ese testimonio, actualizarlo con las vivencias del último tiempo, aquellos nuevos proyectos, los desafíos cumplidos y otros por cumplir. Lo importante es que siempre rescate sus deseos, sus sueños... y que los mantenga en mente para actuar de modo de alcanzarlos y disfrutar de ellos.
Prof. Dr. Alberto Cormillot