1. El Misterio de la liturgia es sacramental
La liturgia comunica una realidad primordial que es sobrenatural e invisible, a través de un sistema de elementos visibles y pertenecientes a nuestras realidades temporales.
En la experiencia sensible y tangible de una celebración, sistema simbólico de comunicación verificable y controlable por nuestros medios técnicos, se nos comunica la realidad invisible y primordial de la salvación en Cristo. La celebración ritual es signo y medio de la obra de salvación.
Para clarificar que es la liturgia podemos considerar ahora una serie de características que podrían confundirse con la liturgia pero que no la constituyen.
- Un espectáculo sagrado. La liturgia no consiste en la forma oficial del culto exterior de la Iglesia; la "etiqueta del Gran Rey". Ya lo expresaba Pío XII: "No es la parte solamente externa y sensible del culto divino, ni el ceremonial decorativo" (MD 25).
- Cumplimiento legal de ritos. Ya Pío XII decía que la liturgia no es el "conjunto de leyes y preceptos por los que la Jerarquía ordena el conjunto de ritos" (MD 25).
- Acto religioso privado. La liturgia no puede consistir en la piedad individual hecha pública, ni en la unión de los actos religiosos privados.
- Expresión externa del sentimiento religioso. Si la liturgia consistiera en una mera manifestación de nuestra dependencia del Ser Supremo, ¿dónde quedaría lo específico del cristianismo, si sería válida para cualquier ser humano y cualquier religión?
- Catequesis o acción de concientización. La liturgia no es una catequesis ilustrada, sino es una actualización de la salvación a través de un sistema de signos.
Las definiciones que nos fueron dando los autores de la ciencia litúrgica, nos van marcando las etapas de comprensión del Misterio de la liturgia.
- Según una definición estética la liturgia es la forma exterior y sensible del culto, o sea, el conjunto de ritos y ceremonias, expresión estética de la fe y del sentimiento religioso.
- Según una definición jurídica la liturgia es el culto público regulado por la autoridad jerárquica de la Iglesia; o sea, el conjunto de normas y rúbricas que ordenan la celebración para que sea acción oficial de la sociedad-Iglesia.
- Según una definición teológica la liturgia es la presencia de Cristo y de su obra, el Misterio Pascual, en la historia de la salvación (dimensión descendente de la liturgia). Por lo que no es un culto entre tantos, sino el único posible tributado al Padre. Es el culto propio de la Iglesia de Jesucristo (dimensión ascendente de la liturgia) (Cf. SC 7, 10, 2, 84).
2. El Misterio Pascual de Cristo y su actualización en la liturgia
(Dimensión descendente de la liturgia)
El lenguaje bíblico y litúrgico se ha referido con el nombre de Misterio Pascual a toda la obra salvadora de Cristo en su dimensión dinámica, teniendo como foco o centro de referencia la Muerte y Resurrección de Cristo. Una etimología popular hacía derivar "pascua" del griego "pasjein" = padecer, relacionándola con el testimonio mediante el sufrimiento y muerte violentas, llevando asociada la victoria. La "pascha" hebrea indica el rito que revive el acontecimiento salvador fundante. La Pascua de los judíos indicaba el paso del pueblo a su condición de salvados, comprendiendo el paso del Mar Rojo, la travesía del desierto, la Alianza del Sinaí y la entrada en la tierra prometida. La Pascua de los cristianos indica el perfecto cumplimiento de este gran movimiento de la humanidad, al pasar a la definitiva salvación a través de la Muerte y Resurrección de Cristo. No es un acto individual, sino el movimiento de todo un pueblo en el paso único de Dios entre los hombres, orientado hacia su pleno cumplimiento.
El Misterio Pascual no es simplemente la Muerte y Resurrección como dos actos sucesivos, sino el paso de uno al otro, el movimiento, la unidad dinámica del primer al segundo momento de esta realidad indivisible. Es el Misterio del Señor pasando de este mundo al Padre, de la vida mortal a la gloriosa, por el camino de la pasión y de la muerte cruenta sobre la cruz, y haciendo pasar a la humanidad pecadora con El a presencia de su Padre, es decir, dando nacimiento a una humanidad nueva, concretada en la Iglesia que pasa del pecado a la gracia, de la esclavitud a la libertad y de la muerte a la vida en Cristo.
