Cuando el GEO600, el más sensible detector de ondas gravitacionales que existe (capaz de detectar ínfimas ondulaciones en la estructura del espacio-tiempo) registró un extraño ruido en la frecuencia de entre 150 y 300 Hz, los científicos primero se desconcertaron, pero luego apareció el director del Fermi National Accelerator Laboratory (FERMILAB), el físico Craig Hogan afirmando que la explicación de este enigmático ruido era que el GEO600 se había tropezado con el límite primal del espacio-tiempo, en el cual deja de comportarse como un suave continuo para disolverse en granos (de la misma forma que una imagen en la computadora comienza a verse granulada cuanto más la ampliamos).
Hogan incluso predijo que esto ocurriría en un estudio previo al registro del GEO600 y opinó que si se confirmaba, se habría encontrado la evidencia necesaria para afirmar que vivimos en un gigantesco holograma cósmico.
Un holograma es una fotografía generada por láser que aparece como de tres dimensiones pero que, en realidad, contiene toda la información relacionada con el volúmen del objeto para crear una imagen 3D en una superficie plana de sólo dos dimensiones.
El postulado no es nuevo: Fritjof Capra, en su libro El Tao de la Física , analizando el texto budista Sutra Avatamsaka (escrito hace 2.500 años) afirmó que las partículas están dinámicamente compuestas auto-consistentemente, pudiéndose decir que cada una contiene la información y los códigos de todo el conjunto, confirmando de alguna manera el teorema del científico irlandés John S. Bell de que todo está interconectado interdependientemente en el universo.
Por su parte, Leonard Susskind, el físico de la Universidad de California Raphael Bousso, el afamado físico David Bohm, Juan Maldacena (teoría-M y D-branas) y el ganador del premio Nobel Gerard 't Hooft entre otros, sugirieron que el principio holográfico podría aplicarse al universo como un todo aunque nosotros no seamos capaces de percibirlo, y que el orígen de la naturaleza podría haber sido únicamente ultrapequeños paquetes de información pura (similares a los pixeles de la computadora).
Según esta teoría, podríamos ser una proyección holográfica de procesos físicos que tienen lugar en una distante superficie 2D.
Los científicos suponen que cada uno de estos pixeles o bits fundamentales del mosaico universal serían una unidad de información cubriendo el exterior de una esfera que coincidiría con el número de unidades de información contenidas en el total del universo, estableciendo el límite holográfico del cosmos.
Ya hace unos 2.500 años en oriente existían textos sagrados que describían el universo como holográfico, coherente y armónico en todos los niveles de la existencia. El texto budista Sutra Avatamsaka, por ejemplo, describe alegóricamente el cosmos como la red de Indra.
Indra era un dios celestial en cuya morada se lanzó una red infinita en todas las direcciones, y cada punto de los nodos de la red reflejaba la luz de todos los demás hasta el infinito. Si uno de ellos era tocado, cada uno de sus equivalentes en otros infinitos se veían afectados inmediatamente.
En un holograma, un láser se divide en dos rayos, el primero de los cuales rebota en el objeto a fotografiar y el segundo choca contra la luz generada por la primer emulsión fotográfica creando un patrón de interferencia similar a los anillos concéntricos que se forman cuando se lanza una piedra a un estanque creando una imagen tridimensional del objeto sobre una fuente de luz (toda la capacidad de los hologramas para almacenar y procesar cantidades masivas de datos se debe esencialmente a las propiedades de la luz). Si esta imagen se corta por la mitad o en infinitas partes, cada fracción incluye (aunque en menor resolución que el original) la información total del objeto.
La razón por la cual usted puede, al mover la cabeza, ver una imagen 3D desde una perspectiva diferente, es porque una parte de dicha imagen estaba escondida detrás de otro ángulo de visión como bien lo saben los aficionados o profesionales de la fotografía, los pintores y los dibujantes (esto a la vez permite presuponer que, de existir un multiuniverso conviviendo con el nuestro, podría no ser necesariamente invisible, sinó sólo visible a un determinado ángulo específico, el cual, azarosamente, algunas personas podrían estar facultadas a distinguir y serían la causa de visiones de espíritus, fantasmas, duendes, paisajes desconocidos y otros fenómenos considerados paranormales).
Los investigadores de IBM probaron que el principio holográfico funciona para todas las áreas y en todo momento en el espacio: crearon una proyección holográfica de un conjunto cuidadosamente arreglado de varias docenas de átomos de cobalto de 20 nanómetros de diámetro, y les insertaron un átomo de cobalto magnético.
Inmediatamente, una imagen fantasmal configurada idénticamente apareció en el otro foco de la elipse. La información dentro de un sistema es más fundamental que la energía a través del cual se expresa a sí mismo, y las probabilidades de describir dicho sistema no son azarosas: todo es cuestión de contar con los medios para interpretar la información que encarna dentro del mundo físico.
Un ejemplo brillante de lo difícil que esto puede resultar, fue el experimento realizado por Thomas Chalko: suministró a un grupo de estudiantes universitarios unas frecuencias electromagnéticas para que las investiguen y traten de determinar sus propiedades. Lo que Chalko no les dijo es que las frecuencias pertenecían a unas simples conversaciones entre personas a través de una red de telefonía móvil.
Los estudiantes analizaron los datos mediante un método estadístico y llegaron a muchas conclusiones acertadas sobre las predicciones de comportamiento de la fuente analizada y estaban convencidos que su teoría describía la realidad, lo cual, estadísticamente hablando, era correcto hasta cierto punto.
Sin embargo, la elección del método de investigación hizo que para los estudiantes pasara completamente desapercibido que en realidad estaban escuchando millones de conversaciones telefónicas ¡de sus semejantes! y las fluctuaciones que parecían azarosas eran la consecuencia de decisiones conscientes de seres inteligentes.
Los estudiantes no pudieron imaginar que lo que parecía un fenómeno de propiedades azarosas era en realidad la consecuencia de una transferencia de información muy inteligentemente codificada.
La inferencia es clara: la aleatoriedad es una ilusión, una consecuencia de una limitada percepción y conocimiento. De la misma forma, el supuesto azar cuántico no es más que una definición ignorante, ya que seguramente el mismo esconde el idioma del universo en una escala incomprensible para los seres humanos. Como bien lo intuyó Capra, hoy el avance científico nos devuelve poco a poco a la cosmología teológica de los tiempos ancestrales.