Enseñanzas de la Cabeza Androide de Phillip K Dick
Por pijamasurf
  
Martes, 05/06/2012
Tomando como pretexto el proyecto de crear un androide a imagen y semejanza de Phillip K. Dick (un modelo nunca mejor elegido), nuestro colaborador Benjamin Malik nos entrega una interesante reflexión sobre la superposición entre el hombre y las máquinas.

En 2005, David Hanson dejó la cabeza de Philip K. Dick en un avión. Hanson, especialista en robótica, se dirigía a Google para presentar el proyecto —una réplica androide de la cabeza del autor, que murió en 1982— cuando cambió de avión dejó atrás una maleta que contenía uno de los proyectos más interesantes trabajado a conciencia de Dick. La cabeza robótica resurgió en un par de aeropuertos del oeste de Estados Unidos antes de desaparecer en el estado de Washington.

Dick, el autor de Do Androids Dream of Electric Sheep? —el material de partida para Blade Runner— estaba a la vez profundamente comprometido con los temas de inteligencia artificial, y sufría de una profunda paranoia. Es decir, él sería el único escritor de ciencia ficción del cual se podría crear una cabeza androide para luego ser perdida en la burocracia laberíntica de una línea aérea, ni él pudo haber escrito ésta historia de una mejor forma.

En “How To Build An Android”, David F. Dufty explica cómo Dick se convirtió en una máquina a partir del proyecto de un grupo de nerds especialistas en robótica. Dufty, que observó el desarrollo del robot, utiliza la improbable historia para meditar sobre el estado de la robótica y la inteligencia artificial. En particular, él describe la peculiar manera en que los seres humanos interactúan con las máquinas y lo que tomaría para que nos sea posible sentir que un robot está vivo.

El Proyecto Philip K. Dick se inició en 2004. Hanson, entonces un estudiante graduado en la Universidad de Dallas, brindó un marco artístico a la robótica, con su invención de una piel sintética que se acerca en apariencia a la piel humana a la cual llamó “Frubber”. Una de sus primeras cabezas robot la inspiro en sí mismo, y un par más en sus novias del momento. K-Bot, una de las cabezas que basó en Kristen (una de sus exnovias), mostraba una notable capacidad para expresar emociones. (Al parecer, hacer una cabeza robot basada en tu novia es el equivalente futurista de un soneto.)

En una conferencia, llegó a conocer a expertos en robótica de la Universidad de Memphis que estaban trabajando en un programa educativo llamado AutoTutor. Entendieron que si combinaban el trabajo en cabezas robóticas de Hanson y las habilidades básicas de conversación que proporcionaba AutoTutor, podrían crear un androide. ¿Y por qué no diseñarlo en la forma de un escritor de ciencia ficción preocupado por la línea entre el hombre y la máquina?

Hanson es un poco robo-rebelde: sostiene que el principio ampliamente aceptado de Uncanny Valley (que a medida que las máquinas sean más realistas, se vuelven más inquietantes) no tiene ningún fundamento en la realidad. Esta posición poco ortodoxa impulsa su posición de que el desarrollo de robots humanoides es de vital importancia, ya que permitirá una mejor interacción con la gente. Pero no todos en el mundo de la robótica están de acuerdo en que las formas humanoides deban ser el propósito de su trabajo, sobretodo por los obstáculos que implica esa búsqueda: la locomoción sobre dos piernas es increíblemente difícil de reproducir, tanto como lo es el rostro humano. Además de la división de opiniones que existen alrededor de la forma en que un robot debe ser capaz de pensar o actuar.

Una de las preguntas más famosas de la robótica es la prueba de Turing, que se pregunta si alguna vez las computadoras serán capaces de pensar. Desde que Alan Turing propuso por vez primera la idea en 1950, ha dado lugar a un cuerpo de la discusión filosófica y técnica, además de un concurso anual, llamado el Premio Loebner, que busca que la inteligencia artificial sea indistinguible de un ser humano en una conversación basada en texto.