La Muerte y Resurrección de Cristo no es una realidad estática, sino dinámica. La Pascua es el misterio de la vida brotando de la muerte, el tránsito de este mundo a Dios realizado por Jesucristo en beneficio de su Iglesia. El salvador pasa a través de la muerte para vencer a la muerte y recibir el señorío y la glorificación universal, y a la vez da vida y hace pasar con El a toda la humanidad a la vida divina y a la herencia del Padre. Este dinamismo pascual es de orden sacramental. Es decir, mediante las celebraciones litúrgicas, sobre todo de los sacramentos pascuales, el pueblo de Dios entra el paso de la muerte a un orden nuevo de resurrección por el que Cristo lo va conduciendo.
La iglesia celebra en la liturgia el Misterio Pascual de Cristo. La vida cristiana consiste en realizar en la vida diaria el Misterio Pascual de Cristo, realizado en nosotros en el Bautismo y nutrido en el Convite Pascual de la Eucaristía. Renunciando al pecado, vivimos cada día en novedad y libertad (Rm 6,3-11).
Hacemos morir en nosotros lo que pertenece al mundo cerrado en sí mismo (idolatrías, falsedades, malignidad, apetitos desordenados), buscando las cosas de arriba (Col 3,1-9). Nos renovamos en la justicia y la santidad, revistiéndonos de los sentimientos de Cristo, el hombre nuevo: misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia (Ef 4,24; Col 3,10-12), manteniéndonos en la verdadera libertad (Gal 5,1). Tenemos despierta la memoria de Cristo, que padeció por nosotros dejándonos un ejemplo a seguir (1 Pe 2,21). Nos quitamos la levadura de malicia y perversidad (1 Co 5,6).
Toda nuestra existencia consiste en realizar en la vida el Misterio que celebramos en los sacramentos. Por eso, exultamos de alegría por las maravillas obradas por Dios en el Misterio Pascual. Suplicamos que todo el Cuerpo de Cristo se convierta en una ofrenda agradable al Padre, para cantar sus alabanzas. Anunciamos así la Muerte del Señor hasta que El venga (1 Co 11,26). La celebración litúrgica sintetiza y condensa la vida ordinaria, hecha participación de la Muerte y Resurrección de Cristo.
En efecto, el Misterio Pascual es el núcleo de toda celebración y del año litúrgico. Los Sacramentos de la Humanidad de Cristo realizan en nosotros el Misterio Pascual de Cristo, haciéndonos pasar del pecado a ser hijos de Dios.
La reforma litúrgica del Vaticano II afirma que no sólo el domingo, el triduo pascual y las diversas celebraciones del Misterio de Cristo son celebraciones del Misterio Pascual, sino que también las memorias de los santos y la liturgia de las horas, así como los sacramentos, celebran en su globalidad el Misterio Pascual de Cristo.
En las celebraciones, el Señor, muerto y resucitado, reina en nosotros. Celebramos el plan de salvación de Dios y todo el conjunto de hechos salvíficos mediante los cuales ha ido realizando ese proyecto. Celebramos ritualmente la memoria de la Pascua y la Alianza nueva.
3. El Culto de la Iglesia realizado en la liturgia
(Dimensión ascendente de la liturgia)
La celebración litúrgica hace presente el Misterio Pascual de Cristo y expresa la realidad de la Iglesia en cuanto misterio, comunión, servicio y misión. Expresa en sus ritos, textos y ministros "el Misterio de Cristo y la genuina naturaleza de la verdadera Iglesia" (LG 2). Es una expresión de la fe de la Iglesia y es una experiencia de Iglesia.
Jesús, frente al culto del templo, se mostró muy libre. Observaba las prácticas, pero exigía, antes que al rito, dar primacía al amor y misericordia (Mt 5,23-24; 15,5-9; Mc 7,6-9; 12,33); además, inaugura el culto en Espíritu y en Verdad (Jn 4,24), que consiste en la ofrenda de su propia vida. Su existencia entera es un ministerio sacerdotal que culmina con la ofrenda de su vida en sacrificio. Y así, la existencia de Cristo es la plenitud del culto cristiano (Hb 10,5-14; Rm 5,1-11). No tenemos más templo que el Cuerpo glorificado de Jesús, ni más altar que su Cruz, ni más sacerdote y sacrificio que su misma Persona.
