Historia del Adviento.
La palabra Adviento viene del latín y significa venida, advenimiento. En los primeros siglos de la vida cristiana se denominaba con este termino al tiempo de preparación para la segunda venida de Cristo, al final de los tiempos. Haciendo referencia a este tiempo, la Iglesia reflexionaba sobre los pasajes evangélicos que hablan del fin del mundo, el juico final, y las invitaciones de San Juan Bautista al arrepentimiento y la penitencia para estar preparados.
Es probable que su relación con la preparación a la Navidad esté vinculada al Concilio de Efeso, celebrado en el año 431 y en el cual se explicitó que María era la Madre de Dios. Por influencia de la Iglesia Oriental se comenzó dedicar los sermones de los domingos previos a la Navidad al tema de la Anunciación. La primera noticia que tenemos del Adviento como tiempo de preparación espiritual y de penitencia, la tenemos en la Diócesis de Tours, Francia, donde el obispo invitaba a un ayuno que comenzaba el día 11 de noviembre, fiesta de San Martín de Tours. Esta costumbre, conocida entonces como cuaresma de San Martín, se extendió por toda Francia, y fue adoptada además por la iglesias de Milán y España.
En Roma no hay noticias de la celebración del Adviento hasta mediados del siglo VI. El Papa Gregorio Magno (590-604) la redujo a las cuatro semanas actuales.
Es así que hoy, este tiempo litúrgico celebramos ambas llegadas de Cristo a nosotros: la primera en su carne débil y mortal, la segunda, como Señor de la Historia.
El adviento comienza el domingo más cercano a la fiesta de San Andrés (30 de noviembre) y culmina en vísperas de Navidad, teniendo así las comunidades, cuatro domingos para dedicar a la preparación y meditación de las promesas realizadas por Dios a lo largo de la Historia de la Salvación. Estas promesas fueron ya cumplidas en Jesucristo, pero todavía no realizadas plenamente. Es por eso que al mismo tiempo que nos disponemos a un nuevo nacimiento del niño de Belén, esperamos con constancia y confianza su Segunda Venida, la plena realización de sus promesas a los hombres. En cada uno de estos domingos se enciende una vela de la Corona de Adviento, como símbolo de la llegada de la Luz del Mundo.
Del 17 al 24 de diciembre, en las celebraciones intensificamos la preparación para vivir más plenamente los días de Navidad. En este tiempo meditamos en los hechos históricos que sucedieron antes del nacimiento de Cristo y en el significado que ellos tienen. Por eso en muchos lugares, los cristianos se esfuerzan en este tiempo para que sus hermanos comprendan el hondo significado de estos días a través de representaciones teatrales y musicales basadas en las historias y profecías de la Biblia, como también adornando sus casas y templos con el Arbolito de Navidad y el Nacimiento, las comidas familiares y los regalos, que no son lo esencial de la fiesta, pero si son signos que quieren expresar y comunicar a los demás la alegría que nos produce el hecho de que Dios se haya hecho hermano nuestro. De esta y otras maneras los creyentes invitan a compartir este gran misterio que nos hace descubrir más que nunca que todos somos hermanos.
El tiempo litúrgico del adviento
"Adviento" (venida) es el tiempo litúrgico anterior a Navidad, para preparar la venida del Señor. Es el tiempo con que se inicia el año litúrgico. La "memoria" litúrgica indica que el misterio de Cristo acontece en el plano de la gracia. En realidad, en el mundo es siempre "adviento", en cuanto que Jesús resucitado viene todos los días para preparar su venida definitiva o escatológica al final de los tiempos (cfr. Apoc 1,8; 3,11.20). Adviento forma una unidad con la Navidad y la Epifanía del Señor.
Durante el tiempo litúrgico de adviento, se recuerdan y viven las tres venidas de Cristo: su primera venida por la Encarnación y nacimiento, su venida actual y la venida definitiva al final de la historia (cfr. Apoc 22,17). La actitud personal y comunitaria respecto a esta triple venida es la que corresponde a la "esperanza" cristiana: confianza, deseo, preparación. Es, pues, una espera gozosa y, en cierto modo, "penitencial" (preparando los caminos del Señor).
Textos litúrgicos del adviento
Los textos litúrgicos recuerdan la necesidad de "preparar los caminos", purificándose y cambiando las actitudes, para "revestirse de Cristo" (Gal 3,27; Rom 13,14). Es "tiempo de despertarse del sueño, porque nuestra salvación está cerca" (Rom 13,11). Esos textos contienen, pues, una rica catequesis del adviento: las promesas mesiánicas (paz, justicia, relación fraterna, un mundo nuevo); Israel como tipo de la peregrinación hacia el Mesías; la "aparición de la bondad de Dios y su amor a los hombres" en Cristo su Hijo (Tit 3,4; cfr. 2,11); la actitud cristiana de espera atenta, vigilancia, fidelidad al Espíritu Santo, atención a los signos de los tiempos, tensión entre la presencia y el "todavía no"; puesta en práctica de los medios necesarios (oración, lectura de la Palabra, limpieza del alma, sacrificio, limosna).
Figuras bíblicas del adviento
Las figuras del adviento personifican sus contenidos: Isaías (la espera en las promesas), Gabriel (el anuncio), Juan Bautista (la preparación inmediata), María (que lleva a Jesús en su seno). Toda la Iglesia, esperando la venida del Señor, se hace, como María, Virgen y Madre que escucha, ora y ama. Jesús de Nazaret colma las esperanzas mesiánicas. La fidelidad de Dios a la humanidad hace posible la respuesta del hombre. El "sí" de Dios hace posible el "sí" de la Iglesia (Alianza). María es ahora el Tipo de la espera eclesial: "Los fieles que viven con la liturgia el espíritu del Adviento, al considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo, se sentirán animados a tomarla como modelo y a prepararse vigilantes en la oración y jubilosos en la alabanza, para salir al encuentro del Salvador que viene" (Marialis cultus, 4).
Dimensión misionera del adviento
Viviendo el tiempo de adviento, la comunidad se siente invitada y urgida a la misión de anunciar a Cristo Salvador. Viviendo esta misión, la Iglesia recupera y transmite el gozo del anuncio de la Buena Nueva: "Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor (Lc 2,10-11; cfr. TMA 38).
La Iglesia, recorriendo el camino del adviento, se hace signo de esperanza, como "sacramento universal de salvación" (AG 1: LG 48). En el inicio del tercer milenio del cristianismo, "estamos, en cierto modo, en el tiempo de un nuevo adviento, que es tiempo de espera" (RH 1, 22; EN 82; RMi 92).