Prevencion de accidentes infantlies
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tkMiercoles, 07/03/2012
CUANDO LOS NIÑOS SE LASTIMAN
Responder con mimo, pero sin excederse Aunque para nosotros se trate de una simple excusa para llamar la atención, no podemos pasar por alto lo que el chiquito nos está solicitando: una dosis extra de mimos.
Por supuesto, tampoco es cuestión de caer en la exageración y tratarlo como si volviera de la guerra. Tanto si se ha hecho daño de verdad como si se trata de un pequeño truco, no es conveniente amplificar la magnitud de lo sucedido. Otorgar demasiada importancia al suceso sólo servirá para que se asuste de verdad o piense que no lo tomamos en serio.
Supongamos ahora que la herida es real y el niño se queja con motivo. Como primera medida debemos averiguar el verdadero alcance de la lesión y, a continuación, tranquilizarlo y curarlo.
En casa conviene contar con un buen botiquín. No deben faltar yodo, gasas, paracetamol (o cualquier otro analgésico o antitérmico), curitas, termómetro, alcohol, agua oxigenada y vendas.
A veces, los niños se asustan mucho, pero en otras ocasiones nos sorprenden y se comportan como auténticos valientes. No lloran y hasta se permiten el lujo de consolar a sus papas durante el trayecto: No me pasa nada, mamá, no te preocupes.
También puede ocurrir que no tengamos claro si la lesión es lo bastante importante como para llevar al pequeño al hospital. En caso de duda, siempre es mejor presentarse allí.
Si sufre alguno de estos percances, tendremos que acudir sin dudarlo:
Traumatismos cráneo-encefálicos, aunque sean leves.
Heridas producidas en lugares sucios o contaminados que puedan causar una infección de la lesión.
Cortes profundos y lesiones con desgarro de la piel o pérdida de sustancia (falta un trozo de carne, se arranca una uña
).
Mordeduras de animales y picaduras de insectos susceptibles de producir alergias o envenenamientos, como abejas, avispas o escorpiones.
A veces, cuando los chicos pasan por una experiencia difícil en la guardia médica (puntos, curas complicadas) pueden necesitar proyectar sus emociones. Si los dejamos jugar libremente, el osito de peluche o la muñeca se convertirán en los pacientes perfectos de su hospital particular.
Ayudar a los niños cuando se lastiman
Un vendaje para enseñar a todos
Mientras alguien cura su herida, se sienten protagonistas del acontecimiento. Además, no cabe duda de que un vendaje en el dedo es suficiente motivo de orgullo para presumir durante unos cuantos días. Tal vez por eso, los pequeños explotan un poco el truco de vez en cuando.
Es curioso que, en algunas ocasiones, el llanto varíe en función de los asistentes al golpe. Si la persona que los cuida (la madre, la abuela, la niñera
) se encuentra presente en ese momento, llorarán aún con más ganas, con más confianza. Claro que otros chicos hacen justo lo contrario: en cuanto aparece un adulto en escena, las lágrimas se acaban y el dolor se les pasa antes.
También hay casos en que extrañan un mimo y utilizan el ¡pupa! para conseguirlo. A lo mejor la mamá lleva mucho tiempo regando las plantas y el papá está demasiado entretenido viendo un partido en la televisión. En ese momento nadie le hace al chiquito tanto caso como él quisiera y empieza a aburrirse un poco de jugar solito. ¿Cómo resolver tan tediosa situación? Lo mejor es inventarse otro juego en el que pueda involucrar a los demás.
Así que, sin mayor vacilación, de pronto aparece el chico en el jardín, quejándose de un dolor rarísimo que le ha entrado de repente en el dedo gordo
En cuanto mamá lo mira, ya sabe que no se ha hecho ni siquiera un rasguño. Se da perfecta cuenta de que sólo pretende llamar su atención. Por supuesto, le da un beso y le canta el Sana, sana. Después le dice que no ha sido nada y lo invita a ayudarla con las plantas. De inmediato, el chiquito agarra con entusiasmo la regadera y el inexplicable dolor desaparece en un instante.
Restarle importancia al golpe como primera estrategia no siempre es buena idea. Es mejor ofrecerles una caricia o un abrazo afectuoso, incluso aunque sospechemos que las lágrimas del contuso son de cocodrilo.
Accidentes infantiles
Ayer Guille estaba en su cuarto jugando cuando, de repente, pegó un grito que puso los pelos de punta a su mamá. Ella salió corriendo a buscarlo, pensando que se podía haber dado un buen golpe y, cuando llegó, lo encontró llorando a lágrima viva porque no podía sacar el dedo de la arandela del sonajero. ¡Qué susto por una tontería!
Lo que le pasa a Guille es muy frecuente a su edad. Cualquier pequeño accidente lo impresiona. Mamá piensa que el suceso no tiene importancia, pero para él es una tragedia sentir el dedito aprisionado. En su mundo infantil, el inocente sonajero se ha convertido en una trampa mortal de la que no ve manera de salir.
Sus habilidades son limitadas todavía y no logra sacar el dedo de la arandela. Por eso tiene la sensación de que la experiencia lo sobrepasa y no puede evitar sentirse perdido ante algo así.
Como no paran ni un momento, los accidentes están a la orden del día. Rasponazos, magulladuras, alguno que otro chichón
Y claro, lo peor es cuando brota un poco de sangre. Además de sentir dolor, se asustan de la mancha roja.
Aunque sólo aparezca en escena media gota, para ellos es prueba indudable de la gravedad de su herida.
Una forma de ayudarlos a superar este temor es solicitar su colaboración cuando haya que curar a otros miembros de la familia. Así aprenderán a restar importancia al hecho.
Por supuesto, a nadie se le escapa que las lesiones ofrecen a los pequeños una oportunidad de oro para llamar la atención. En cuanto se hacen un corte y gritan ¡pupa!, alguien se presenta al instante y les pone una preciosa curita.
Seguridad en la piscina
Las normas están para cumplirlas
En las piletas públicas, la normativa se limita a fomentar un clima de mutuo respeto. Nada de utilizar la pileta como si fuera un inodoro ni molestar al resto de los bañistas con pelotas o colchonetas. Tampoco puede usarse calzado de calle dentro de las instalaciones, comer o beber en las zonas no habilitadas para eso, poner la música demasiado alta
La normativa de los natatorios privados puede variar, pero suele ser similar.
Así como les enseñamos a comportarse en la mesa o cuando juegan con sus amigos, también deben aprender a ser respetuosos con los otros cuando se divierten en la pileta. Además, éste es un buen método para prevenir accidentes.
Niños en la piscina
Para velar por su salud, también debemos insistir en que no se olviden de:
Respetar las dos horas de digestión (los cambios bruscos de temperatura son peligrosos).
Unas ojotas de goma (los hongos se contagian con suma facilidad).
La crema solar con el factor de protección adecuado.
Unas antiparras de natación y pomada contra picaduras de insectos.
ESTRATEGIAS MÁGICAS
A veces hay que hacer uso de la imaginación para que dejen de pensar en el dolor. Algunos trucos de toda la vida funcionan muy bien, sobre todo si los utilizamos de forma habitual:
El Sana sana, colita de rana, si no sana hoy, sanará mañana seca las lágrimas de los pequeños por arte de magia.
Otra fórmula infalible consiste en retar al mueble culpable del golpe.
Si, además, anudamos un pañuelo en su dedito o le ponemos una cunta (las venden con dibujitos), tendrá un buen motivo para sentirse mejor y contárselo a todos.
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tk