Por tanto, el culto cristiano no consiste en acciones organizadas al margen de la vida, sino la propia existencia vivida en fidelidad a Dios. Cristo, el sumo y eterno sacerdote, es nuestro templo. El asume nuestra ofrenda y la presenta al Padre. Nos incorpora a sí mismo como su Cuerpo; integramos así el nuevo templo y ofrecemos el nuevo culto, el de nuestra obediencia filial a Dios.
El culto cristiano es memorial del acontecimiento definitivo de Dios en Cristo y por Cristo en favor nuestro, celebrado en la comunidad de los redimidos, Cuerpo de Cristo resucitado, pueblo sacerdotal que adora al Padre en Espíritu y en verdad.
La Iglesia es la esposa de Cristo que canta la alabanza divina en unión con Cristo, su Esposo. Israel era el pueblo elegido por amor (Dt 7,7-8) como en matrimonio (Os 2,4-22; Ez 16; Jr 2,32; 3,1-22; Is 54,4-8; 62,4-5; Cant; Sal 44). Cristo es el Esposo de la Iglesia (Jn 3,28-29; Mt 9,15; 2 Co 11,2; Ef 5,25-32), que ha preparado su banquete nupcial (Mt 22,2; 25,1-10): las Bodas del Cordero (Ap 19,7-8). La liturgia es el encuentro amoroso entre el Esposo y la Esposa, en que El la purifica para presentarla al Padre. Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno (SC 7). ... es en verdad la voz de la misma Esposa que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo, con su Cuerpo, al Padre (SC 84).
Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es sacramento de unidad, es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos. Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan; pero cada uno de los miembros de este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual (SC 26).
La liturgia constituye a la Iglesia. Es Dios quien toma la iniciativa. Dios viene en Cristo, convoca por la Palabra la asamblea, sella la Alianza y hace crecer la Iglesia.
Así que la Iglesia revela su verdadera naturaleza en la liturgia. La Iglesia es precisamente Iglesia en el momento en que se reúne como asamblea litúrgica. La Iglesia se hace visible allí donde hay una comunidad local que, por la acción litúrgica, se hace pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo. La Iglesia es la comunidad reunida por la liturgia. La celebración es una automanifestación de la Iglesia. Cada comunidad local que celebra la liturgia es Iglesia
Hay algunas constantes que hemos percibido a lo largo de esta primera aproximación a la liturgia:- La liturgia es acción, supone salir de la pasividad, con creatividad y movimiento, exige actuación de los que en ella toman parte.
- La acción litúrgica tiene carácter simbólico-ritual; es decir, el sistema expresivo debe impactar y hablar por sí mismo sin necesidad de explicaciones verbales.
- Tiene una estructura sacramental, es decir, una parte visible y otra invisible. Los contenidos invisibles que nos llegan a través de la celebración son: nuestra participación en el único Sacerdocio de Cristo, en su Pascua y en su culto, y, por tanto, la realización de un momento más en la Historia de la Salvación.
Trabajo en grupos: A partir de esta definición, vamos a recorrer algunos documentos de la Iglesia y a encontrar en ellos lo que se dice sobre la liturgia:- Leer el texto.
- Destacar el énfasis que especialmente le da a la definición de liturgia.
- Compartir estas preguntas: ¿como vivimos nosotros catequistas las dimensión descendente y ascendente de la liturgia? ¿cómo notamos que se vive en nuestras comunidades?
Concilio Vaticano II en la Constitución Sacrosanctum Concilium (4/12/63):
Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno. Con razón, entonces, se considera la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia (SC 7).
Documento de Puebla (1979):
La liturgia, como acción de Cristo y de la Iglesia, es el ejercicio del Sacerdocio de Jesucristo; es cumbre y fuente de la vida eclesial. Es encuentro con Dios y con los hermanos; banquete y sacrificio realizado en la Eucaristía; fiesta de la comunión eclesial, en la cual el Señor Jesús, por su Misterio Pascual, asume y libera al pueblo de Dios y por él a toda la humanidad cuya historia es convertida en historia salvífica para reconciliar a los hombres entre sí y con Dios. La liturgia es también fuerza en el peregrinar, a fin de llevar a cabo, mediante el compromiso transformador de la vida, la realización plena del Reino, según el plan de Dios (DP 918).
