Indiferencia y heridas que no cicatrizan en los Argentinos.
Por sintesisdeprensa
  
Jueves, 29/03/2012
El tiempo corría y ninguno de los dos equipos lograba abrir el marcador. El público abucheaba a los jugadores que se movían por la cancha como si cargaran un lastre de plomo en los botas. Hacia el final del primer tiempo, la barra de River echó mano a un arma secreta. En vez de seguir alentando a los suyos con los cánticos tradicionales, los hinchas enarbolaron un gran mapa de las Malvinas con los colores de la bandera de Inglaterra y entre las dos islas, un desafiante puño con el emblema argentino y un dedo enhiesto.

Cualquiera entiende que un dedo en esa postura significa una obscenidad de grueso calibre. En esta ocasión, el gesto estaba dirigido al Reino Unido y a los súbditos británicos que pueblan el archipiélago en disputa. No podía ser más oportuno ya que el encuentro se disputó faltando pocos días para conmemorar los 30 años de la Guerra de Malvinas.

El partido, valga señalar, terminó con un rotundo 3 a 0 a favor de River. A la salida del estadio, Maxi Rodríguez, uno de los líderes de la barra vencedora, explicó que, más allá de las rivalidades futbolísticas, «todo argentino con el corazón bien puesto, está por la recuperación de las islas». Más tarde, el mismo Rodríguez desmintió con vehemencia el rumor de que la iniciativa de agitar el lienzo fuera de un funcionario del Gobierno.


Imagen: Los hinchas del River enarbolaron un gran mapa de las Malvinas con los colores de la bandera de Inglaterra y un desafiante dedo enhiesto. Ganaron el partido contra el Deportivo Merlo. «Todo argentino con el corazón bien puesto, está por la recuperación de las islas», dijo el jugador Maxi Rodríguez al finalizar el encuentro.

Esa misma semana, otros invocaron la causa de Malvinas, pero en sus voces había despecho y rencor. Unos 400 ex reclutas marcharon por las calles de Buenos Aires, pidiendo ser reconocidos como veteranos de guerra, un derecho que todos los gobiernos les han negado. Para entender el problema hay que remontarse a abril de 1982, cuando el régimen militar movilizó a unos 80.000 efectivos para recuperar la soberanía en ese rincón del Atlántico Sur. Una parte del contingente fue enviado a ocupar el archipiélago. Los demás permanecieron en la base argentina de Puerto Belgrano, como fuerza de reserva. La derrota sobrevino antes de que los de la retaguardia tomaran el relevo de los que estaban en el frente.



Imagenes: Unos 400 ex reclutas, que se quedaron en la reserva, marcharon recientemente por las calles de Buenos Aires, pidiendo ser reconocidos como veteranos de guerra. Formaron parte de la retaguardia. La derrota sobrevino antes de que tomaran el relevo.

Por un lado se salvaron de caer prisioneros o dejar sus huesos en los helados páramos de Malvinas. Del otro lado, al no tener su bautismo de fuego, quedaron excluidos de la pensión de 8.000 pesos mensuales (1.400 euros) que reciben los que entraron en combate o sus deudos.

«Estábamos preparados para sacrificar nuestras vidas como cualquier soldado. No es nuestra culpa que nos dejaran en el continente. Fue un error. Hasta los propios ingleses reconocen que con más tropas desplegadas, la suerte hubiera estado de nuestra parte. Tres meses estuvimos movilizados y el único pago que recibimos es discriminación y desprecio», dijo Leo Battaglia, uno de los manifestantes.
Otro de los que desfilaron ese día, confesó que la protesta era también por motivos económicos.

«En esos años el servicio militar era obligatorio. Pero la mayoría de los que lo hacían era gente pobre. Si usted revisa la lista de los caídos, verá que la mayoría eran chicos del interior (de provincia). Los morochos son carne de cañón en todas las guerras y con eso no quiero decir que la guerra de Malvinas fuese injusta. Lo injusto es que nadie nos escuche. En estos días, ocho mil pesos es un sueldo y muchos de nosotros estamos sin trabajo. Necesitamos esa plata, pero no está bien que nos traten como mendigos», dijo el ex conscripto que por razones obvias prefirió no dar su nombre.

Retrocedamos nuevamente a abril de 1982. Mientras que los provincianos de Chaco, Formosa o Jujuy eran enviados al frente, los que estaban exentos del servicio por su edad, por cursar estudios o gracias a los contactos de papá, se congregaron en la Plaza de Mayo para aplaudir al general Leopoldo Fortunato Galtieri, presidente de facto, por lanzar una ofensiva en Malvinas.

La del 3 de abril fue la única manifestación de apoyo que recibieron los dictadores. Pero hasta el día de hoy nadie reconoce haber estado en la plaza ese día.
A menos de una semana de los actos conmemorativos, la Asociación Azul de la Marina Mercante emite un mensaje por radio, llamando a los ciudadanos a honrar la memoria de quienes «ofrendaron sus vidas» por la recuperación de las islas. La mayor parte de la audiencia escucha el mensaje como si se tratara de otro anuncio publicitario.

«La gente repudia a los británicos por usurpar los recursos naturales de las islas. Pero las Malvinas no son un símbolo que despierte el patriotismo del ciudadano medio, que se siente agobiado por la inflación, la delincuencia y la inseguridad laboral», sentencia el sociólogo René Ortúzar.
Bajo la consigna de recuperar la soberanía, el Gobierno se lleva de cabestro a sus adversarios en el Congreso, quienes por no aparecer como antipatriotas han apoyado la línea dura de la Casa Rosada frente a Gran Bretaña. Recientemente, un grupo de intelectuales se atrevió a criticar los discursos flamígeros de Cristina Kirchner, alegando con esa actitud lo único que se gana es enemistar a los habitantes británicos de Malvinas.


Algunos, como el filósofo y ensayista Santiago Kovladoff, sostienen que la presidenta no busca realmente la recuperación de las islas, como exacerbar los sentimientos nacionalistas para distraer a los argentinos de los verdaderos problemas que los afligen.
por RAMY WURGAFT,
en Buenos Aires.




Por sintesisdeprensa