LA NAVIDAD. 25 de Diciembre.
Dios se ha complacido en derrotar la sabiduría de los sabios con la necedad de sus obras, dice San Pablo: Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo, para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo para confundir lo fuerte (1 Cor 1,27)
y así ha comenzado por la Navidad.
Desde los orígenes de la historia del Pueblo de Dios, había muchas cosas conducentes a derrotar el espíritu de los hombres: pero el misterio de este día marca una cumbre, es el comienzo de una cumbre. Nosotros hemos perdido la costumbre de asombrarnos, pero aquellos que no saben nada del Evangelio experimentan generalmente un shock, si es que no rechazan de plano el mensaje.
El himnógrafo Romano el Cantor, ha sabido sacar partido admirablemente de los contrastes presentados en el misterio de la Navidad, en una estrofa de su himno de Navidad:
Hoy, la Virgen da al mundo el ser sobrenatural y la tierra ofrece una gruta al Inaccesible. Los Ángeles con los pastores cantan su gloria. Los Magos siguen la estrella y hacen su camino: porque es por nosotros que ha nacido, pequeñito, el Dios anterior a todos los siglos.
La oposición entre la Inmensidad divina y la humildad del niñito de Belén ha conmocionado el corazón de los creyentes, no se puede más que balbucir y adorar: El Dueño del mundo es hoy su habitante: la Eternidad ha querido hacerse mortal y la Divinidad visible, dice un texto medieval de Occidente.
LOS ORÍGENES LITÚRGICOS DE LA FIESTA
La elección del 25 de diciembre
Los primeros textos que hablan del nacimiento del Salvador, lo ubican en el mes de mayo: según Clemente de Alejandría, sería el 20 del mes. Epifanio de Salamina (+403) relata que algunos herejes que no creían en la divinidad de Jesús festejaban su nacimiento el 21. De hecho, la fecha del 25 de diciembre ha sido elegida en función a la fecha asignada a la muerte de Cristo, el 25 de marzo. Muerto el 25 de marzo había entrado al mundo un 25 de marzo (fiesta de la Anunciación) y habría aparecido en la tierra nueve meses más tarde el 25 de diciembre.
Esta fecha coincidía aproximadamente con la fiesta pagana del Sol invicto, el solsticio (21 de diciembre), que había cobrado gran importancia en los comienzos del siglo IV con el desarrollo del culto a Mitra. Los emperadores habían oficializado su culto, porque Mitra era muy popular entre el ejército imperial. El culto de Mitra comprendía plegarias e invocaciones al sol, la luz jugaba un gran rol en las especulaciones teológicas que le concernían. Entre las fiestas solares, el solsticio de invierno, semejante a un triunfo de la luz sobre las tinieblas que no tendrán jamás la última palabra, tenía la prioridad; era el Día del nacimiento del Sol invicto.
En la época en que aparece la Navidad en Occidente (los Orientales darán preferencia al 6 de enero), la fiesta solar está en declinación y los cristianos latinos van a cristianizar el simbolismo de la fiesta del solsticio. Ya se daba a Cristo el título de Sol de la Justicia desde los siglos II y III. La expresión es tomada del profeta Malaquías: Pero para vosotros, los que teméis mi nombre, brillará el sol de la justicia (Ml 3,20).
En Roma y en Occidente
La fiesta es celebrada en Roma desde el 336; los sermones de Optat de Milève muestran que existe en África del Norte hacia el 360. En el 383, la Navidad es considerada en Italia como una de las más importantes fiestas del año.
Va a producirse un intercambio entre las dos partes de la Cristiandad: Oriente va a otorgar a Occidente el 6 de enero; Occidente dará a Oriente el 25 de diciembre. El Nacimiento (Navidad) y la Manifestación (Epifanía): la Adoración de los Magos estará unida a uno u otro, según las Iglesias.
En occidente, el 25 de diciembre es esencialmente la festividad del Nacimiento y el 6 de enero pasa a ser la festividad de los Magos (secundariamente Bautismo del Señor y milagro de Caná). En Oriente, el 25 de diciembre pasa a ser la festividad del Nacimiento y la Adoración de los Magos; el 6 de enero es la festividad del Bautismo y la Conmemoración del primer milagro de Jesús.
La Misa diurna es la primera que aparece en Roma; una segunda Misa se introduce al amanecer, al término de las largas vigilias nocturnas celebradas en San Pedro. La Misa de medianoche fue en sus comienzos, propia de la Basílica de Santa María la Mayor donde veneraba un oratorio del pesebre, sobre el modelo de la gruta de Belén
Lo que llamamos hoy Misa de la aurora, tiene un origen aparte: fue primeramente una celebración en honor de santa Anastasia: el 25 de diciembre, en su iglesia de Roma, ubicada en el sector residencial, sede de los funcionarios del gobierno de Constantinopla. El Papa concurría, por consideración a ellos, a presidir la celebración entre la misa de medianoche en Santa María la Mayor y la misa diurna en San Pedro; más tarde llegó a ser también una misa de Navidad, la tercera.