“Para Dick, el mayor problema con el test de Turing fue que se pone demasiado énfasis en la inteligencia”, Dufty escribe. “Dick creía que la empatía era más importante para el ser humano que la inteligencia, y la prueba de Turing no media la empatía.” En cambio, Dick imaginó en Electric Shep la prueba “Voigt-Kampff”, que trata de separar las máquinas de los hombres al provocar respuestas emocionales.

El androide de Philip K. Dick falló en los dos exámenes. Sin embargo, para muchas personas que se encontraron con el robot, eso no les importaba.

El robot se parecía tanto a Dick, que incluso llevaban puesta su ropa, la cual fue donada por sus hijos. Más importante aún, el androide no sólo hablaba como Dick, sino que también se expresaba como Dick. Los creadores del androide dedicaron mucho de su prodigioso trabajo en el software, además de haber sostenido montones de entrevistas con el escritor de verdad. Si una persona le preguntaba al robot una pregunta que el mismo Dick ya hubiera contestado —y si se habían registrado— la máquina respondía exactamente igual que como el escritor lo hizo y en la propia voz de Dick. En caso de que la respuesta no estuviera registrada, el software apelaba a la construcción de una respuesta mediante un análisis semántico latente. El robot también tenía algunas respuestas preprogramadas a las preguntas más frecuentes.

Lamentablemente, nunca se grabó a Dick explicando si los androides, en verdad, sueñan con ovejas eléctricas cuando duermen.

A veces, las respuestas del robot eran demasiado realistas y otras veces desacertadas. Pero curiosamente, algunos observadores recuerdan el intercambio, no como un fracaso, sino como un triunfo, sobretodo cuando la cabeza de Dick hacía alguna broma como: “He escuchado del presidente de Memphis, pero nunca he oído hablar de la Universidad de Memphis” Los que interactuaban con Dick encontraron un mensaje inteligente donde no había ninguno. A esto Dufty indicaba que simplemente se habían enseñado algunos trucos para hacer que parezca como si el robot estuviera manteniendo una conversación. El bot en realidad no tenía inteligencia.

Sin embargo, existieron algunas personas que parecían creer, o querían creer, que el bot poseía una inteligencia real. Ellos estaban abiertos por completo con el programa, lo cual indica que existe una tendencia a proyectar la humanidad en una máquina. De alguna manera, las formas excesivamente cariñosas en que las personas reaccionaron al bot demuestran ésta idea: Ellos estaban ansiosos de observar una verdadera inteligencia, o por lo menos algún tipo de ingenio en la máquina.

“Si la gente atribuye cualidades humanas al androide, incluso cuando no las hay, es un testimonio del poder real del arte”, escribe Dufty. Pero si tuviéramos la posibilidad de ver de que forma está construido el robot, se evaporaría la magia. La pregunta que surge es, ¿Durante cuanto tiempo los robots nos parecerán mágicos y poderosos? Gran parte de nuestra ciencia-ficción, un poco de ella derivada del trabajo de Dick, explora la superposición entre el hombre y la máquina. Pero si el trabajo de Hanson y otros, lleva a los robots humanoides a un terreno común, y si la mayoría de la gente llega a tener una buena comprensión de cómo funcionan éstas máquinas ¿Seguirá existiendo la proyección de humanidad? Podemos bromear con que Siri es la única persona que realmente nos entiende, pero en el fondo no lo creemos.


Si los seres humanos se sienten cómodos con la comprensión de los robots ¿Qué pasaría con la comprensión de los robots de sí mismos? Dick escribió en Electric Sheep acerca de las máquinas que creen que son humanos. Su androide fue programado para llamarse a sí mismo un “retrato robot”, porque en este momento cualquier Inteligencia Artificial que podría imitar la conciencia humana está muy lejos en el futuro. Cuando llegue ese momento, sería bueno tener a Philip K. Dick a nuestro alrededor para orientarnos. Por suerte, Hanson Robotics reconstruyó la cabeza de robot PDK en 2011, y está listo para desplegar nuestras preguntas una vez más.




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