Juan Pablo II, CARTA APOSTÓLICA VICESIMUS QUINTUS ANNUS
EN EL 25 ANIVERSARIO DE LA CONSTITUCIÓN SACROSANCTUM CONCILIUM (4/12/88)
El primer principio (de la Sacrosanctum Concilium) es la actualización del Misterio pascual de Cristo en la liturgia de la Iglesia, porque «del costado de Cristo dormido en la Cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera» Toda la vida litúrgica gira en torno al sacrificio eucarístico y a los demás sacramentos, por los que llegamos a la fuente misma de la salvación (cf. Is 12, 3). Debemos, por tanto, ser muy conscientes de que por el «misterio pascual de Cristo, hemos sido sepultados con él en la muerte, para resucitar con el a una vida nueva». Cuando los fieles participan en la Eucaristía han de comprender verdaderamente que «cada vez que se celebra el memorial de la muerte del Señor, se realiza la obra de nuestra Redención» y a tal fin los Pastores deben formarlos con empeño constante para celebrar cada domingo la obra maravillosa que Cristo ha llevado a cabo en el misterio de su Pascua, para que, a su vez, lo anuncien al mundo. En el corazón de todos pastores y fieles la noche pascual debe volver a tener su importancia única, hasta el punto de ser verdaderamente la fiesta de las fiestas en el año litúrgico.
Ya que la muerte de Cristo en la Cruz y su resurrección constituyen el centro de la vida diaria de la Iglesia. Y la prenda de su Pascua eterna la Liturgia tiene como primera función conducirnos constantemente a través del camino pascual inaugurado por Cristo, en el cual se acepta morir para entrar en la vida. (VQA 6)
Catecismo de la Iglesia Católica (1992):
Con razón se considera la liturgia como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre y, así, el Cuerpo Místico de Cristo, esto es, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público. Por ello, toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia (CEC 1070).
Juan Pablo II, CARTA ENCÍCLICA ECCLESIA DE EUCHARISTIA (17/4/2003)
Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y « se realiza la obra de nuestra redención ».Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participar de él, como si hubiéramos estado presentes. Así, todo fiel puede tomar parte en él, obteniendo frutos inagotablemente. Ésta es la fe de la que han vivido a lo largo de los siglos las generaciones cristianas. Ésta es la fe que el Magisterio de la Iglesia ha reiterado continuamente con gozosa gratitud por tan inestimable don. Deseo, una vez más, llamar la atención sobre esta verdad, poniéndome con vosotros, mis queridos hermanos y hermanas, en adoración delante de este Misterio: Misterio grande, Misterio de misericordia. ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega « hasta el extremo » (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida. (EE 11)
Juan Pablo II CARTA APOSTÓLICA SPIRITUS ET SPONSA
EN EL 40º ANIVERSARIO DE LA CONSTITUCIÓN SACROSANCTUM CONCILIUM (4/12/2003)
Con el paso del tiempo, a la luz de los frutos que ha producido, se ve cada vez con mayor claridad la importancia de la constitución Sacrosanctum Concilium. En ella se delinean luminosamente los principios que fundan la praxis litúrgica de la Iglesia e inspiran su correcta renovación a lo largo del tiempo (cf. n. 3). Los padres conciliares sitúan la liturgia en el horizonte de la historia de la salvación, cuyo fin es la redención humana y la perfecta glorificación de Dios. La redención tiene su preludio en las maravillas que hizo Dios en el Antiguo Testamento, y fue realizada en plenitud por Cristo nuestro Señor, especialmente por medio del misterio pascual de su bienaventurada pasión, de su resurrección de entre los muertos y de su gloriosa ascensión (cf. n. 5).
Con todo, no sólo es necesario anunciar esa redención, sino también actuarla, y es lo que lleva a cabo "mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (n. 6). Cristo se hace presente, de modo especial, en las acciones litúrgicas, asociando a sí a la Iglesia.
Toda celebración litúrgica es, por consiguiente, obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo místico, "culto público íntegro" (n. 7), en el que se participa, pregustándola, en la liturgia de la Jerusalén celestial (cf. n. 8). Por esto, "la liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (n. 10). (SP 2)