La Navidad en Oriente
Cuando las Iglesias de Oriente adquirieron la convicción (errónea) de que el 25 de diciembre era el aniversario real del nacimiento del Salvador, igualmente conservaron su festividad del 6 de enero, pero como solemnidad bautismal y conmemoraron el 25 de diciembre el nacimiento de Jesús, la adoración de los pastores y la llegada de los Magos.
La fiesta de Occidente del 25 de diciembre ya era celebrada en Capadocia desde antes del 380; en Constantinopla es conocida aproximadamente en la misma época, que es la de San Gregorio de Nacianzo. Los sermone de San Juan Crisóstomo pronunciados en Antioquia hacia el 387388 nos muestran que dicha festividad era todavía completamente nueva:
No hace diez años en efecto nos dice él- que este día es manifiesto y conocido. Sé bien que aún ahora muchos discuten entre sí. Algunos la atacan, otros la defienden. En todas partes se habla mucho de la festividad de hoy. A veces se le reprocha el ser nueva y reciente y no haber sido introducida sino ahora, a veces se dice en su defensa que es antigua y se remonta a los orígenes.
Al principio la festividad fue considerada como los aniversarios de los mártires, un elemento del Santoral, un aniversario, la memoria del día en que el Señor hizo su entrada visible en el mundo. Más tarde, en Roma, bajo la influencia de San León, comenzó a verse como una etapa del gran misterio de la Redención, dentro de la cuál estamos todos implicados: De hecho, el nacimiento de Cristo es también una celebración del nacimiento del cristiano.
Fiestas anexas y preparación a la Navidad.
Alrededor de la Navidad se ha constituido una constelación de fiestas relativas al misterio del nacimiento de Jesús: la liturgia romana ha hecho seguir después de Navidad, la fiesta de los Santos Inocentes y la Circuncisión, luego la fiesta del Santo Nombre de Jesús, ahora se celebra una fiesta de la Sagrada Familia el domingo posterior a la Navidad y la Circuncisión ha pasado a ser la Celebración de la Bienaventurada Virgen María Madre de Dios. La liturgia bizantina posee el día siguiente de la Navidad, una fiesta mariana cuyo objeto es felicitar a la Madre de Dios con motivo del nacimiento.
La Navidad ha gozado también de un tiempo de preparación que la ha convertido en una celebración dentro del tiempo litúrgico. Este tiempo ha revestido diversas características según las tradiciones litúrgicas. En Galia y España, el Adviento de tres semanas, luego de cuarenta días, tiene un carácter ascético y penitencial muy acentuado: era una preparación al Bautismo, celebrado el día de la Epifanía. Por el contrario, en Roma ese carácter ascético era casi inexistente, más bien se preparaba espiritualmente para la gran fiesta, mediante una espera gozosa durante la cual se meditaba sobre el advenimiento al final de los tiempos, así como sobre Juan Bautista y Nuestra Señora en el doble acontecimiento de la Anunciación y la Visitación.
LOS MISTERIOS DE LA NAVIDAD
El triple nacimiento del Hijo de Dios
La Navidad es ante todo y sobretodo la conmemoración del nacimiento de Hijo de Dios en Belén, de la Virgen María, como lo afirma el Martirologio de día de Navidad, anunciado la víspera: Jesucristo, Dios eterno e Hijo del Padre eterno, queriendo consagrar al mundo por su misericordioso advenimiento, habiendo sido concebido por el Espíritu Santo y habiendo transcurrido nueve meses desde su concepción, nació en Belén de Judá, hecho hombre, de la Virgen María.
La Navidad es igualmente la ocasión para la Iglesia, de proclamar la filiación divina de Aquel que vino a salvar al mundo; el primer Prefacio de la Natividad lo dice: Porque la revelación de tu gloria ha sido iluminada con una nueva luz para nosotros, con el misterio de Verbo encarnado: ahora conocemos en él a Dios que se ha hecho visible a nuestros ojos y somos así llevados a amar aquello que permanece invisible.
La celebración de la Navidad renueva a nivel de cada cristiano, aquello que se efectuó una vez para siempre en la historia del mundo: el nacimiento de Salvador (enseñanza renovada por San León el Grande) que se reproduce en cada uno de los miembros de Cristo en el momento de la celebración y por su causa.
La liturgia celebra entonces un nacimiento triple; la generación eterna del Verbo de Dios, el nacimiento de Verbo hecho carne, su advenimiento en el alma cristiana.
La liturgia no contempla generalmente los acontecimientos de Navidad a partir de su aspecto anecdótico; emocionante como lo es, su lado humano no es lo más importante, la liturgia ve las realidades desde lo alto a lo bajo, a partir de las verdades eternas de las que son traducción y consecuencias en el tiempo.
Para celebrar el nacimiento eterno del Hijo de Dios, la Iglesia confirma la realidad y la plena verdad del título de Hijo de Dios; emplea dos grandes salmos mesiánicos el 2 y el 109 que encuentran en ese día la plenitud de su sentido.
La segunda lectura de la Misa diurna, extraída de la Epístola a los Hebreos, demuestra la superioridad de Cristo sobre toda criatura; su filiación divina en todo sentido.
