Los científicos llevan años observando con ayuda de escáneres cómo y cuándo se produce la activación del circuito del placer en el cerebro humano.
"Como es lógico suponer, este circuito se activa mediante estímulos 'viciosos' como el orgasmo, la ingesta de alimentos dulces y grasos, las recompensas económicas y algunas sustancias psicoactivas (tabaco, drogas...)", explica el neurocientífico David J.
Linden en su libro La brújula del placer. Estas experiencias provoca la liberación de dopamina en una serie de regiones cerebrales (núcleo accumbens, corteza prefrontal, núcleo estriado dorsal y amígdala) que generan una sensación placentera, y los actos que han precedido o coincidido con ellas acaban asociándose a recuerdos positivos.
Pero lo sorprendente es que muchas conductas que consideramos virtuosas tienen efectos similares sobre el cerebro: el ejercicio físico voluntario, cirtas formas de meditación y de oración, la aprobación social y la donación de dinero pueden activar intensamente el circuito del placer.
"Las virtudes y los vicios constituyen una unidad neuronal: el placer es la brújula que nos guía, con independencia del camino que tomemos", concluye Linden.