Vocación de Jeremías (Jr.1,1-19)
Por lourdes
  
Martes, 31/07/2012
A partir del relato de vocación del profeta queremos reflexionar sobre nuestra propia vocación a anunciar la Palabra de Dios. Al igual que nosotros, el profeta le pone reparos y objeciones a Dios. A pesar de esto Dios insiste y lo envía.

11 Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, de los sacerdotes de Anatot, en la tierra de Benjamín, 2 a quien fue dirigida la palabra de Yahveh en tiempo de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, en el año trece de su reinado, 3 y después en tiempo de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, hasta cumplirse el año undécimo de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, o sea, hasta la deportación de Jerusalén en el mes quinto. 4 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: 5 Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí. 6 Yo dije: "¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho." 7 Y me dijo Yahveh: No digas: "Soy un muchacho", pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. 8 No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte - oráculo de Yahveh -. 9 Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis palabras en tu boca. 10 Desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar. 11 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: "¿Qué estás viendo, Jeremías?" "Una rama de almendro estoy viendo." 12 Y me dijo Yahveh: "Bien has visto. Pues así soy yo, velador de mi palabra para cumplirla." 13 Nuevamente me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: "¿Qué estás viendo?" "Un puchero hirviendo estoy viendo, que se vuelca de norte a sur." 14 Y me dijo Yahveh: "Es que desde el norte se iniciará el desastre sobre todos los moradores de esta tierra. 15 Porque en seguida llamo yo a todas las familias reinos del norte - oráculo de Yahveh - y vendrán a instalarse a las mismas puertas de Jerusalén, y frente a todas sus murallas en torno, y contra todas las ciudades de Judá, 16 a las que yo sentenciaré por toda su malicia: por haberme dejado a mí para ofrecer incienso a otros dioses, y adorar la obra de sus propias manos. 17 Por tu parte, te apretarás la cintura, te alzarás y les dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, y no te haré yo desmayar delante de ellos; 18 pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. 19 Te harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo - oráculo de Yahveh - para salvarte."
v.1
Aquí se muestra que las palabras tienen como un doble origen: por un lado vienen de Yavé, pero a la vez son palabras de Jeremías. Son palabras del profeta a quien Dios previamente se las dirigió. Son palabras para él, pero para que él las profetice.

Jeremías no es alguien anónimo, desconocido y misterioso; tiene su identidad y su historia: es hijo de Jilquías, que vive en Anatot (situada a 6 Km. al nordeste de Jerusalén). Su familia es sacerdotal. Nace alrededor del 650 a. C. en tiempo de Josías. Vive en un contexto social, histórico concreto. Y en esta historia, la deportación de Israel es un hecho que ha quedado en la memoria de pueblo; es un hecho referencial. La vocación profética alcanza al hombre en un momento de su existencia y le apega a la historia; existe una inserción en lo humano.

v.2
La Palabra de Yavé es dirigida a Jeremías. Esta frase se repite como un estribillo a lo largo de nuestro texto: cuatro veces. Pareciera que se quiere dejar en claro que todas estas son Palabras de Yavé dirigidas al profeta.

v.5
“Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía...”

Conocer por parte del Señor equivale a elegir, predestinar. También el verbo conocer en sentido jurídico se entiende como reconocimiento legal sobre alguien. (ej. de no reconocimiento de la propia familia: “el que dijo de su padre y de su madre: no los he visto. El que no reconoce a sus hermanos y a sus hijos ignora” Deut. 33,9; Leví no reconocer legalmente a su familia). Reconocer a una persona extraña a la propia sangre como si fuera un hijo, con los derechos y deberes legales de los hijos, es un acto de adopción.

Quien constituye profeta es Yavé; quien conoce y consagra. Las acciones siempre vienen de Yavé: conoce, consagra, constituye.

El texto habla de conocimiento, consagración y establecimiento; son tres términos que indican la misma realidad, es decir, la elección de Jeremías por profeta. Notamos que la elección de Dios es intemporal: existía antes del nacimiento de Jeremías (“antes que nacieses te tenía consagrado”). Por lo tanto, no depende de ningún acontecimiento.

v.6
¿Cuál es la respuesta del hombre Jeremías? la excusa: no sé expresarme, soy demasiado joven. Moisés buscará excusas similares: “¿Quién soy yo para ir al Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?” (Ex.3,11). Jeremías cree que su juventud o falta de experiencia pueden más que el poder de Dios. Frente a esta postura, el Señor se impone con toda severidad, a fin de librarlo de su temor (“No digas: soy un muchacho...”).

v.7
Yavé no solamente consagra, constituye profeta a Jeremías sino que también lo envía. Jeremías será quien tenga que ir donde mande Yavé y hacer lo que él quiera. Obediencia, docilidad, apertura a la Palabra de Dios. El profeta habla palabras que no son suyas. Debe decirlas en su totalidad; no puede agregar ni quitar nada. “Todo lo que te mande dirás”. (cfr. v.17).

v.8
Semejante tarea para un joven como Jeremías no puede sino infundir miedo (lo mismo en Moisés). El único motivo por el cual el miedo se disipa es por la presencia de Yavé en la vida del profeta. No es una presencia cualquiera, pasiva; sino salvadora: estoy contigo para salvarte. Este es el objetivo último de la presencia de Dios en la vida de Jeremías: su salvación. Esto lo vuelve a repetir al final del texto, en el v.19. La misma convicción tiene Moisés: “Respondió (Yavé): Yo estaré contigo” (Ex.3,12). Más adelante dirá Yavé: “no desmayes ante ellos, y no te haré desmayar delante de ellos” (v.17). Es Dios quien dará al joven Jeremías una fortaleza tal que lo hará capaz de enfrentarse a reyes, jefes, sacerdotes y pueblos (v.18). Ninguno de ellos podrá con Jeremías, porque Dios está con él. De esta manera el profeta será a la vez débil (“soy un muchacho”) y fuerte; esto último, gracias al poder de Yavé.

v.9
Yavé toca la boca de Jeremías, lo mismo que lo hace con Isaías (“voló hacia mí uno de los serafines con una braza en la mano... y tocó mi boca y dijo: eh aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa, tu pecado está expiado” Is.6, 6-7). El profeta es el mensajero de la palabra de Dios, es su “boca” (“Yo (Yavé) estaré en tu boca... y os enseñaré lo que habéis de hacer” le dice Dios a Moisés Ex.4,15). El fuego es purificador; con mucha más razón el fuego que sale del altar, es decir, de la presencia de Dios.

El mismo Yavé pone las palabras en la boca de Jeremías; estas vienen de Dios.

v.10
Este versículo nos da la idea de una misión difícil, dura, que provocará cuestionamientos: extirpar, destruir, perder, derrocar. No le será nada fácil la misión. Si Jeremías tenía ansias de paz hubo de estar siempre en lucha: contra los suyos, contra los reyes, los sacerdotes, los falsos profetas, contra todo el pueblo. Jeremías es un “varón discutido y debatido por todo el país” (Jer.15,10); “Escuchaba las calumnia de la turba: denunciémosle” (Jer.20,10). Se vio desgarrado por la misión a la que no podía sustraerse: “Yo decía: no volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre. Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía” (Jer.20,9).


Por lourdes