El nacimiento temporal del Señor da acceso al misterio de la Trinidad. Sin la Encarnación en el seno de María y el nacimiento en la gruta de Belén, el nacimiento eterno habría permanecido como el secreto de Dios. Naciendo de la Virgen el Verbo manifestó al mundo su divinidad y el mismo tiempo mostró una muy grande humildad.
El nacimiento de cristo en el alma del cristiano es la última etapa del misterio; porque Cristo ha venido a instalar su campamento entre los hombres para ser recibido en lo profundo de los corazones y apoderarse poco a poco de todo el lugar. El nacimiento de Cristo en nosotros se ha realizado en el Bautismo, en el comienzo e la vida sobrenatural.
La Encarnación redentora
La festividad de la Navidad es saludada como la aurora de de nuestra Redención; el emblema de la fe de Nicea así lo afirma: Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre.
La alegría del mundo nace entre el llanto del recién nacido: el divino Niño a veces gime dice la plegaria medieval- pero ese gemido no fue jamás comprendido por el mundo:
Puesto que el gozo eterno consiste en llorar por nosotros, nosotros podremos alegrarnos aún en nuestras lágrimas.
En Occidente, el poeta Prudencio canta:
Estos vagidos han marcado
el comienzo de la primavera en el mundo
El universo renace ahora
abandona su sórdido letargo.
El Sol de Justicia, fuente de toda Luz
La Navidad, fiesta cristiana del sol invicto, ha utilizado desde sus orígenes, el simbolismo tan rico de la luz. La luz en efecto, acompaña las teofanías del Antiguo Testamento. El nacimiento de Jesús es una teofanía y los pastores ven una gran luz: La gloria del Señor los envolvió en su luz (Lc 2,9)
En la Misa de la aurora la que está centrada en el tema de la luz; su canto de entrada comienza anunciando que la luz brillará hoy sobre nosotros, porque el Señor nos ha nacido
Dios todopoderoso en tu Verbo hecho carne, una nueva Luz nos invade; puesto que ella ya ilumina nuestros corazones, haz que resplandezca en toda nuestra vida.
María, la Madre del Salvador es también presentada por la liturgia bajo trozos luminosos: Madre de la luz, se la compara a la zarza ardiente, a la nube luminosa que oculta la presencia divina. La luz de la Navidad no es sólo un reflejo de la gloria divina, es la gloria divina misma que viene a nosotros, manifestándose a los hombres y dejándose ver por ellos (sus ojos).
El Fruto de la Virginidad
En el misterio de la Navidad, el niño está inseparablemente unido a la madre; Jesús ha venido por Nuestra Señora, como fruto de su virginidad y su humildad perfectas. Preparada con amor por Dios desde el momento de su concepción a fin de que legue a ser una morada digna del Hijo de Dios, María es la primera en beneficiarse con los frutos de la presencia del Verbo de Dios en el mundo.
El seno de la Virgen se encontró fecundo
ella concibió y dio a luz.
La Virgen se hizo madre
en gran misericordia.
Llegada la hora, puso al mundo un Hijo, sin dolor
lo que no sucedió sin una razón
Ella dio a luz voluntariamente.
La preservación de los dolores del parto es subrayada por los textos antiguos como índice de su perfecta virginidad, como el signo del carácter divino de su maternidad. Pero el acento está puesto más intensamente en las disposiciones morales del alma de María: la perfección del don de sí misma, su humildad que le permitió ser totalmente receptiva al don divino para ella y para el mundo: Oh feliz humildad que habéis dado a luz a Dios para los hombres, que pusiste la Vida al mundo para darla a los mortales escribe Ambrosio de Autpert, abad de Volturno- Oh feliz y verdadera humildad, puerta del cielo, escala del paraíso. Sí, María a pasado a ser en toda su humildad, ella en la cual el Señor se ha dignado nacer ,ha pasado a ser la puerta del cielo, la escala celestial por la cual Dios ha descendido a la Tierra.
Más tarde, se detiene en la contemplación de los sentimientos que henchìan su corazón: Quién Virgen dichosa, nos dirá algo de los sentimientos que colmaban vuestra alma cuando contemplabais en este niñito nacido de vos, al Dios cuya inmensidad excede a todas las cosas?...Quién será lo suficientemente diestro para descubrir los secretos de vuestro corazón y decirnos como vuestro pensamiento pasaba del uno al otro, como teniendo en vuestras manos ese Dios-hombre, adorabas como vuestro Señor y abrazabas en él a vuestro niño recién nacido.
De una tal contemplación que podría surgir sino la alegría más completa que haya llenado el corazón de una joven madre? Más que nadie ella se ha regocijado el día que aparecieron la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor por los hombres (Tt. 3,4)
Las meditaciones sobre la Encarnación terminan siempre con la visión del Hijo eterno de Dios reposando entre los brazos de Nuestra Señora, porque María es parte integrante del vasto plan de salvación realizado por Dios en el transcurso de los siglos para beneficio del hombre. Ella es el eslabón indispensable por el cual el Verbo encarnado se inserta en la familia humana y pasa a ser nuestro hermano según la carne.
Extraído de Cristo celebrado por la Liturgia de la Iglesia de Dom Guy Marie Oury