Iniciarse - Lourdes
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lourdesLunes, 30/07/2012
En la palabra «liturgia», hay una urgia, como en metalurgia o siderurgia. Se trata, en efecto, de algo que se hace, que se fabrica.
Un tratado o discurso sobre (= logía), ya sea sobre Dios (teología), o sobre el hombre (antropología), o sobre los signos y símbolos del culto (semiología) nunca será una liturgia. En ella, aun el Logos -la Palabra- es un acto. La liturgia es una práctica: un obrar simbólico en la fe.
Sin embargo, es válido reflexionar sobre el obrar litúrgico. Más aún, es necesario hacerlo para aquellos que como nosotros a diario lo realizamos. La celebración del culto es un arte, en el sentido en que se dice que la medicina y la pedagogía son artes. Es decir, un saber hacer. Lo esencial para un médico o un maestro, es curar bien o educar bien. Para nosotros, sacerdotes, es también esencial celebrar bien. Sin embargo, a todo saber hacer corresponde una ciencia: ciencia médica, ciencia pedagógica, ciencia litúrgica. El saber teórico perfecciona al saber práctico. Conociendo mejor lo que se hace (el qué de la liturgia) y cómo se hace (el cómo de la liturgia), se actúa con más seguridad y eficacia.
Además, la liturgia es uno de los lugares primeros y fundamentales de la reflexión sobre la fe cristiana. Al reflexionar sobre el modo como obra la fe, el hombre capta mejor lo que es la fe en Cristo Salvador. La fe cristiana no capta a Dios en sí mismo (lo cual es imposible al hombre, a no ser en abstracto), pero sí percibe cómo Dios se da a conocer y cómo se comunica al hombre para salvarlo y divinizarlo, todo lo que Dios hizo por su pueblo en Israel, todo lo que Dios ha hecho por nosotros en Jesús de Nazaret. Declarado Hijo de Dios con el poder del Espíritu por la resurrección de entre los muertos, todo esto se realiza para nosotros hoy en los misterios, sacramentos y signos simbólicos de la liturgia. No se puede celebrar el culto cristiano, en espíritu y en verdad, sino en la fe de Cristo resucitado. Entender lo que se hace al celebrar, ilumina, alimenta y fortifica la fe.
En la palabra liturgia está también pueblo (leiton). La liturgia es un servicio público, un servicio del pueblo.
Toda liturgia supone, por naturaleza, una reunión del pueblo creyente. En esa reunión cada uno está al servicio de los demás. Cada uno da a los demás y recibe de ellos un testimonio de fe en la recepción de la palabra y la expresión de la alabanza (participación). Además, algunos de entre la asamblea, prestan algunos servicios particulares o ejercen algunos ministerios públicos en la recepción, la palabra, el canto, la oración, las ofrendas, la presidencia, la animación, las ceremonias (intervención de algunos en favor de la participación de todos). Todos juntos, formando el cuerpo místico del Servidor, llevan a cabo el servicio del único culto espiritual y verdadero, que es el ofrecerse a sí mismos a Dios para su gloria y salvación del mundo (el verdadero ofertorio).
Un mejor conocimiento de la liturgia, permite cumplir mejor estos tres aspectos del servicio (participación, intervención, ofrenda) que ella implica.
La liturgia es una iniciación, un entrar en el misterio del amor de Dios hacia los hombres, por el camino de los signos y sacramentos de la Iglesia. Sólo aquel que escucha la palabra, que pasa por el baño del agua y la confesión trinitaria, que es ungido por el Espíritu, que come y bebe en la mesa del Señor, es un verdadero iniciado.
Sin embargo, este entrar en el misterio bajo la guía del Espíritu, va acompañado de una iluminación del Espíritu. Los gestos y las palabras tornan sentido por su explicación (la mistagogía). Nos iniciamos en la liturgia primero celebrándola, luego estudiándola. Conocer el sentido de los ritos nos permite vivir mejor de ellos y de convertirnos a nuestra vez, en mistagogos para nuestros hermanos, dentro de la comunidad eclesial.
Cuando el tiempo de los hombres encuentra el tiempo de Dios.
La liturgia es el lugar y el momento privilegiado del encuentro del hombre con Dios porque es una actividad teándrica (humano-divina) en la fe; ahí, Dios es expresado en y por el hombre; ahí, el hombre es expresado por y en Dios. A partir de esto, se entiende que una antropología integral y una teología verdaderamente cristiana, convergen. Cuanto más plenamente humana sea una liturgia, más podrá ser, en el Espíritu Santo, una epifanía (manifestación) del verdadero Dios en Jesucristo, hermano de los hombres e Hijo de Dios. Más manifestará al Totalmente Otro, que se nos ha revelado como Padre, más el hombre se manifestará él mismo, más se manifestará como hijo.
Porque su Dios será Dios-con-ellos.
El tema lo elaboro a partir de un artículo publicado por Joseph Gelineau sj en la revista Actulidad Litúrgica de México.
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